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'Inés del alma mía': pésima escenificación de una tergiversación histórica

domingo 07 de noviembre de 2021, 10:25h

Conforme avanza la emisión de la serie “Inés del alma mía”, coproducida por Televisión Española y ChileVisión, con apoyo financiero de Amazon, mayor es la indignación que me produce esta pésima escenificación de la tergiversación histórica que ya iniciara la autora, Isabel Allende, de la novela histórica en que se basa la serie. El último episodio, decisivo respecto del argumento y los personajes, cuando Inés salva Santiago de su ocupación por los mapuches, alcanza la cima de este despropósito.

La fractura del personaje de Inés, interpretada por una Elena Rivera poco creíble, es notable en este quinto episodio: de una defensora entusiasta de los indígenas a una asesina brutal de sus caciques, a quienes corta la cabeza para defender la plaza. Ello es producto de una falsificación histórica radical, que nos presenta una Inés progre, protectora de indígenas y al margen de la religión, cuando las crónicas nos muestran a una mujer muy religiosa, incluso supersticiosa, y presa del racismo común de los cristianos de la expedición.

Desde luego, si, en su novela, Isabel Allende hizo un esfuerzo por describir una mujer que buscaba sobrevivir en un mundo de hombres sin apartarse de su cultura androcéntrica, en la serie todo ese cuidado se arroja por la borda y las concesiones a las modas culturales de hoy día son abrumadoras. Claro, es mucho más fácil mostrar a una Inés con un discurso feminista que satisfaga los modos del publico progre actual, que hacer el esfuerzo por mostrar una mujer que, sin muletas ideológicas propias de nuestro tiempo, trata de abrirse camino en la vida en una expedición de conquista.

Si hay algo que en la novela actual muestra las concesiones comerciales de sus autores es precisamente la construcción de los personajes femeninos. Sobre todo, cuando se trata de relatos históricos. El traslado de los valores y la cultura de nuestro tiempo a situaciones sucedidas hace quinientos o trescientos años es la prueba del ácido que no superan la mayoría de los autores de este tipo de relatos, en especial aquellos que refieren a los personajes femeninos. El esfuerzo por construir perfiles de mujeres que se enfrentan a la vida, en medio de una cultura masculina, aceptando esa cultura en términos ideológicos, como que resultara excesivo para la gran mayoría de narradores. Parece que los que se resisten a esa burda manipulación histórica, se convierten en los escritores malditos de nuestros días. Es decir, los que tienen verdadera madera de narradores, despreciando las concesiones comerciales facilonas.

En cuanto al respeto por el rigor histórico, lo cierto es que en esta serie llueve sobre mojado. Ya muchos historiadores se han quejado de la superficialidad de la investigación que realizara Isabel Allende para fundamentar su novela. Claro, si hubiera querido construir una ficción completa, eso no supondría un problema. Pero la autora sostiene que su relato está basado en hechos reales. Algo que dista mucho de ser cierto. Un ejemplo ilustrativo lo constituye este quinto capítulo.

La forma en que relata cómo se produce la rebelión de los indígenas que trabajan en la recolección del oro en los caladeros de Maga-maga, es simplemente un fraude. Muestra a unos naturales primitivos, que simplemente reaccionan a los castigos más descarnados, sin capacidad alguna de construir una estrategia para desprenderse de los nuevos conquistadores. Por otra parte, en su afán por simplificar las cosas, la serie muestra que sólo escapa un cristiano a la matanza de españoles en esas minas, cuando el registro de las crónicas alude a tres de ellos, encabezados por el negro Juan Valiente, que ya destacaba en las huestes de Pedro de Valdivia. De hecho, este personaje crucial, que salva a Valdivia en varias ocasiones y que el gobernador acabará nombrándolo su capitán principal, simplemente no aparece en la novela de Isabel Allende. Y es un personaje muy potente, por cuanto se trata de uno de los esclavos africanos que llega a la mexicana Veracruz, acaba obteniendo su libertad y ascendiendo a principal en la conquista de Chile. Supongo que esta omisión del negro senegalés es producto de una simplificación de la propia autora: en Chile, el choque étnico tenía que ser entre españoles y mapuches, dar cuenta de otros personajes relevantes que se escaparan a esa dualidad, era enredar el argumento. Aunque ello supusiera que luego los hechos precisos tuvieran que ser torcidos de vez en cuando, como sucede en este quinto capítulo.

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