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Pegasus y Mortadelo y Filemón, agentes de información

jueves 28 de abril de 2022, 07:48h

He estado dos meses dedicado íntegramente a ultimar un libro sobre la interpretación del rompecabezas ucraniano. Mi humilde perspectiva, por cierto, no era tan disparatada cuando hace ahora siete años escribí Ucrania frente a Putin (Ed. ViveLibro, 2015) alertando de una posible III Guerra Mundial. Esperemos que ahora suceda otro tanto cuando ya estoy a punto de bautizar públicamente el nuevo libro como Putin contra Ucrania y Occidente (Crónica de una doble invasión anunciada), y vuelvo a las andadas de la res publica patria que, ni por asomo, deja respiro al personal. Aquí -como en el juego de la oca-, vamos de sorpresa en sorpresa, “y tiro porque me toca”.

No me resisto a comentar más adelante ese giro de ciento ochenta grados -por lo demás, tan imprevisto como inopinado-, del presidente Sánchez sobre la postura española en el Sáhara, cuando ya estamos metidos de hoz y coz en otro lío de los que hacen época: Pegasus, las actuaciones del CNI y los cambios -por la puerta de atrás, para no variar-, de las reglas del juego, ni más ni menos que de la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso de los Diputados. Y todo ello para dar cabida a ERC y a Bildu, los representantes políticos que ven en el estado español a su mayor enemigo.

Es como poner a un pirómano en el seno de una brigada de bomberos, o a una zorra a guardar un gallinero. Algo así es lo que ha propiciado Meritxell Batet, presidenta del Congreso, al forzar la inclusión de algún diputado representante de ERC y Bildu en la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso a pesar del veto del principal partido de la oposición, el PP.

Para entrar a formar parte de esa Comisión, hasta ahora se necesitaba una mayoría de tres quintos del Congreso, es decir, 210 diputados en lugar de los 176 que supone la mayoría absoluta, lo cual hacía indispensable el voto del PP. Ahora bastará con esta última mayoría, la absoluta, para poder lograrlo. Es la vía que ha encontrado Sánchez y que ha puesto en práctica Batet para intentar aplacar los exaltados ánimos y la progresiva falta de confianza independentista en el gobierno motivada por las presuntas escuchas del CNI a través de la tecnología informática de origen israelí denominada Pegasus que, al parecer y presuntamente, se utilizó con varias decenas de líderes independentistas catalanes en plenas negociaciones de estos con el actual gobierno para apoyar o denegar su investidura.

Para la presidenta del Congreso hay que «posibilitar que el pluralismo político representado en la Cámara tenga acceso a las materias clasificadas a través de un diputado por cada grupo parlamentario». Lo curioso es que eso solo se le haya ocurrido tres años después de echar a rodar el acuerdo del gobierno con Unidas Podemos y los grupos independentistas. Y, además, a Batet se le olvida un pequeño detalle, que tanto Bildu, como ERC o JxC, no tienen ningún problema en utilizar los resortes del estado democrático para intentar acabar con el mismo estado que les da cobijo en sus instituciones.

Algo tan inaudito que, hoy por hoy, nadie pensaría que pudiese suceder en los parlamentos de EEUU, Rusia, Reino Unido, Alemania o Israel, pongamos por caso. ¡Es inimaginable que cualesquiera de esos parlamentos incluyesen a un yihadista en la comisión parlamentaria correspondiente que entendiese de los programas antiterroristas de la CIA, el KGB, el MI5, el BND o el Mosad! Aquí en España, sin embargo, sí. Y es que, ya lo dijo el entonces Ministro de Información y Turismo, don Manuel Fraga Iribarne, Spain is different.

Se trata solo de calmar los ánimos ofendidos de ERC y de Bildu, -sin olvidarnos de los de Unidas Podemos, claro-, aunque eso implique que la relevancia internacional de España esté bajo mínimos, por mucha cumbre de la OTAN que tengamos ahí mismo, a solo unas semanas vista. ¿A qué gobierno occidental se le va a ocurrir revelar un operativo confidencial a un socio con miembros de extrema izquierda pro Putin sentados en su Consejo de Ministros, o a independentistas en la comisión correspondiente del Congreso de los Diputados? Obviamente a ninguno.

Creo que ya es el momento de recuperar a aquellos agentes míticos de nuestra literatura de cómic, Mortadelo y Filemón. Posiblemente con ellos alcancemos mayores cotas de credibilidad y de confianza que, a través de nuestro CNI, con controladores de su actividad tan marcadamente antisistema.

Con estos jueguecitos patrios del corto plazo, no nos engañemos porque lo que de verdad interesa a Unidas Podemos no es otra cosa que la cabeza de la ministra de Defensa, Margarita Robles, una de las más valoradas por la opinión pública española en las encuestas de opinión, precisamente por el constitucionalismo a ultranza que destilan todas sus declaraciones. De ella depende el CNI y a ella le ha correspondido defender la legalidad de sus actuaciones en el pleno de control al gobierno de ayer, miércoles 27 de abril. Y al presidente del gobierno lo que de verdad le interesa es mantenerse a toda costa en la Moncloa. La votación de hoy en la que se juega en el Congreso la convalidación del decreto con las medidas económicas para paliar la crisis magnificada por la guerra en Ucrania pasa por obtener el apoyo, cueste lo que cueste (inclusión de los independentistas en la Comisión de Secretos Oficiales incluida), porque de otro modo la situación de permanente equilibrio inestable del gobierno se vería sensiblemente alterada, y entonces tendría necesariamente que pasar por la negociación con el PP y hasta ahí no pueden llegar sus actuales socios de gobierno.

¡Ah!, y no olvidemos tampoco que los nacionalistas catalanes llevan usando ya varios años sistemas de control ciudadano contra los denominados catalanes españolistas, de un cariz parecido a la tecnología Pegasus, un programa que, por cierto, también intentó adquirir la Generalitat al estado israelí pero que este no le vendió porque únicamente lo hace a estados soberanos e independientes, cosa que esperemos nunca llegue a ser Cataluña, ni siquiera con gobiernos como el de Pedro Sánchez. Hasta para los independentistas, muy ofendidos ellos, una cosa es predicar y otra dar trigo. Una máxima que no olvidan nunca en sus implacables intervenciones Mortadelo y Filemón. Con ellos podremos estar tranquilos.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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