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Atención, estación en curva

viernes 11 de febrero de 2022, 11:53h

Siguiendo, como tantas veces, el tan sabio como irónico consejo de Unamuno de que lo importante en la vida es pasar el rato, andaba un servidor enfrascado en la lectura de una hermosa historia de amor, cuando en los entresijos del relato descubrí que el aviso tan frecuente en algunas líneas del Metro de Madrid: Atención, estación en curva, al salir tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén, tiene su correlato en el Underground o the Tube londinense en un escueto: Mind the gap, que viene a significar que ojito al hueco, la brecha o lo que sea, que de manera inminente va a alterar la planitud del suelo del vagón.

Frente a la explicación y advertencia en extenso que ofrece el transporte subterráneo de Los Madriles, un sobrio, sucinto y conciso: Mind the gap. Sin más.

Verdaderamente, no se me ocurre mejor ejemplo de lo que los lingüistas llaman ahorro o economía del lenguaje, un fenómeno que se da en cada idioma y que a veces, como es el caso, tiene su traslación interlingual.

Superado el estupor por lo antedicho, con toda seguridad procede volver sobre la narración amorosa de la que surgió, y aunque, como ya he explicado en alguna ocasión, en mis amaneceres lectores fui bastante más del género del Oeste que del “rosa”, intentaré referir de la mejor manera posible, y posicionado en ese “lugar para ver y no ser visto”, que solían ocupar en el saloon los forasteros de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía.

Los protagonistas de este singular romance son la médico de la sanidad pública británica Margaret McCollum, y un actor de la misma nacionalidad, aunque nacido en Hamburgo en 1929, Oswald Laurence (nombre artístico de Oswlad Richard Loeser), que a mediados de los años cincuenta empezó a trabajar para el cine en papeles secundarios, pero de cierta relevancia, como el que representaba en la película Tres hombres en una barca, bajo la dirección de Ken Annakin. Su fama fue en aumento tras intervenir con Roger Moore en la película El Santo, en 1962, y en la serie televisiva Sierra Nine, que comenzó a emitirse un año después. En 1969, los responsables del metro de Londres, fascinados con su voz, le eligieron para grabar la famosa advertencia: Mind the gap en distintas líneas y estaciones de la red de ferroviaria urbana más antigua del mundo.

Pero poco a poco su estrella se fue eclipsando y a finales de los ochenta ya había abandonado el mundo artístico para dedicarse al trabajo de guía turístico en una agencia de viajes y en una compañía de cruceros. Fue precisamente en una de esas giras, concretamente por Marruecos, cuando la doctora Margaret McCollum, que pasaba sus vacaciones con unos amigos, se enamoró de aquella voz, y al poco, de todo lo que había detrás de su hermosa dicción.

Iniciaron un romance y decidieron compartir sus vidas trasladándose a vivir al elegante barrio residencial de Hampstead, en el norte de Londres. Se casaron en 2003, pero poco después Oswald vio seriamente agravados sus problemas cardiovasculares y acabó falleciendo el 15 de julio de 2007.

Su desconsolada esposa siguió trabajando en el sistema sanitario británico y cada día acudía a sus deberes trasladándose en metro. Le viniera o no de paso, procuraba pasar siempre por la estación de Embankment, en el entorno de Charing Cross y municipio de Westminster, la única de las 242 paradas del metro londinense donde aún se podía oír la voz de su afinado pero finado esposo advirtiendo a los pasajeros del riesgo de introducir el pide entre coche y andén. Mind the gap.

Pero un aciago día de 2012 Margaret comprobó que la grabación de Oswald había sido sustituida, como en casi toda la red, por un mensaje robotizado y digitalizado, un poco al estilo de nuestras ahora tan familiares “Alexas”.

Atormentada y contrita acudió a las oficinas de Transport of London, empresa que gestiona el Underground de la capital británica, para tratar de conseguir la grabación original con la que atesoraría un recuerdo auditivo, casi vivo, de su amado.

La corporación se tomó muy en serio el asunto y, tras buscar con paciencia en los archivos, lograron dar con la grabación original, que restauraron y grabaron en un CD para enviársela por correo a Margaret.

Tras el laborioso ejercicio de rescate sonoro, los ejecutivos de Transport of London consideraron que podrían hacer algo más por aquella viuda enamorada, cuya peripecia les había conmovido, y procedieron a la reactivación del mensaje original en la estación de Embankment, donde su presencia ocasional, sentada largo rato en un banco del andén, no pasaba desapercibida para bastantes de los millones de personas que a diario transitan por ella.

Cuentan algunos de esos pasajeros habituales que hace dos años que no ven a Margaret. Probablemente como efecto colateral de la pandemia, pero la voz de Oswald Laurence sigue advirtiendo machaconamente del riesgo: “Mind the gap”.

Jorge Luis Borges, el escritor y pensador que nos enseñó que todos somos griegos en el exilio, sostiene que: “… el alma está contendida en la voz humana”.

Empezamos a acercarnos al trasfondo de la historia.

De otro lado, Ursula Kroeber Le Guin, la autora estadounidense mundialmente famosa por sus obras de ficción especulativa y de literatura fantástica, nos acerca un paso más a la esencia de la historia sentimental de Oswald y Margaret cuando escribe: El amor no es inerte como una piedra. Hay que crearlo, como el pan, rehacerlo y amasarlo continuamente, una y otra vez.

Piensen en ello cuando escuchen la voz mecánica que les anuncia: “Atención, estación en curva, al salir tengan cuidado de no introducir el pie entre coche y andén”.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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