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Desbordado

sábado 14 de agosto de 2021, 10:15h

Si un gobierno como el de Pedro Sánchez, no puede hacer nada para modificar el curso de los acontecimientos, y el de la subida imparable de la factura de la luz es uno de ellos y muy importante (cinco días consecutivos de records históricos que bordean ya los 120 euros por MWh), porque afecta en mayor medida a los ciudadanos más desfavorecidos, lo mejor que puede hacer es irse a su casa y convocar nuevas elecciones.

Más aún si, como es también el caso, desde su propio seno se escuchan voces tan autorizadas y disonantes como las de María Jesús Montero, ministra de Hacienda, o la de Teresa Ribera, vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, que apuntan como causas de la subida a la gestión de Aznar y Rajoy desfavorecedora de las renovables -en el caso de la primera-, o a los mercados internacionales y a las eléctricas –en el de la segunda-, o los aún más sonoros silencios del ministro de Consumo, Alberto Garzón -oculto en sus vacaciones, probablemente, en algún lugar de España, si es que no ha decidido irse a Cuba o Venezuela-, y del mismo presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que a preguntas de los periodistas, tras haber acudido a la presentación de los actos del centenario de José Saramago en un corto receso de sus vacaciones en Lanzarote, sobre esta subida meteórica e imparable de la luz, su única respuesta fue el silencio, es decir, hacerse el sueco y no responder a ninguno de nuestros colegas.

Y esto sucede con dos partidos de izquierda, PSOE y Podemos, formando parte de un gobierno de coalición que se había comprometido a recortar el precio de la luz cuando llegaran al poder. Pues bien, más de un año después de formar gobierno y asistiendo impertérritos a subidas casi diarias del precio de la luz y viendo que las previsiones de los expertos auguran aún subidas mayores al menos hasta los primeros meses de 2022 y, en uno de los ejercicios de cinismo a los que nos tiene ya acostumbrados, no hace más que buscar causas externas a su inacción para justificarlo. Claro que la postura de Podemos –gobierno y oposición a la vez, un caso único en el mundo-, va mucho más allá del cinismo y ahora se plantea la movilización ciudadana contra el gobierno del que forma parte para protestar en la calle por el precio de la luz. Inaudito, incomprensible. No es de recibo.

Repasar ahora, con el peso de la verdad que da el tiempo, aquellos vídeos incendiarios de Pablo Iglesias contra las compañías eléctricas en los que, poco menos, que amenazaba con echar sobre ellas toda la ira del pueblo y que ya podían ponerse a temblar cuando ellos pudieran acceder al poder, da hoy vergüenza ajena, sobre todo combinando aquellas arengas con las razones que aportan los ministros del gobierno del que él mismo formó parte para justificar su propia quietud frente a los acontecimientos.

Cuando ha querido, sobre todo en los primeros meses de la pandemia, bien que echó el gobierno mano de los decretos leyes para modificar a su antojo legislación de todo tipo, pero especialmente la orientada a concentrar el poder en sus manos y anular en lo posible el Parlamento y el poder judicial, pero de pronto y sin saber muy bien por qué, hoy está desbordado y parece haber olvidado recurrir a ese mismo camino para reformar el mecanismo de fijación de los precios de la energía, diseñado por cierto hace ya casi 25 años, momento en el que parecía que el precio final de la luz iba a tener mucho más que ver con el gas natural de lo que finalmente ha sucedido.

Seguro que el gobierno tiene más fórmulas posibles de intervención en el precio final de la luz, incluido el de renunciar a esos casi dos tercios (IVA excluido) de impuestos y gravámenes que no le vienen nada mal a las arcas públicas en un momento en el que la deuda pública de España se ha disparado hasta el 125,3% del PIB. Ustedes verán, señores ministros, pero no puede pasar ni un día más sin que hagan algo para remediar la situación. Si no es así, lo dicho: ¡Por favor, márchense!

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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