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Haciendo amigos

jueves 16 de junio de 2022, 14:16h

El afán permanente de Pedro Sánchez por eclipsar la figura del jefe del estado español, SM el rey Felipe VI, aflora con cada nuevo episodio de política nacional o internacional que puede ser aprovechada por el inquilino de la Moncloa para hacerlo y hacérselo notar.

La última ocasión ha sido ese volantazo que ha dado sobre la posición española en torno al Sáhara hace solo unos meses y sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo y, menos aún, a sus socios de gobierno, de legislatura y, muchísimo menos aún, al Partido Popular de Feijóo. Y eso que el asunto es de Estado, de esos que conviene consensuar con la mayor parte del arco parlamentario.

Pero, ¿comunicaría Sánchez su decisión a Felipe VI antes de dirigirse al monarca marroquí, Mohamed VI, a través de esa carta que este se apresuró a hacer pública pillando a contrapié tanto al presidente del gobierno español como a su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares? La única verdad sobre el tema es que Sánchez da la callada por respuesta y, posiblemente, actuase de modo personal y que Felipe VI no se enterase del giro de 180 grados dado a la política exterior española sobre el tema del Sáhara tras 50 años sin que la diplomacia española variase un ápice su postura sobre la excolonia, y eso a pesar de los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP que han ido ocupando la Moncloa durante estos años.

Claro que nunca antes un presidente de gobierno había sido tan presidente como lo es Pedro Sánchez. Ni Suárez, ni Calvo Sotelo, ni González, Aznar o Zapatero osaron dar un giro tan radical sobre la política exterior española que, además, comporta tantas y tan graves consecuencias geopolíticas, estratégicas, energéticas y económicas como el dado por Sánchez. El nuevo rey Sol de la política española se ofende, incluso, cuando la oposición -da igual que sea de derechas que de izquierdas-, le pide explicaciones por ese cambio tan radical e inesperado de conceder a Marruecos, sin contrapartida alguna -al menos que sepamos-, la tutela del Sáhara apenas un par de meses después de que, probablemente, fuera la inteligencia de Mohamed VI quien accediese a gran parte del contenido del móvil del presidente español.

Luego Albares o Sanchez, anticipándose a una cadena posterior de declaraciones de buena parte del resto del gobierno español, se hacen los sorprendidos y hasta los ofendiditos, cuando el presidente de Argelia da un puñetazo sobre la mesa y denuncia el acuerdo de amistad firmado con España aludiendo a ese giro político sobre el Sáhara.

Las consecuencias de la decisión de Sánchez son incalculables porque, en plena crisis energética mundial como consecuencia de la guerra de Ucrania, el gas argelino es más valioso que nunca y, aunque España tiene firmado con el país norteafricano un contrato de suministro que llega hasta 2032, el precio del gas a suministrar va a sufrir importantes modificaciones de precio que, por supuesto, tendremos que pagar todos los ciudadanos españoles.

La errática gestión del presidente del gobierno español no se limita a sus alianzas políticas –lo mismo alguien se ha olvidado ya de las negativas del entonces candidato a pactar con Iglesias y Unidas Podemos para evitar largas noches de insomnio en Moncloa-. Se fueron ampliando después a la alergia a visitar el Congreso de los Diputados para rendir cuentas de sus acciones de gobierno; la utilización abusiva de reales decretos leyes; la variación e inconsistencia de su política sanitaria frente al covid; el indulto a los políticos independentistas catalanes –ahora socios imprescindibles para la gobernabilidad del país-; a su uso arbitrario y caprichoso del Falcon; a enturbiar y oscurecer esa proclamada política de transparencia informativa de la acción de gobierno, o a dar la espalda a la calle porque, en cada salida que ha intentado, se ha encontrado con la manifestación contraria de los ciudadanos en forma de abucheos y gritos de desaprobación de sus políticas.

Ahora, y por si lo anteriormente enumerado, fuera materia banal e inconsistente, a Pedro Sánchez no se le ocurre otra cosa que tomar una decisión radical y personalísima sobre un tema esencial de la política exterior española como es el Sáhara. Claro que, como es ya habitual en él, si se trata de capitalizar algún éxito de cualquier orden –la llegada de las vacunas, la entrega teórica de los fondos de la UE, etc.-, se convoca a todos los medios aliados para anunciarlo a bombo y platillo las veces que hagan falta.

Por el contrario, si el error es manifiesto, la responsabilidad es del ministro de turno. Que se lo pregunten si no, a González Laia, Ábalos, Calvo, Illa, Celaá y algunos otros de sus exministros. Ahora el turno, mucho me temo, le va a tocar a su ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, por mucho que la Constitución de 1978 proclame bien claro que es al presidente del gobierno a quien corresponde marcar la orientación de la brújula de la política exterior española durante todo su mandato.

Sánchez, en fin, parece haberse marcado el objetivo de ir haciendo amigos allá por donde pase. Lo está consiguiendo. Lo que no ha pensado, quizás, es que aquellos que ha ido dejando en la cuneta posiblemente estén aguardando el momento para manifestarle su “agradecimiento”. Eso por lo que se refiere a puertas adentro. Los de puertas afuera, como el mismo presidente de Argelia, Abdelmayid Tebún, manifiestan su descontento con la celeridad que les parece.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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