www.diariocritico.com

Las vueltas que da el balón

domingo 17 de abril de 2022, 10:32h

Desde hace ya algunos años, la vida de los libros resulta espantosamente efímera. En España, cada temporada se editan unos cien mil títulos de los que, aproximadamente un tercio, lo hacen en soportes como el electrónico y los otros dos, unos sesenta y muchos mil, en papel.

Tal anonadantes cifras generan un volumen de impresión, que, teniendo en cuenta los cada vez más altos costes de almacenamiento, resulta inasumible para las editoriales. Así, pasado un tiempo que progresivamente se ha ido acortando, las empresas proceden a convertirlos en confeti y pulpa de papel, de manera que, o el lector está muy vivo y atento, o se encuentra con que lo que busca ya ha desaparecido de la circulación.

Queda entonces el recurso de rastrear en el mercado de usado y viejo, pero en algunos casos el interés intrínseco de la obra hace que la oferta de precios se dispare hasta extremos difíciles de aceptar.

Algo así y a grandes rasgos es lo que le vino a ocurrir al título Futbolistas de izquierdas, del periodista, guionista y presentador televisivo Quique Peinado, Premio Ondas en 2018, que Léeme Editores publicó en 2013. El libro se agotó en un plis plas y el precio en segundo mano empezó a subir como la espuma.

Ahora, el pasado mes de marzo y por fortuna, ha sido reeditado por Fuera de ruta y el precio vuelve a ser asumible para cualquier bolsillo (incluido el de mi entrañable camarada Antonio Ruda que a bien tuvo hacerme graciosa donación del mismo).

Merece la pena rascárselo un poco porque se trata de una obra originalísima, entretenida e iluminadora de un apartado muy poco conocido en el universo futbolero: el de los artistas del balompié que, como Reinaldo, José Ángel Iríbar, Sócrates, Vicente del Bosque, Lilian Thuram, Oleguer Presas, Damiano Tommasi, Ángel Cappa, Paul Breitner o Cristiano Lucarelli, no tuvieron rebozo en hacer público, cada uno en el nivel que consideró, su compromiso ideológico y su adhesión a las ideas de progreso. Futbolistas que en el caso de los españoles desoyeron la moraleja del consejo que un día le diera Francisco Franco al director del diario falangista Arriba, Sabino Alfonso Fueyo: “Haga usted como yo y no se meta en política”.

Empezaba a agonizar el régimen franquista y su líder supremo cuando el 27 de agosto de 1975 el BOE publicaba un Decreto de Ley Antiterrorista bajo cuyo dudoso amparo legal, con efectos retroactivos y tras confesiones arrancadas bajo tortura, se condenaba a muerte de once presuntos militantes de ETA y del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico).

Medio mundo se movilizó contra la execrable medida y tanto la ONU, como la Unión Europea y el Papa Pablo VI, junto a multitud de autoridades e instituciones extranjeras, pidieron la conmutación de la pena máxima. En España, Nicolás Franco, intercedió ante su hermano para que reconsiderara la decisión.

El gobierno cedió en parte y concedió tal privilegio para seis de ellos. En día 26 de septiembre, el Consejo de Ministros aprobaba por unanimidad la condena a muerte de Jon Paredes Manot, “Txiki” y Ángel Otaegui, de ETA, junto a José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sainz y Xosé Humberto Baena, del FRAP, que fueron apioladas al alba del día siguiente en Barcelona, Burgos y Hoyo de Manzanares, Madrid.

A pesar de que se trataba de una “ejecución pública” se prohibió terminantemente que a la misma asistieran familiares o allegados. El único civil que estuvo presente fue don Alejandro Peñamedrano, párroco de Hoyo de Manzanares. Muchos años más tarde, en septiembre de 2005 relataba a la revista Interviú: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó”.

La misma noche del 27, los jugadores del Racing de Santander estaban concentrados en el hotel Rhin para jugar al día siguiente contra el Elche en los Campos de Sport del Sardinero un partido de Liga. Dos de ellos, el valenciano Sergio Manzanera y el vizcaíno Aitor Aguirre, que compartían habitación, consiguieron sintonizar Radio España Independiente, “La Pirenaica”, y supieron de las ejecuciones que la prensa vespertina de Madrid ya había publicado. Consternados, y después de darle varias vueltas, consideraron que debían expresar su desacuerdo y pesar de alguna forma. Finalmente decidieron que durante el partido harían algo para testimoniar una señal de duelo.

Ambos se comprometieron a guardar su decisión en el más absoluto secreto y cuando al día siguiente ya estaban en el túnel de vestuarios y recibiendo las últimas indicaciones de su entrenador, José María Maguregui, se retiraron a un rincón discreto y el uno al otro se ataron los cordones de las botas a las mangas de las camisolas.

Y así saltaron al campo y así marcó Aguirre el primer gol que ponía en ventaja a su equipo. Sin embargo, en los últimos compases del tiempo inicial algunos espectadores afectos al régimen comprendieron el significado de aquel aditamento y empezaron a pitarles cada vez que tocaban el balón.

Concluida la primera parte, se dirigieron a los vestuarios con el resto de sus compañeros y allí descubrieron que les esperaban varios agentes de la Brigada Político-Social. Inmediatamente, éstos les conminaron a quitarse los improvisados brazaletes, que recogieron cuidadosamente como si se tratara de la prueba crucial de un delito. No obstante, se les permitió volver al campo, con el compromiso de acudir a comisaria al día siguiente para declarar. Aguirre volvió a marcar y el partido acabó resolviéndose favorablemente para el Racing con un tanteador de dos a uno.

Personados en dependencias policiales, el presidente del club, José Manuel López Alonso, intentó justificar la acción por el aniversario de la muerte de un expresidente histórico, Ramón Santiuste García-Quintana, pero la argucia no coló y el caso pasó a la Brigada de Investigación Social del Gobierno Civil. El fiscal pidió cinco años y un día de cárcel para cada jugador, pero el proceso se sustanció con una multa de trescientas mil pesetas, que finalmente se rebajo a cien mil “por alteración del orden público”.

En los días siguientes, ambos recibieron amenazas de muerte provenientes de grupos de extrema derecha y se les intervino el correo, pero Franco murió el veinte de noviembre, y tanto el régimen como sus correligionarios de pronto tuvieron otros importantes asuntos de los que ocuparse.

Aitor Aguirre fichó en la “Operación Retorno” por el Athletic de Bilbao en el verano de 1977 y años después sería transferido al Recreativo de Huelva, para terminar su carrera deportiva en el Sestao Sport, donde la había iniciado. A partir de entonces se introdujo en el mundo de la restauración, y desde 1988 es propietario del asador Aitor en la localidad vizcaína de Getxo.

Por su parte, Manzanera abandonó el futbol para estudiar medicina, licenciándose en 1987 en la especialidad de Estomatología. Posteriormente formado en Medicina de Empresa, desde hace años regenta la clínica dental Manzanera en Valencia.

Bien está lo que bien acaba.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios