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Baño de realidad

miércoles 22 de junio de 2022, 08:09h

Una de las características -quizás la principal-, de los dirigentes fantasiosos es la de confundir realidad y deseos. El pueblo, según ellos, solo acierta cuando al votar respalda su propuesta política. Ahora bien, si la voz de las urnas, por muy clara que sea, apunta en dirección contraria a la del líder fantasioso, entonces es el pueblo quién no ha acabado de entender su mensaje, sus propuestas o sus políticas. ¡Cómo no!, ¡ El líder nunca se equivoca! Es el ciudadano, voluble, inconsistente y fugaz quien no acaba de estar nunca a la altura de las circunstancias históricas que le han tocado vivir.

No es extraño, pues, que incluso en circunstancias tan claras como las resultantes en Andalucía tras la votación del pasado domingo, 19 de junio, las formaciones políticas que han visto caer estrepitosamente sus expectativas electorales, se resistan a ver la realidad contundente de las cifras –votos y escaños son aquí los únicos datos objetivos-, y a la hora de salir a interpretar públicamente lo que ha votado el pueblo, se pongan a elucubrar sobre asuntos varios que, a la postre, lo único que encierran es su frustración, su rabia y su desprecio al pueblo que, como no les ha votado, ha dado una muestra incuestionable de inmadurez y miopía políticas.

Por ahí iban los tiros en las interpretaciones de Lastra y demás portavoces del partido del gobierno y de sus coaligados que habitan un espacio aún más a la izquierda. Todo con tal de no reconocer que el pueblo ha dado al presidente Sánchez una patada en el culo de Juan Espadas y que aquí solo ha habido un vencedor incuestionable, Juanma Moreno, que ha llegado a los 58 escaños ante la mirada perpleja e incrédula de toda la izquierda andaluza, que ha sufrido el mayor retroceso en toda la historia de la democracia. Todo lo demás es autoengaño y tiritas para intentar cortar una realidad que habla por sí sola y con una claridad meridiana.

Intentar ahora desligar el resultado de las votaciones en Andalucía -del mismo modo que las anteriores en Castilla-León, Galicia o Madrid-, es ponerse una venda en los ojos para no ver una realidad que duele al partido del gobierno de la nación porque le es abiertamente adversa. Sus constantes divisiones frente a temas clave; el permanente sectarismo de sus acuerdos y decisiones que, al menos, están dirigidos contra media España; su manifiesta incompetencia a la hora de atajar la crisis económica, inflacionaria y energética; sus acuerdos con partidos nacionalistas y abiertamente antiespañoles y un sinfín de cuestiones más, es evidente que han ido influyendo en el cambio profundo de postura de los electores gallegos, castellanos, madrileños o andaluces que, si en un momento dado, han prestado su apoyo al PSOE de Sánchez, su andadura errática, soberbia y triunfalista, ahora no gusta a esos mismos ciudadanos y, en consecuencia, le retiran ese apoyo en favor de otros dirigentes que, hoy por hoy, les parecen más fiables y moderados.

Porque, se diga lo que se diga, la batalla política española, tanto en las elecciones generales como en las autonómicas –en las municipales mucho menos porque ahí cuentan más los nombres de proximidad-, se libra fundamentalmente por atraer a los ciudadanos que buscan el centro político. Administrar ese voto después es ya harina de otro costal. Ahora hay que decírselo a Sánchez, que engañó clamorosamente a sus electores (no pactaré con Iglesias; no me apoyaré en formaciones como Bildu; si no hay arrepentimiento entre los presos de ETA no habrá generosidad con ellos, etc.), como en las filas de Ciudadanos habrían debido escucharlo también a su tiempo tanto Rivera como Arrimadas. Ahora creo que ya es tarde, tanto para uno como para otros, porque a menos de un año de volver a convocar elecciones autonómicas en las demarcaciones restantes -por cierto, en buena parte gobernadas por socialistas-, y a año y medio de las generales, la tendencia marca una posible debacle para Sánchez y el PSOE, sobre todo si las bases del partido no son capaces de provocar la autocrítica entre las élites dirigentes y, paralelamente, la consiguiente reconducción de sus políticas.

Cada vez hay menos tiempo para que todo esto pueda producirse. Y la soberbia y la prepotencia son muy malas aliadas para el cambio de rumbo. Al final, y como siempre, en la base de todo está esa tendencia del político iluso en no querer ver la realidad. Luego, claro está, en el pecado va la penitencia.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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