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Gracias por un país sin futuro

lunes 22 de noviembre de 2021, 07:59h

El sistema de evaluación por competencias busca que los alumnos aprendan Comunicación Lingüística, Competencia Matemática, Competencias en Ciencia y Tecnología, Competencia Digital, Competencia Social y Cívica, Espíritu Emprendedor, y Conciencia socio-cultural.

El alumno, pues, debe entender cómo aplicar los conocimientos que va adquiriendo. De esta manera, los distintos libros de texto van “coordinados” y sus contenidos tienen una componente transversal para que en la mayor parte de asignaturas se estudien temas concomitantes.

Sin embargo, llega este gobierno, nefasto en muchas cosas, e impone poder pasar la Secundaria sin aprobar una sola asignatura. Y, para más recochineo, darles al final del período el título de Graduado Escolar avalado por el rey.

Lo que se pretende, en realidad, es que el fracaso escolar estadístico desaparezca cuando el 100% de los alumnos españoles "obtenga" el graduado: será como decir que ya no hay abandono escolar porque el zoquete y el pellista tendrán un título idéntico al del empollón.

Se olvidan los lumbreras del gobierno que ESO, además de un adjetivo demostrativo con carga peyorativa, es el acrónimo en Enseñanza Secundaria Obligatoria y si zopencos y absentistas no se ven Obligados a aprender los contenidos de la Secundaria, simplemente obtienen un papelajo con la corona real y la firma del consejero de turno: acabamos de inventar el fracaso escolar cum laude.

Ni al que asó la manteca se le ocurre que con semejante sistema no va a empeorar la calidad de la enseñanza: se perderá el ya depauperado valor del esfuerzo y los profesores se encontrarán ante situaciones violentas con padres cafres de hijos cafres que exigirán el aprobado de sus churumbeles.

Tengo un hijo en tercero de la ESO y hemos hablado de este asunto. Esta melonez ministerial no va contigo, le dije, salvo en una cosa: han quitado los exámenes de recuperación así que te va a tocar aprobar todo a la primera o pasarte todo el verano estudiando lo que hayas suspendido aunque en septiembre nadie te vaya a examinar oficialmente y, por tanto, a reconocer tu esfuerzo estival. Otra cosa será que los exámenes te los pondremos tu madre y yo para comprobar tu grado de aprendizaje y comprensión. Vamos, que te va a tocar esforzarte aún más porque no vas a tener repescas ni recuperaciones. Y, jatetú, lo ha entendido a la primera.

Esta entelequia pretende simplemente engañar a la estadística, como cuando la alcaldesa Ana Botella trasladó los medidores de contaminación a la sierra y a los parques de Madrid para que Bruselas dejara de darle la tabarra con el grado de deterioro del aire madrileño. Y lo consiguió; eso sí, Madrid siguió teniendo neblumo y los niveles de contaminación subieron, pero Bruselas dejó de quejarse.

Este caso es semejante: caeremos en los informes PISA pero a nadie importará porque oficialmente nuestro fracaso escolar será cero (hoy supera el 21% frente al 9,6% de Europa) ya que el 100% de los chavales se graduará.

Vivimos en el mundo de la mentira y especialmente los nacidos entre el 85 y hoy que viven por, de y en la mentira. Cada una de las plataformas de las RRSS sostiene una mentira a cual más gorda: Instagram, Tiktok, Youtube, Facebook, Tinder no son más que espejos deformantes donde los participantes muestran una insoportable y permanente felicidad, falsa y superficial, con imágenes de una vida imposible. Nadie sube una foto en la que no esté bello, reluciente, rodeado de lujo y con una sonrisa que dice soy un triunfador que lo tiene todo, aunque en la realidad son pobres de espíritu y de bolsillo remetidos en un sueño.

En este reino de lenocinio, el primer mentiroso es el presidente -los presidentes anteriores también mintieron, solo que éste lo hace con mayor impunidad, maestría y cinismo- y percibo en la población una total tolerancia con la mentira. Cada vez se miente más, a todos los niveles. La verdad ha perdido su valor esencial y ya ni la realidad misma es reconocible. Lo que nos faltaba para rematar bien el proyecto de convertirnos en un país de quelis y camareros es un sistema educativo que no educa y un título de graduado que no gradúa.

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