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¡Intolerable lo de Garzón!

sábado 08 de enero de 2022, 10:12h

En las fiestas de los pueblos no faltan nunca un listo, un gracioso y un torpe. En el gobierno de España sucede otro tanto. La elección de las figuras de los dos primeros modelos se las dejo a su elección, pero la tercera -estoy seguro de que coincidiremos en ella-, se la lleva por goleada el ministro de Consumo, Alberto Garzón.

Preguntado en la cadena SER sobre si se arrepentía, o no, de sus recientes declaraciones al diario británico The Guardian, donde criticaba la sostenibilidad y la calidad del producto de las megagranjas españolas, Garzón volvió a ratificarse: «Lo que dije tal y cual lo dije es impecable. He traducido a un espacio político lo que se ha hablado en áreas científicas».

Que la portavoz del gobierno de España haya desautorizado a posteriori -eso sí, con la boca pequeña-, a su compañero de mesa en el Consejo de Ministros, puede constituir, si quiere, una ligera sorpresa. Pero la que, por coherencia, honestidad y decencia política, se debe esperar, la del presidente del gobierno en forma de cese fulminante, no se preocupen que no va a llegar. Y no lo va a hacer porque en ese gobierno bicéfalo que preside, la facción de Unidas Podemos ha otorgado a Izquierda Unida (que forma parte de esa amplia coalición de izquierda radical), dos carteras: la que ostenta Yolanda Díaz al frente del ministerio de Trabajo, y la que comanda Alberto Garzón en Consumo. A Díaz le interesa tener de compañero en el ejecutivo a Garzón porque así su estrella brilla mucho más, y con luz propia. Y, en ese diabólico equilibrio de poder que mantiene a Pedro Sánchez en Moncloa, al presidente no se le va a ocurrir tocar un solo peón del tablero de Izquierda Unida sin el visto bueno expreso y previo de su vicepresidenta segunda, es decir, de Yolanda Díaz.

Sánchez ha tenido ya múltiples oportunidades de deshacerse de la figura de Garzón en su gabinete y, si no lo ha hecho aún, no lo va a hacer tampoco ahora. Y todo, independientemente de que las declaraciones de Garzón irriten profundamente a todo el sector de la industria cárnica (el cuarto más importante del tejido industrial español, y con unos cien mil trabajadores directos en él), a los veterinarios que vigilan la idoneidad para el consumo humano de las reses de todas esas granjas, al Colegio de Veterinarios que debe de sentirse igualmente menospreciado, y a Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación que –al menos en teoría-, debiera trabajar en defensa de los intereses del sector ganadero español y que, hasta el momento, no ha dicho ni “esta boca es mía”.

Pero lo peor es que afirmaciones como la del ministro de Consumo, a quien más perjudica es a eso que ahora se llama la “marca España”. Si nada menos que un ministro del gobierno de este país critica frontalmente la producción de carne de las granjas de gran tamaño de su propio país, se perjudica profundamente su economía, y de paso a la misma Unión Europea, por no hacer cumplir una legislación sobre la materia que debiera cuidar todos los aspectos que el ministro critica.

La manifiesta torpeza de Garzón –prefiero pensar que es eso y no su maldad-, unida a la falta de competencias de peso de un ministerio que, antes de ser elevado a la categoría de tal, era simplemente una dirección general, mantienen a un ministro ocioso cuya mayor gloria consiste en complicarle la vida a su presidente y en hundir la economía de su país.

Las polémicas del ministro en dos años de legislatura son más que notorias. La más grave, además de esta última, quizás fuera la primera, lanzada al inicio de la pandemia, cuando desaconsejó realizar reservas de viajes en España para el verano, levantando una auténtica guerra contra el ministro desde todo el sector turístico español. Después, en el verano de 2021, Garzón se descolgó en las redes recomendando que se redujera la ingesta de carne roja, y tuvo que ser el mismo Pedro Sánchez, quien desautorizase a Garzón: «A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible». Pero también anunció que, a través de un Decreto, se iba a proteger a los menores frente a la publicidad de productos no saludables y excesivamente azucarados (refrescos, bollos industriales, golosinas, etc.). Presentó también un polémico recetario para demostrar que una comida rápida y barata no tiene por qué ser insana (y eso a pesar de que en su boda no faltó el solomillo en el menú). Y se sacó de la manga también un supuesto sistema Nutriscore, un semáforo nutricional que determina a través de un indicador visual si un producto es o no saludable. Pintoresca, asimismo, una simbólica huelga de juguetes convocada recientemente que arrancó con un polémico vídeo protagonizado por muñecos que, puño en alto, anunciaban la huelga.

Todo un abanico de iniciativas esperpénticas que, si no fuera por las consecuencias económicas que sin duda llevan consigo y que perjudican a decenas de miles de trabajadores de este país, mueven tanto a la sonrisa indulgente como al desprecio de un político que hace ya tiempo que debiera haber dejado el gobierno y haber emigrado a alguno de sus modelos de país y de sociedad: Venezuela, Corea del Norte y, sobre todo, la tropical Cuba. Si me equivoco y un día el presidente Pedro Sánchez decide prescindir de su dudosa colaboración, lo celebraré con todos los españoles y así descansaremos un poco más tranquilos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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