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Bolivia en la hora crucial

Bolivia en la hora crucial

miércoles 09 de enero de 2008, 05:09h

En el anterior ciclo de conflictividad (2000 – 2005) el país avizoraba en sus momentos de crisis dos peligros extremos: desde el occidente, la irrupción de una revolución violenta, y desde el oriente, el separatismo. Es decir, la radicalidad como salida. Hasta el momento no tuvimos ninguna de las dos situaciones; más bien logramos que los dos hechos de poder que mueven esas aguas turbulentas avanzaran paralelamente conjurando su lado más amenazador. El MAS produjo una revolución en democracia y el comité cívico cruceño avanzó en el proceso de consecución de autonomía: eligió a su prefecto y llamó a su referéndum. La democracia al metabolizar este proceso terminó convertida en una democracia de alta tensión: las fuerzas contrarias la someten a tales descargas de voltaje que puede terminar en un electroshock.

La raíz de la espiral del conflicto

Hasta octubre de 2003 el país era un salón de espejos: el poder económico se reflejaba en el poder político y estatal, reflejándose a su vez en el poder mediático. Todo guardaba las debidas correspondencias de clase. La articulación entre las cuatro esferas institucionales era integral. Hasta que llegó diciembre de 2005, donde el poder social produjo la victoria aplastante del MAS. Entonces uno de los espejos se rompió: el poder gubernamental dejó de reflejar al poder económico y dejó de ser reflejado (en positivo) por el poder mediático. Y se produce un repliegue táctico hacia Santa Cruz y emerge con toda fuerza un actor que arrima las banderas de la autonomía: el comité cívico cruceño. El nuevo poder gubernamental que se empieza a tejer en La Paz (desde el gobierno de Carlos Mesa) será denostado como centralista; pero, en realidad su “perversidad” consistirá en que dejó de ser funcional al poder económico, fundamentalmente, cruceño. Luego sobrevendrá la irradiación autonomista en la “media luna” y la generación de una plataforma territorial de contención. Finalmente, el nacimiento de una multioposición: Podemos en el Parlamento y la Asamblea Constituyente, los prefectos de la “media luna” entroncados activamente por Reyes Villa en Cochabamba y eventualmente por Paredes en La Paz, y los respectivos comités cívicos de la “media luna” ahora acompañados por el comité interinstitucional de Sucre.

¿Qué expresan estos dos bloques de poder?
Una brecha de clase y una bicefalía. La brecha no presenta un paisaje social nítido: en la “media luna” se han replegado y fortificado las clases altas –bajo la égida de la burguesía agroindustrial cruceña– pero acompañada también por sectores de clase media y baja. No está toda la clase media y baja, pero conforman mayorías relativas en sus respectivos departamentos. Del otro lado, en occidente, están los sectores indígenas y populares –dirigidos y capitaneados por el MAS–, respaldados por sectores de clase media progresista y contando con el silencio calculado de los sectores de clase alta. Forman mayorías rotundas en la zona andina y algo menor en los valles.
La bicefalía ideológica: los primeros desean darle continuidad vía autonomías al neoliberalismo y la inserción en la globalización capitalista; (1) los segundos, resituar al Estado como el eje axial del país y generar un nuevo contrato social respecto de los indígenas. Los primeros embanderan el valor de la libertad, gran ideal generalista y movilizador que reconoce y legitima “algo más” que no es oportuno decir de forma directa: la libertad de los más fuertes para afrontar las rivalidades sociales en condiciones favorables. Los otros empuñan el valor de la igualdad socioeconómica y el reconocimiento cultural, que representan los déficit históricos de la revolución del 52, pero igualmente el temor a las nivelaciones autoritarias y esterilizadoras. Presentan dos juegos de identidades, las identificaciones regionales por un lado, cohesionan sobre todo a las ciudades de la “media luna”, pero también de Cochabamba y Sucre, frente a la alteridad hostil que representa el gobierno y los movimientos sociales que lo respaldan; mientras las identidades étnico­populares por el otro, movilizan sobre todo a los sectores indígena­campesinos de las áreas rurales, frente a la alteridad hostil que constituye a su vez la “media luna”.
Entre ambos bloques, ruido y furor.


