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El atlantismo hipócrita lesiona gravemente a Ucrania

miércoles 23 de febrero de 2022, 07:53h

De acuerdo con el clima atlantista exultante de la reunión de Múnich de la OSCE, a la que no asistió el gobierno de Moscú, si un solo tanque ruso atravesaba la frontera con Ucrania, le lloverían a Rusia las sanciones más impactantes. Es decir, los bancos rusos quedarían bloqueados, Alemania dejaría de importar gas ruso e incluso estaría dispuesta a reconsiderar su negativa a enviar tropas a la zona, Italia abandonaría su posición ambigua y Francia se sumaría a las severas sanciones europeas.

Pues bien, tras el reconocimiento de Rusia como repúblicas independientes de las regiones autónomas del Donbás, los tanques rusos ya han cruzado la frontera por el este y ninguna de las tremendas sanciones occidentales se han puesto en marcha. Londres, que compite por ser el más atrevido de la OTAN, apenas ha puesto sanciones provisionales a cuatro bancos rusos; Alemania ha congelado la orden de puesta en marcha del segundo gaseoducto con Rusia, pero no ha tocado el primero, que es en realidad el que actualmente provee de gas al país; el gobierno italiano continúa con su reticencia a emprender sanciones contra Rusia y el presidente francés sigue con su política de intermediación entre Washington y Moscú. Ya lo ha dicho la presidenta de la Unión Europea, Ursula von der Layen, si Rusia no avanza hacia Kiev, las sanciones europeas no serán tan severas.

¿Entonces?

Pues todo indica que hay, en efecto, un reverdecimiento de la ideología declaratoria atlantista, pero poco más. La suerte del Donbás no parece mejor que la que siguió la península de Crimea. Mucha alharaca, muchos aspavientos, pero al final del día será Ucrania quien asuma los gastos de la competición interhegemónica, perdiendo otra parte de su territorio. Y ya se sabe que Estados Unidos no va a intervenir de forma unilateral en Ucrania, incluso si Kiev se lo pidiera, porque Ucrania no es territorio OTAN y lanzarse al enfrentamiento sin el respaldo de la Alianza no está entre los planes de Washington.

Existe toda una línea de argumentación de este atlantismo hipócrita que consiste en denunciar al gran desestabilizador que es Putin, como lo denomina el diario El País (hoy sumido en una posición unilateral que desinforma a la opinión pública). El autócrata Putin, el recuperador del gran imperio, el perseguidor de toda disidencia interna, es el culpable de todo lo que le suceda a Ucrania.

Pero, cabe la pregunta: ¿Cuál es la novedad? Putin podrá ser todas esas cosas y más, ¡¡pero eso ya lo sabíamos!! El fondo de la cuestión consiste en dilucidar cual es la mejor estrategia para Ucrania y no para satisfacción del enfrentamiento entre potencias. Y al tratar de responder a esa cuestión es cuando se desnuda el relato del atlantismo hipócrita. En su desarrollo en décadas anteriores, la Conferencia de Seguridad y Cooperación en Europa, ya había descubierto que la mejor forma de enfrentar a la autoritaria Unión Soviética no era la estrategia de la disuasión confrontativa, sino el poner en práctica la doctrina sueca de la seguridad compartida. De ahí se pudo establecer el conjunto de medidas de Estocolmo (1986) sobre confianza mutua, desarme y distensión.

Si en vez de mostrar ese espectáculo de atlantismo bochornoso en la reunión de Munich, la OSCE hubiera respondido a sus propios principios, Putin no tendría ningún argumento acerca de la agresividad occidental, sobre todo para su consumo interno.

Y es en este punto que los atlantistas más elaborados (tipo Carmen Claudín o Felipe González) se equivocan de plano, cuando afirman que el autócrata no tiene el apoyo de la población en Rusia. El respaldo unánime del parlamento (la Duma) a la decisión de Putin de reconocer a las provincias del Donbás como repúblicas independientes resulta una buena referencia. En la petición previa, la Duma solo lo había hecho por mayoría, pero ahora lo hace por unanimidad. Todas las informaciones mínimamente rigurosas muestran que Putin tiene detrás el apoyo de la mayoría de la población rusa. Y tal cosa no cambia la naturaleza no democrática del régimen de Putin. Pero el fortalecimiento de las autocracias nunca ha sido mayor que ante la amenaza externa.

En suma, el atlantismo hipócrita va ser de nuevo el mayor riesgo para Ucrania, país que va a pagar nuevamente la competencia hegemónica en su territorio. Una verdadera vergüenza para los europeos, que no han sabido recuperar las lecciones aprendidas de la OSCE. ¿Será cierto que la memoria colectiva no existe?

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