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Nombres propios: Rubén Darío

lunes 09 de mayo de 2022, 10:25h

A las seis de la tarde monto con dificultad en el metro de la estación Rubén Darío. Lleno total. Al momento me fijo en los pasajeros y son bastantes los que van con banderines-bufandas de un equipo futbolero. El partido empieza a las nueve pero se nota que lo animan varias horas antes. Mi gozo en un pozo… creía que la aficionada Isabel Díaz Ayuso, presidenta de Madrid, tenía “magia” para consolidar-ampliar la afición taurina.

A las siete en punto desfilan la torería y derivados. Un minuto de silencio por los abonados y taurinos muertos por la maldita o maldito COVID. Correcto detalle.

Tres toreros jóvenes que han salido por la puerta grande en las penúltimas temporadas y… poco más de dos tercios de público en las gradas.

Los toros de Montalvo-J. P. Domecq justitos de trapío… más de uno anovillado. Toros más blandos que fuertes, más sosos que alegres, más negados que bravos para la lidia… y con arrebatos de mansitos. Una cosa anodina, algo así como la socialdemocracia cuando sale a la tribuna del Congreso-Senado.

Con esa “oposición”, hay buena disposición de los toreros… pero no hay emoción en el ruedo.

D. Luque sujeta a su abanto y huidizo segundo toro, faena de altibajos…hay petición de oreja y da la vuelta al ruedo por su ciencia-experiencia. López Simón en su actitud-aptitud habitual… pero sin materia prima. A. Lorenzo no se entiende con el toro menos malo de la corrida y se supera en el último de la tarde. Revolcón y oreja “fácil”. Ojo con las orejas “fáciles”… crean más adicción a lo superficial que afición a la profundidad.

No, ayer no hubo toros para la poesía. Lo siento también por el poeta Rubén Darío. Sin toros, los toreros-toreos se quedan en teoría.

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