El dios de la lluvia se apiadó de Paco Ureña, cuya encerrona en solitario se despeñaba, muy a su pesar, hacia el fracaso estadístico y torero. Le echó un capote y en medio de un tormentón -también de viento- cambió de forma rotunda el contradiós.Hasta un sobrero mansote y noblote, como todos los lidiados, de Conde de Mayalde cambió su comportamiento y comenzó a embestir a la flámula empapada del lorquino. Lo que hizo que desde los tendidos se valorase más su esfuerzo, y, claro, buen toreo. Llegó el estallido colectivo, y ante el éxtasis, Ureña nos ofreció varias cortas series mayormente en redondo que eran esencia de canela y terciopelo. Se creció y hasta se desplantó de hinojos ante ‘Hortelano’, al que fulminó del único buen espadazo de toda la función, lo que le valió para cortar el trofeo.
En este éxtasis, en semejante y compulsiva desconcatenación astral, parte de la gente -el maleducado gentuzo- llenó el ruedo de almohadillas, como síntoma y expresión de lo que estaban disfrutando, y también porque ya no las necesitaban para protegerse con ellas de la lluvia, cuyo dios, cumplido su milagro, se la llevó de un plumazo, tal y como la había traído.
Es verdad que ese toreo sobre la mano derecha, de profundidad paulatina desde la ribera de la elegancia al puro cauce y desgarro sentimental, era oro puro como lo eran, en menor medida, eso sí, los remates a las series. ¿Faena de oreja? En otras épocas con la alta exigencia de la cátedra venteña, no. Mas teniendo en cuenta las que se han regalado este serial con labores de menor calibre artístico, con el añadido del espadazo hasta las péndolas, pues…
Luego volvió todo a la mediocridad tirando a petardo de los cuatro bicornes anteriores, pésimamente presentados y deslucidos, que sólo permitieron a su matador dejar detalles, tibias volutas artísticas en dos quites por chicuelinas y gaoneras y en varios muletazos sueltos. Cual aconteció con el que cerró festejo, otro manso ayuno de sangre brava con el que volvió a estrellarse el lorquino en su afán de echar otra oreja en su esportón y abrir así la Puerta Grande.
¿Estuvo mal Ureña? ¿Desaprovechó algún toro encastado y boyante? No. Sin embargo en conjunto, tras verse obligado a este gesto por el maltrato de la empresa -como las de Valencia y Sevilla- a la hora de confeccionar los carteles, pese a ser el triunfador absoluto del último San Isidro, no ha pegado el aldabonazo que quería y merecía.
Una vez que dio el paso definitivo para esta encerrona -y quizás nunca mejor empleada la palabra- en solitario, el error suyo y de su apoderado fue doble: por un lado en la elección de cuatro de las ganaderías, las de Ventana del Puerto, José Vázquez, Adolfo Martín y Juan Pedro Domecq, ninguna de las cuales está en un buen momento.
Con la mala suerte de que dos que están medio funcionando a las figuras, Domingo Hernández y Victoriano del Río, tampoco cumplieron las expectativas. Y, de otra parte, un cero absoluto al veedor por la bochornosa elección de los bureles, muy lejos de las exigencias de Madrid, un auténtico saldo, que para mayor inri salieron más descastados de lo que se preveía. Menos mal, que el de Mayalde, el dios de la lluvia y la desconcatenación evitaron el fracaso absoluto. Que no es poco. ¿O sí?
FICHA
Toros de VENTANA DEL PUERTO,DOMINGO HERNÁNDEZ, ADOLFO MARTÍN, JOSÉ VÁZQUEZ, CONDE DE MAYALDE -sobrero en sustitución del anunciado de Juan Pedro Domeq, devuelto por inválido-, y VICTORIANO DEL RÍO, sin trapío, excepto el último; mansos, flojos y descastados, excepto el codicioso 5º. PACO UREÑA, único espada: silencio; ovación; saludos; silencio; oreja; palmas. Plaza de Las Ventas, 21 de mayo. 14ª de Feria. Lleno (19.992 espectadores, según la empresa).
Crónica del festejo anterior
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.jpg "Cae una organización gallega que suministraba 'narcolanchas' a redes del Estrecho de Gibraltar")
