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Todos rufianes

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 20 de diciembre de 2021, 11:14h

Este año que termina se cumplió el setenta aniversario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, fundada en México en 1951, un año en el que México no mantenía relaciones diplomáticas con España. Mucho antes, en 1870, se había creado una fundación de Academias Americanas con el metal aún caliente de las armas de las independencias en cuyo reglamento se dice: “Una misma lengua hablamos, de la cual, si en tiempos aciagos que ya pasaron usamos hasta para maldecirnos hoy hemos de emplearla para nuestra común inteligencia”. En 1871 se creaba en Colombia la primera Academia Americana de las 23 que hoy componen la Asociación de Academias de nuestra lengua. Estas referencias hablan bien claro de cómo nuestro mayor tesoro cultural no es ocurrencia de ninguna especie de nacionalismo castellano ni del imperio de las legendarias espadas de la conquista, sino de una “común inteligencia”. Es significativo observar, por contraste, cómo la mejor conservación de lenguas autóctonas del continente americano se produjo allí donde los misioneros españoles se esforzaron en sistematizar y estudiar las lenguas indígenas para mejor transmitir a las poblaciones nativas el mensaje cristiano, provocando zonas de bilingüismo que persisten. Pero la “común inteligencia” que ha hecho posible que, en el siglo XXI sea conocida nuestra lengua por seiscientos millones de personas es un fenómeno cultural impresionante cuyo máximo desarrollo se está produciendo, en nuestros días, muy lejos de imperativos políticos o religiosos. No existe otro fenómeno similar sobre el planeta más que el abrumador uso internacional del inglés.

Es penoso que, en este mismo año, tenga que invocarse la Constitución y las sentencias de los tribunales de justicia para proteger al español dentro de España. Si se tratase de una ingenua sobrevaloración de las lenguas de ámbito regional por parte de las personas naturales de territorios constitucionalmente convertidos en Comunidades Autónomas, se podría considerar fruto de un ingenuo infantilismo idiomático, comprensible y hasta disculpable como el fanatismo de los hinchas de un equipo de futbol. Pero cuando, como es evidente, es producto de una política esquizofrénica que utiliza su autoritarismo local para hacer del idioma un arma para dividir lo que está unido y construir una muralla contra “la común inteligencia” de esa gran familia universal de los hispanoparlantes, entonces, no estamos ante un entrañable cultivo de la cultura propia sino ante una aberración histórica.

Esta aberración es el peor enemigo del bilingüismo que es la única fórmula que permite compatibilizar la expansión de los grandes idiomas internacionales con la salvaguardia de lenguas de menor proyección internacional, portadoras de profunda sensibilidad popular y exquisita literatura. Este bilingüismo es sentido y deseado por la mayoría de los catalanes, frente a las presiones políticas del “solo catalán”. El bilingüismo triunfa doblemente donde se aplica con pedagogía equitativa y las inversiones monolingüistas fracasan en todas partes porque son un camino sicológico hacia el rechazo a las imposiciones políticas. Solo producen profesionales degradados por su dificultad expresiva fuera de su área regional y personas infravaloradas por un aprendizaje exclusivamente oral o familiar que les distancia de su promoción a los altos niveles de la ciencia, la cultura y la especialización. Siendo esto así, resulta repelente, por no decir dramático, ver los medios informativos de finales de año ocupados insistentemente por unos casos sintomáticos, como el de unas familias presionadas en Cataluña por reclamar en justicia que se aplique a sus hijos el derecho a recibir una parte menor de su educación en español, dificultando que se cumpla “el deber de conocer y el derecho a usar el idioma común de todos los españoles” según dispone el Articulo III de nuestra Constitución. Es un síntoma de autoritarismo palurdo por parte de los inductores y un síntoma de cobardía vergonzosa por parte del Gobierno de la nación, obligado a cumplir y hacer cumplir la Constitución. Es una burla escuchar a ciertos nacionalistas catalanes la frase “El catalán no se toca” cuando lo único que se está tocando es el idioma común de todos os españoles. Es ridículo oír al consejero de educación de la Generalidad, llamado José González, que la llamada “inmersión lingüística” se seguirá aplicando en todos los centros públicos mientras lleva a sus hijas a aun centro donde no se aplica la inmersión del “solo catalán”. La división que están provocando no es entre nacionalistas y constitucionalistas sino entre los hijos de familias pudientes o influyentes, todas bilingües, y los menos favorecidos, todos monolingües. El bilingüismo de nuestra época no es fruto de ninguna imposición sino del sentido común que se acompaña del respeto a la diversidad.

La instrumentalización de una lengua territorial para intentar conformar unas mentalidades de carácter nacionalista es una estafa a la población que padece la práctica de formar ciudadanos sin empatía y con dificultades para vivir y trabajar en “común inteligencia” con el área geográfica que los rodea y sobre la que les interesa proyectar sus influencias culturales y mercantiles. No es preciso teorizar mucho para que se comprenda. Basta escuchar la retórica con que adorna la lengua española Rufián, diputado catalán de origen andaluz, formado en el estrecho círculo del catalanismo totalitario. Se expresa tan torpemente en español como en catalán. Pero da la impresión de que la Generalidad nacionalista no tiene otra obsesión lingüística que fabricar en serie millones de Rufianes. El resultado de la operación inmersiva es fácil de suponer: Todos rufianes.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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