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Sáhara, Marruecos y Pegasus

jueves 05 de mayo de 2022, 08:21h

La cesión de Pedro Sánchez en marzo pasado ante Marruecos en el tema del Sáhara sin informar de ese giro de ciento ochenta grados en la política exterior española ni a Argelia, ni a la parte de Unidas Podemos integrada en su Gobierno y, por supuesto, mucho menos al principal partido de la oposición, el PP, como tácitamente venía haciéndose desde hace cuatro décadas en todo lo referente a la política de estado, fue otro de los juegos de prestidigitación que vienen marcando la aparentemente errática política del gobierno socialista, orientada a dejar boquiabiertos a propios y a extraños en cada nuevo paso político que da.

Si ya sorprendió el cambio de postura del gobierno español sobre el Sáhara ante su vecino del Sur, más aún lo hizo la forma de darse a conocer: El rey Mohamed VI hizo pública una carta del presidente español en la que este le comunicaba que España abandonaba su tradicional posición de neutralidad y que, a partir de ese momento, apoyaba la postura de Marruecos para ofrecer una autonomía a la excolonia española.

El cambio de Madrid ante el conflicto saharaui-marroquí se vio desde el primer momento como muy grave porque, si en general, la estabilidad política y económica de un país es fundamental para atraer a él la inversión extranjera y fomentar la creación de empresas y, consiguientemente, la creación de empleo, lo es más aún en el ámbito internacional donde la previsibilidad de las posturas de los países es un bien de enorme valor, y las sorpresas como la del Sáhara se pagan en forma de desconfianza incluso entre las cancillerías amigas.

Desde el principio, el recelo se instaló también entre buena parte de los propios ciudadanos españoles que no llegaron a entender el porqué de ese giro inesperado. Con ese acuerdo entre Moncloa y Marruecos no se veía por ningún lado que se fuesen a frenar los deseos y las permanentes aspiraciones del gobierno marroquí sobre los territorios españoles del norte de África (Ceuta, Melilla, los Peñones de Vélez de la Gomera y de Alhucemas y el archipiélago de las Chafarinas). Más aún, en el hipotético -y esperemos que improbable-, caso de que en algún momento se produjera esa cesión de España a Marruecos, son muchos los expertos en Derecho Internacional que piensan que eso plantearía un gravísimo problema político porque, en ese caso, el gobierno haría una evidente dejación de la soberanía nacional. Y, por otro lado, se pondría en peligro a las Islas Canarias, porque ese sería el paso siguiente de las autoridades de Rabat.

Por otro lado, y no es ni mucho menos un tema baladí, el suministro de gas a España por parte de Argelia ha quedado gravemente comprometido al entender el gobierno argelino que el acercamiento de España a las posturas marroquíes sobre el Sáhara es un gesto manifiesto de enemistad del gobierno Sánchez con Argel. Es difícil haber escogido un momento más crítico en pleno conflicto ruso-ucraniano que –entre otros muchos-, está trayendo como consecuencia inmediata un encarecimiento rampante de los costes de la energía en todo el continente europeo, dependiente como es, en un alto porcentaje del suministro de gas ruso. Paralelamente, y como era previsible suponer, Argelia no ha tardado en dejar de considerar a España como socio principal de entrada de su gas hacia Europa y ha trasladado esa consideración hacia la vecina Italia.

En fin, que por mucho que se le dé vueltas al tema, y dejando al margen las implicaciones éticas e históricas de España como potencia colonizadora, no hay forma de entender qué ventajas supone para nuestro país ese cambio radical de postura sobre el Sáhara. Aunque, en esta misma semana hemos conocido que, en mayo del año pasado, parece que el gobierno de Marruecos, a través del software Pegasus accedió al terminal del presidente del gobierno. En la denuncia presentada también esta misma semana por el ejecutivo ante la Audiencia Nacional, el móvil del presidente del Gobierno fue infectado entre los días 19 y 31 de mayo, dos días después de que más de ocho mil menores marroquíes cruzasen la frontera con Ceuta. Marruecos abrió el 'grifo' de la inmigración como represalia por haber metido de forma semiclandestina en España a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario.

Situar, pues, el espionaje a Sánchez en el marco de la crisis con Marruecos es razonable. Paciencia. No hay movimiento político, por muy oculto o despistante que sea, al que finalmente los medios de comunicación no acaben por encontrar una explicación fundamentada en los hechos, no en las sospechas. Este será también uno de ellos, no le quepa la menor duda.

Quizás entonces entendamos mucho mejor cómo una crisis gubernamental casi permanente, como es la que vemos en el seno del gobierno de Pedro Sánchez desde el mismo momento de su constitución, se puede transformar en una crisis de estado (monarquía, constitución, política exterior, agitación constante y enfrentamiento ideológico entre la población, ataques a la Iglesia, nueva ley de educación, ley de eutanasia, radicalización del feminismo, paso del ejecutivo de responsable a víctima en el caso del espionaje a los independentistas catalanes, y un largo etcétera). Lo dicho: paciencia, que todo llega.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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