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Marín es paseado a hombros por el ruedo antes de salir así por la Puerta Grande.
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Marín es paseado a hombros por el ruedo antes de salir así por la Puerta Grande. (Foto: Muriel Feiner)

Las Ventas: Puerta Grande para el inspirado clasicismo de Ginés Marín y oreja de peso para la magia y embrujo de Morante de la Puebla

martes 12 de octubre de 2021, 22:09h
Dos de los coletudos que se encuentran en el mejor momento de sus desiguales carreras, el veteranísimo mago Morante de la Puebla, que cortó una oreja a ley, y el joven Ginés Marín, que se llevó dos -la segunda quizás excesiva-, calaron hondo en los tendidos con su buen toreo. Ambos en el único de sus respectivos lotes que ofreció opciones suficientes en un encierro de Alcurrucén de irreprochable trapío y variado pelaje, pero vulgar y de escaso juego menos el sexto. Por su parte López Simón, que se libró milagrosamente de una cornada en su primero, se limitó a cumplir.

Se esperaba con expectación y devoción al de la Puebla, responsable del ‘no hay billetes’, y éste certificó que hoy por hoy es único en su inmarcesible arte, al que en esta campaña suma una entrega y rabia casi novilleril. Con semejantes dotes sólo necesita un bicorne que colabore, cual el que abrió función, ‘Guitarra’, con el que festoneó cante jondo con percal y flámula. Es verdad que la sugestión del público pesa mucho y hasta le jalea los enganchones, pero cuando salta la magia, lo de Morante es único y, ¡ay!, de momento irrepetible y sin rival. Esa ‘guitarra’ continuó sonando en tres excelentes verónicas de las cuatro con que lo recibió y en la mitad de las cuatro que le dio en el quite.

Pero ya explotó en grado máximo y puso al público en pie cuando llevó al caballo galleando por vistosas y medidas rogerinas. El animal fue a menos en sus embestidas con la muleta, pero el coletudo, con embrujo, volvió a estremecer el alma del cotarro con naturales de mano baja y máximo empaque, cerrados con diversidad de remates –otra el desprecio, ora la trincherilla, ora el cambio de mano, ora el molinete- que posiblemente salían también del alma.

Destapado el tarro de las esencias, siempre con su arte sublime pero tirando y obligando al bicho, se tiró con decisión con el estoque, aunque este quedara ligeramente desprendido. La oreja fue de ley. Ya Morante sólo pudo cantar de nuevo en el quite al primero de Marín, con cuatro fabulosas chicuelinas que de nuevo impulsaron al público a levantarse de sus asientos, porque el descastado cuarto no le permitió otra cosa que lidiarlo con oficio y pulcritud.

Precisamente Marín no se arredró tras ese quite de Morante y le respondió con personalidad con otras cuatro ajustadísimas ante un burel blando y sin codicia al que despenó de un estoconazo a ley. El triunfo le llegó en el último, abanto de salida, como sus hermanos, pero que luego, lejos de su querencia embestía con casta a la par que nobleza, lo que aprovechó el extremeño, también muy inspirado y con mucha verdad en cites y ligazón.

Fueron ortodoxas series incluyendo varios pases desmayados por ambos pitones, destacando al natural, con un par de ellos y un cambio de mano artístico y de profundidad kilométrica, que junto al espadazo ahora desprendido le valieron para una oreja de peso y otra más que discutible para descerrojar la Puerta Grande; eso sí, estadísticas aparte, demostrando una madurez y un clasicismo magnífico.

Convidado de piedra fue López Simón, arrollado y volteado por el manso y reservón segundo, en su intento de pase cambiado; el burel le buscó con saña tirándole múltiples gañafones, ninguno de ellos milagrosamente le caló. El madrileño salió casi noqueado y muy dolorido pero, encunado y valeroso, se repuso rápido volviendo a la cara de su enemigo, que empezó a desarrollar peligro. Con el descastado quinto se justificó robándole los pocos pases que tenía.

Y, ya en esta postrera crónica del ciclo otoñal, me parece justo y necesario criticar que no se haya guardado ni un minuto de silencio en memoria del recientemente fallecido usía Luis Espada, adalid de los buenos presidentes siempre por su apuesta en defensa de la pureza e integridad e independencia del sistema. ¿O habrá sido por esto último?

FICHA.

Toros de ALCURRUCÉN, serios, hondos y muy ofensivos de cara; mansos y descastados en general excepto el 6º, aunque nobles; 3º y 5º, flojos. MORANTE DE LA PUEBLA: oreja; silencio. LÓPEZ SIMÓN: ovación; silencio. GINÉS MARÍN: ovación; dos orejas. Plaza de Las Ventas, 12 de octubre corrida de la Hispanidad que cierra la minitemporada. Lleno de ‘no hay billetes’ sobre el aforo permitido de 11.840 espectadores, aunque la impresión es que hubo muchos más.

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