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Respeto, reconocimiento y lealtad

lunes 27 de diciembre de 2021, 10:07h

Desde el mismo momento de su proclamación como rey de España, Felipe VI ha querido hacer de su reinado ejemplo de transparencia y de austeridad. No es, pues, extraño que sea un hombre responsable, minucioso, respetuoso, paciente, conciliador y máximo defensor de los valores constitucionales que fijan la forma del estado español como una monarquía parlamentaria.

En estos tres últimos años, sin embargo, ha tenido que encajar con serenidad y estoicismo las críticas lanzadas contra la Corona no solo desde formaciones políticas independentistas o antisistema sino también desde el seno del mismo consejo de ministros. Una situación inaudita, sin parangón alguno en otras monarquías europeas y que, desde luego, tampoco sufrió su padre, el Rey Juan Carlos I en su largo reinado.

Como cada año cuando llega la víspera de Navidad, el Rey dirige un discurso a la nación que, lógicamente, no satisface a todos. El de este año no iba a ser menos y les faltó tiempo para criticarlo a los chicos de Bildu, los podemitas, nacionalistas catalanes y vascos y a las formaciones antisistema, partidos todos en los que se sustenta el gobierno de Pedro Sánchez.

Da lo mismo lo que diga o deje de decir el Rey para que estas formaciones ataquen despiadadamente cuantos juicios salgan de boca del monarca, por muy razonables que sean. Lo de reinar, pero no gobernar es lo que lleva consigo, que a sus detractores o enemigos nunca les baste que el Rey señale con acierto las carencias y los problemas del sistema, aunque recuerde cariñosamente a los habitantes de La Palma, pondere la eficacia de las vacunas, subraye las dificultades de muchos hogares para llegar a fin de mes con un IPC y un coste de la energía desbocados, o apunte con especial preocupación a quienes están buscando trabajo infructuosamente.

Incluso aunque lance mensajes que más parecen recogidos al dictado del propio gobierno Sánchez, como estos que señalo a continuación: «Todos deseamos una sociedad avanzada en lo económico y social, con empleo estable y digno, y con un Estado del Bienestar sólido; queremos una sociedad que siga impulsando la igualdad entre hombres y mujeres, que favorezca el progreso individual y social; y aspiramos –por supuesto– a que sea puntera en tecnología, en innovación, que esté en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático y plenamente comprometida con la sostenibilidad de nuestro planeta y su equilibrio medioambiental». Da lo mismo, digo, porque el discurso del Rey hay que criticarlo porque así debe de estar escrito en los manuales de los partidos antimonárquicos o, dicho de otro modo, republicanos. Y aunque todos ellos sean valores plenamente compartidos por derechas e izquierdas.

La pugna, sin embargo, es asimétrica porque uno, el monarca, está obligado a seguir fiel y escrupulosamente las leyes, empezando por la Constitución, mientras que los otros se valen de cualquier subterfugio o estratagema para burlarlas todas, empezando por la misma Constitución, buscando mil y una maneras de saltársela para no tener que ajustarse a ella en los términos expresos que marcan su posible modificación o, incluso, derogación. Lo dijo también Felipe VI en el mensaje del 24 de diciembre: «Ha sido y es la viga maestra que ha favorecido nuestro progreso, la que ha sostenido nuestra convivencia democrática… Merece por ello respeto, reconocimiento y lealtad».

Tres aspectos, estos últimos extraídos del mensaje de Su Majestad, que el espectro anticonstitucionalista no solo ignora conscientemente, sino que, incluso, desprecia con toda el alma. Ni respetan la Constitución, ni reconocen en ella el sostén de estos más de 40 años de progreso social, político y económico de España, y menos aún le guardan lealtad alguna porque, para derribarla es válido, a su juicio, cualquier método. Así las cosas, no me digan ustedes si no hay que ser un estoico, un campeón de la compostura, de la dignidad y del respeto para no caer ni una sola vez en las constantes provocaciones de las que es objeto tanto su persona como la institución a la que representa.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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