Cuando acabe la guerra

Cuando llegue el calor amable de mayo, cuando se acaben los kilos de arroz recogidos bajo la presión del impacto sentimental de hoy, cuando el litro de gasoil esté por encima de los cuatro euros, cuando ir a trabajar sea un coste inasumible para los trabajadores, cuando las energéticas nos regalen un día de cada treinta por solidaridad pero no bajen las tarifas, cuando todas las cadenas de supermercados sigan el mal ejemplo de los más espabilados y suban los precios un 30%, cuando los tomates estén a precio de gamba y las gambas a precio de perfume de Chanel, cuando ir a la playa esté solo al alcance de los oligarcas, cuando una tortilla de patatas sea un lujo porque ni para el gas que la cocina, ni para los huevos que la texturizan, ni para el aceite que la fríe lleguen nuestros exiguos sueldos, cuando Europa entera arda en barricadas por no poder pagar ni el agua del grifo, cuando Volodímir Zelenski ya no nos importe vivo y lo santifiquemos muerto, cuando la hipocresía de la aristócrata, vieja y comodona Europa no tape más nuestros costurones reventados, cuando el presidente Pedro Sánchez haya enmarcado en diploma sus mil mentiras de serpiente, cuando descubramos que el podcast de Pablo Iglesias se llama Al Qaeda -la Base- y no nos importe, cuando aprovechando la pobreza humana los mezquinos independentistas traidores de la Región de los Locos exijan una libra de nuestra carne mortal, cuando muriéndonos de hambre veamos a Arnaldo Otegi twitear que es el momento de liberar Euskadi, cuando la generación de blanditos que hemos amamantado con esmarfones lo haya complicado todo tanto que solo una guerra mundial lo pueda remediar, cuando Irene Montero haya matado al feminismo con alevosía y a traición gastándose 17.000 millones de euros en chorradas queer, cuando Abdelkader Bensalah nos diga que su preciado gas argelino vale el triple y que apechuguemos, cuando en las pasarelas de moda las modelos vayan con hiyab porque la libertad es elegir ser esclavas, cuando Vladimir Putin haya invadido Georgia, se haya comido Moldavia y mire Azerbaiyán con ojos golositos, cuando la ONU, la OTAN, Xi Jinping, George Soros y Emmanuel Macron encuentren una “salida digna” para el zar del Kremlin y se acabe la guerra de Vladimir Putin, cuando el dipsómano Boris Johnson haya acabado con todas las reservas de garrafón de Marks & Spencer, cuando no quede vivo ni uno solo de los Monty Python para advertirnos de nuestra deriva y el mundo sea todavía más tenebroso, estúpido y gris; cuando la tierra sea plana, los milennials gobernantes y el área 57 un parque temático, cuando Dios, Jehovah y Alá sean un grito de guerra, cuando las hostias sagradas sean de colores y formen los logotipos redondos de Pepsi o Burger King, cuando Vox lidere la oposición y esté a punto de gobernar por mayoría absoluta, cuando persignarse sea una superstición como tocar madera, cuando las viejas vuelvan a vestir de negro y las monjas de blanco, cuando ir armado no sea peligro sino esperanza, seguiremos sin darnos cuenta de que solo somos unos descriteriados llenos de consignas.