Payasos y personas

En campaña electoral suele uno ver las más acendradas actuaciones de los líderes políticos y esta quincena Castilla y León ha sido pródiga en sandeces y sandios.

Cuando criticaba al gobierno de Rajoy, con sus más y sus menos, la crítica era sobre gestión; hoy, sin embargo, hablar del PP es como hablar de los payasos: García Egea es Pierrot, buenos trajes, serio, aparentemente digno y autoritario; Casado Blanco es el Augusto con barba grotesca, zapatos enormes y una permanente impertinencia. Es el que, sin querer queriendo, desestabiliza el statu quo y desbarata cualquier iniciativa constructiva. Con él, la catástrofe está asegurada. Y Alberto Casero, el Contra-Augusto, el Augusto del Augusto, un payaso torpe que no entiende nada, lo olvida todo, y cuyas acciones terminan siempre en un desastre.

Mención aparte merece Alberto Garzón, el hombre que no hace nada en España, en España hay un hombre que no hace nada, y que cada vez que abre la boca sube el pan y baja la bolsa. Garzón degenera en el cómico bobo que cuando ayuda se enreda en sus propios pies y acaba formando la marimorena entre propios y extraños.

Nuestros malos malísimos son Sayas y Adanero, UPN, los hermanos Malasombra que quieren ser jefes de la tribu por encima del jefe de la tribu, Esparza, y para ello hacen trampas, traicionan, mienten y dan puñaladas como la de Juan Sánchez Trapera a Juan Sánchez Aranda (Úbeda, S XIV) que se acogió a sagrado en una iglesia pero así y todo el Trapera lo mató a cuchilladas.

Entretanto, Putin amenaza con invadir Ukrania y dejar a Europa sin gas, Biden habla por “mí y por mis compañeros” dejando a Von der Layen y a Borrell el papelón de malos comparsas y, último por ahora, ahí tenemos al "brillante e inteligente" Boris Johnson que dice papá y comete cuatro errores, eso sí, ahíto de cerveza o de un champán baratongo servido en vasos de plástico que ya es ser cutre.

No voy a mirar más allá, ni a la Región de los Locos en el Noreste que con su pan se lo coman, ni a la sequía, ni al tongo a la mamamamamaaaaa o a las pandereteiras galegas. Pero lo cierto es que necesitaba ver gente buena que hace bien las cosas entre tanta sórdida mediocridad y, por casualidades de la vida, he podido asistir discretamente a la preparación de la gala de los Goya en Valencia y allí, inesperadamente, he encontrado el sosiego que necesitaba: artistas, eléctricos, iluminadores, sonidistas, atrezistas, guionistas, productores, todo un ejército de profesionales diligentes, proactivos y trabajadores que bajo las batutas firmes y amables del director Dani de la Torre y su adjunta a dirección están preparando un mecanismo de altísima precisión en el que todo está calculado al milímetro y… no voy a desvelar nada, pero les recomiendo que no se pierdan la retransmisión de la gala porque va a ser espectacular, con ritmo y toda la luz y belleza de este Levante privilegiado.

Pondré un par de ejemplos, pero los vi a miles: dos chicas jóvenes, las asistentes de la ayudante de dirección, (desconozco sus nombres, lástima) no descansaban un segundo ni abandonaban sus cometidos. Con presteza asombrosa y anticipándose incluso a las órdenes precisas de su jefa, allanaban el camino de cualquier obstáculo menor pero fatal: un conductor que se retrasa, un foco que de pronto se apaga, el maquillaje de alguien del coro, una necesidad imperiosa de alguno de los artistas, etc. Y todo sin dejar de sonreír, sin dejar de trabajar, sin un reproche ante el agotamiento.

Necesitaba un empujón para volver a creer en nosotros mismos pues últimamente mi fe en España decaía, y estas tres mujeres y el equipo que están dirigiendo me lo han dado y con bastante fuerza. Es necesario destacar por encima de la vagancia el trabajo bien hecho de millones de españoles anónimos que solo tienen en la cabeza un mantra: Hazlo mejor; gente ajena al runrún de las vacas ofendidas por un bueno para nada; gente que saca adelante el país sin prestar atención al postureo de unas ministras Barbie porque estas son las personas que hacen la intrahistoria de que se nutre la historia.