Crítica de la obra de teatro 'Mariana': una mujer, una celda y una bandera

26 años después de su estreno en la madrileña Cuarta Pared, ‘Mariana’, de José Ramón Fernández (Premio Nacional de Literatura Dramática 2011), vuelve a un escenario, el de la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez, bajo la dirección de David Ojeda, con Lucía Álvarez y Marcos Pereira en el reparto del montaje, junto a Carlos Ramos que ha compuesto la música original que, además, interpreta en directo a la guitarra clásica española. Los tres artistas permanecen durante hora y cuarto sobre el escenario para transmitir al espectador con gran fuerza interpretativa que el viento de la libertad es incontenible.

La única acotación que el autor introduce en el texto, “una mujer, una celda y una bandera”, explica a la perfección el contenido de la propuesta. La figura de Mariana Pineda, una mujer granadina encarcelada durante el siglo XIX, bajo el reinado de Fernando VII, por el imperdonable delito de bordar una bandera para el grupo de luchadores contra el absolutismo del Borbón que había vendido su país a las infinitas ansias de poder de Napoleón.

El drama evoca el hecho histórico del arresto y condena a muerte por garrote vil en 1831 de Mariana Pineda, una mujer a la que también cantó García Lorca. Pero esa mujer vive también hoy entre nosotros y en cualquier país del mundo en donde la mujer sigue siendo atenazada, maltratada, sojuzgada, escondida y ninguneada.

La función se abre con las notas dolientes pero esperanzadas de una guitarra que, intermitentemente, van a estar presentes hasta el final de la función. Una mujer está en una celda en la que el mayor lujo es el de una humilde silla en la que, de vez en cuando, ‘Mariana’, apasionadamente encarnada por Lucía Álvarez, se sienta. Un tanto alejado de ella hay un hombre, su carcelero, encarnado por Marcos Pereira. “Hoy todavía no ha venido. Le estoy esperando. Abre la puerta, me apunta y dispara… La pistola no está cargada… “¡Ese hombre no sabe que se ha convertido en mi calendario!, ¡Él, con su tortura miserable…!” Violentamente y en un momento dado, el carcelero se abalanza sobre la presa, la coge de los pelos y la arrastra sin piedad sobre el suelo de la celda. El eco de las notas rasgadas de la guitarra añade aún más dolor y desgarro a la situación.

El monólogo que Lucía Álvarez desgrana con intensidad, con dolor, con fuerza imparables a través de su voz grave, de su cuerpo cubierto con un rojo vestido largo, y con sus manos asiendo con la misma fuerza que delicadeza la bandera morada que bordó para que sirviera de sostén anímico a la lucha que mantiene un grupo de hombres, en el que también está su novio, para intentar derribar un sistema político arbitrario, corrupto y caprichoso. La policía del régimen pilló a ‘Mariana’ con las manos en la masa y eso le ha costado cárcel, torturas, desesperación, silencio y miedo, pero también firmeza, convicción y determinación de seguir en la lucha hasta el final, cueste lo que cueste, incluso su propia muerte.

Y, al mismo tiempo, Marcos Pereira interpreta sin pronunciar una sola palabra, bastándose con su gesto y con su cuerpo, al carcelero y torturador de Mariana, a su amante y al juez que determina su ingreso en prisión. Impresionante su presencia muda, su gesto tenso, determinado o enamorado (según el personaje al que esté dando vida en cada momento). Unas veces sentado en un extremo del escenario, otras rodeándolo concentrado, caminando muy lentamente en torno a la figura de Mariana, y materializando siempre los fantasmas que recorren la vida y los recuerdos de la granadina mientras espera su inexorable final: “Estoy sola y soy la misma libertad”.

La mano de David Ojeda, director del montaje, ha querido que la desnudez escenográfica presida la función (apenas un balde de zinc, de aquellos de nuestras abuelas, una silla y una bandera son el austero diseño escenográfico de Mónica Florensa), y ha dejado que los propios actores se expresen con la libertad que le faltó a Mariana Pineda. Es justamente lo mejor que puede decirse de la labor de dirección, que parezca innecesaria precisamente porque su función reside en eso, en que la palabra y los personajes brillen con luz propia, sin grandes alharacas, sin excesos ni artificios escenográficos ni interpretativos.

Palmyra Teatro (Lucrecia y Judith o De lo fingido verdadero), la compañía que dirige también David Ojeda, cumple en esta ocasión un viejo sueño, el de haber podido hacer accesibles para personas con discapacidad sensorial o intelectual todas y cada una de las funciones de ‘Mariana’. Ha sido así gracias a la colaboración de Fundación SIGNE y el CESyA (Centro Español del Subtitulado y Audiodescripción). Un camino que no estaría demás que intentasen también recorrer muchas otras compañías de teatro público o privado.

‘Mariana’

Texto: José Ramón Fernández

Dirección: David Ojeda

Elenco: Lucía Álvarez y Marcos Pereira

Músico: Carlos Ramos

Asistencia de Dirección: Sara Akkad

Diseño Iluminación: María José de Pomar

Diseño de Espacio Escénico: Mónica Florensa

Producción Ejecutiva: Rosel Murillo
Una producción de Palmyra Teatro y Fundación SIGNE
Agradecimientos: CESyA y Plenainclusion-Madrid.

Teatro Fernán Gómez, Madrid

Del 1 al 12 de diciembre de 2021