Bloqueo político y avance de la espiral

La Asamblea Constituyente inició su tarea con los partidarios del cambio hacia lo absoluto y otros que no lo desean en absoluto. La resultante de este duelo al todo/nada: parálisis y conflicto. El momento más agudo, Sucre con su reclamo de capitalidad plena. Un juego de suma cero: lo que ganaba Sucre lo perdía La Paz. Y si el gobierno le cedía uno o los dos poderes a Sucre, se le venía encima La Paz y El Alto. O sea, la oposición tenía al gobierno en una situación de jaque mate. La Asamblea Constituyente mientras tanto estaba flotando entre el ser y la nada. Hasta que en una confrontación intensa entre la policía y los sucrenses, dejando un saldo de muertos y heridos, el gobierno resguardando a los asambleístas en un liceo militar, pudo lograr una modificación al reglamento que posibilitaba el cambio de sede y lograr la aprobación en grande de la nueva Constitución. De esta forma se destrabó la Asamblea Constituyente. El sucesivo escenario le fue reservado a Oruro: aprobar en detalle la Constitución.
¿Qué había sucedido? El MAS emprendió una carrera hacia adelante: destrabar a cómo dé lugar la Asamblea Constituyente y también terminar de parir a cómo dé lugar la nueva carta constitucional. Desde la vereda de enfrente, el desconocimiento de la oposición del nuevo texto constitucional y los llamados a la resistencia civil. La Asamblea Constituyente que había nacido bajo dos pulsiones distintas, la petición de cambio, promovida desde abajo, y la petición de pacto, suscitada desde arriba, y que hubiera podido arribar al feliz puerto de un cambio pactado, terminó instaurando la unilateralización de la política: se rompe la dialéctica concertadora gobierno/oposición y cada uno de los actores emprende su propia guerra de movimientos. El siguiente paso en esta lógica de caminar de espaldas y mirando su propio horizonte político, lo dio el comité cívico cruceño. Llamó a la Asamblea Provisional Autonómica de Santa Cruz y luego aprobaron en grande el estatuto autonómico. Los restantes departamentos de la “media luna” corren en la misma dirección, acompañados vivamente por Sucre y de forma más limitada por el prefecto de Cochabamba.
Estamos ante el umbral de la política caníbal que devora a sus hijos diciéndoles que pretende salvarles, cuando en realidad persigue sus propios fines.


Las “salidas” de la espiral

La situación actual entre gobierno/oposición: los puentes de comunicación fueron levantados, la polarización se crispó y ambos actores se encuentran habiendo dado un salto de avanzada; aunque cada uno por su parte abrió como puerta de salida distintos tipos de referéndum. Por el momento esto significa que, tanto la revolución masista como el proceso autonomista, continúan conduciéndose en democracia y conjurando la violencia resolutiva como forma de desempate. Ambos corrieron hacia adelante, pero no tanto como para abrir las puertas del infierno y airear los demonios.
¿Qué escenarios se vislumbran? Menciono tres: el pésimo: tanto el gobierno como la oposición llegaron al “arco de la bóveda”, luego de iniciada en octubre de 2003 esa dinámica ascendente donde una manifestación de poder indujo otra manifestación de poder opuesta, permitiendo que cada uno de los actores esgrima en sus manos su respectivo trofeo, carta constitucional para uno y estatuto autonómico para otro, que, en caso de implantarse uno en desmedro del otro, desataría una situación de “choque de locomotoras” con resultados imprevisibles. El mediano: se disparan múltiples referéndumes que no dirimen el empate político, sino sólo lo difieren para una nueva coyuntura de medición de fuerzas y el sobrecalentamiento del escenario nacional. Nuevamente el conflicto maneja a los actores y no éstos al conflicto. Y el óptimo: en este avance simétrico de ambos poderes pero cada vez más divergente y centrífugo, donde la salida del túnel se presenta como una lucha de unos contra otros, más bien se opta por hacer tablas y reiniciar todo el (mal) camino andado en un proceso de cambio pactado. Así preservamos la unidad del país, la paz y las expectativas de sus habitantes.
¿Tendrá el gobierno y la oposición la lucidez necesaria para salir del empotramiento en el altar de la pretensión de victoria/derrota y el tumulto de pasiones que la alientan, para mirar protectivamente los horizontes de
posibilidad reales que les ocasionarían en caso de dar el paso fatal?


(1) El movimiento autonomista, como todo en la vida, tiene un rostro
bifronte: amplía la democracia y la descentralización, pero también preserva
los intereses y el poder de las elites económicas. El masismo también
presenta esta bicefalía: pretende hacer avanzar la democratización e
inclusión sociales, pero busca igualmente una mayor concentración de poder.
En ambos casos, lo que se visibiliza y propagandiza es lo primero; mientras
lo segundo se oculta y calla porque no rinde políticamente. 

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