Ciudadanos se ganó en sus primeros tiempos de política nacional el apodo de 'partido veleta'. Se decía decía de ellos que, tal y como este objeto, se movía a un lado o al otro según soplaba el viento o, lo que es lo mismo, según interpretaba que era mejor seguir una corriente ideológica u otra.
Después del famoso y fallido pacto de Albert Rivera con Pedro Sánchez para gobernar tras las elecciones de 2015, a lo largo de 2016, estas 2 formaciones rompieron lazos, se suponía que para siempre. Desde entonces, Rivera tomó la decisión de endurecer su línea ideológica y pretendió sustituir al PP como fuerza hegemónica del centro-derecha.
Adiós a cualquier pacto con la izquierda moderada y se enarboló la bandera contra Podemos. Tras sostener en 2016, tras la repetición electoral, al segundo Gobierno de Rajoy, se vio fuera de sitio tras la caída de éste en 2018 en la moción de censura. De nada sirvieron las alegrías en elecciones autonómicas varias y los 57 diputados logrados en las primeras elecciones de 2019. Ese año fue el año increíble para los naranja. Alcanzaron su cénit y lograron entrar en gobiernos regionales, pero rechazar al PSOE a nivel nacional le costó ser absorbido por la derecha de PP y Vox.
En la repetición electoral de noviembre se quedaron con 10 escaños. Rivera tuvo que dimitir y se acabó de golpe, cuando menos se esperaba, el partido que estaba llamado a sustituir al PP de la Gürtel y los demás casos de corrupción, que parecía que había tocado fondo tras la salida de Rajoy. El resto de la historia ya la conocen: llegó Inés Arrimadas como único posible recambio y desde entonces volvió, más que nunca, la atribución del apodo de partido veleta.
Etapa Arrimadas
Arrimadas ha dado varios giros de tuerca a los apoyos de ida y vuelta al Gobierno. Desde acercarse a la heredada foto de Colón a apoyar los estados de alarma o ahora esta reforma laboral del Gobierno y dar aire a la legislatura. Pocos tienen clara la posición futura de un partido que está llamado a casi desaparecer del espectro político, y que tendrá el domingo 13 en Castilla y León su verdadera prueba de fuego en las urnas. Si consigue ser importante, aunque baje en escaños, tendrá la llave del futuro Ejecutivo autónómico y ya ha adelantado que jamás volvería a hacer presidente a Alfonso Fernández Mañueco.
En realidad no es sólo un problema de nombres: ya sabe cuál es el riesgo de sostener gobiernos del PP, ya sea entrando como parte de las coaliciones o no. Le ha salido mal en Madrid y Murcia, y apenas resiste en Andalucía, donde Juanma Moreno ha optado por la vía tranquila y esperar a finales de año para adelantar las elecciones y romper su sociedad con los naranjas, evitando más terremotos.
Los de Arrimadas mantienen este difícil equilibrio y aseguran que apoyan esta reforma laboral como mal menor y la excusa perfecta es la de siempre: evitar que los nacionalistas metan sus manos e introduzcan cambios en leyes estatales. "El Gobierno nos garantiza que no va a tocar una coma y que Bildu y ERC no estarán en el acuerdo", declaró anoche la líder de Ciudadanos en una entrevista en la 'SER'.
La enésima pirueta de Ciudadanos, aún sin conocer su repercusión en el electorado.
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