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Nervios en Moncloa

domingo 26 de junio de 2022, 10:37h

Faltó tiempo a los portavoces del PSOE –muchas veces más “portacoces” que otra cosa-, tras los malos resultados para el partido de las elecciones andaluzas, para proclamar contra viento y marea que lo vivido en tierras del Guadalquivir no era, ni mucho menos, extrapolable al resto de la geografía electoral española. Pero el nerviosismo de Ferraz se trasladó también a Moncloa, aunque esta optara por el silencio valorativo inicial.

No hay más que observar la hiperactividad política y legislativa que se ha generado días después en el seno del gobierno y que, de alguna manera, trata de contrarrestar lo que ya parece incontestable, que este es el principio del fin del ciclo político sanchista.

Cuando uno se pone nervioso ya no repara nada en las formas. Aquí lo que interesa es el fondo, y dentro del fondo, los objetivos prioritarios marcados que, para el sanchismo, no son otros que controlar de arriba abajo todas las instituciones del estado y que así nadie se mueva si es que no quiere ser alcanzado por alguna medida del todopoderoso, del gran hermano, de quién todo lo ve, todo lo oye y, por ende, siempre actúa en consecuencia para castigar a los díscolos, a aquellos organismos, funcionarios, medios o ciudadanos que aún están lejos de entender, primero, y de loar después, las siempre beneméritas acciones de gobierno de Pedro Sánchez.

En efecto, la semana posterior al desenlace de las elecciones andaluzas, el gobierno ha dado los pasos necesarios (transitando incluso por la puerta de atrás), para buscar de una vez la mayoría en el Tribunal Constitucional y así asegurarse la viabilidad de las leyes más polémicas y sectarias surgidas desde la mesa del Consejo de Ministros con el apoyo de nacionalistas catalanes y separatistas proetarras.

Pero también para hacerse con la presidencia de INDRA, empresa participada por la SEPI, cueste lo que cueste la jugada gubernamental –que se lo pregunten si no a los accionistas de la empresa que han perdido más de 250 millones de euros, un 20% en un solo día, tras hundirse en bolsa -. Y después de haber recurrido a todo tipo de subterfugios y engaños en el seno del consejo de administración de esa empresa que es capital en el tema de seguridad informática, y en la infraestructura informática para el recuento de los votos en los procesos electorales.

Y la cosa no ha quedado ahí en esta semana de hiperactividad controladora y legislativa porque la larga mano de Moncloa ha llegado también al INE (Instituto Nacional de Estadística), organismo que ha osado reincidir durante estos años en la senda de la objetividad para dar a la luz pública datos sobre el comportamiento del PIB, o sobre la evolución del precio de la luz.

Explicaciones que nunca han satisfecho a los ministros económicos, encabezados por Nadia Calviño, así es que le han cortado la cabeza al presidente del organismo público por seguir incidiendo en abortar el optimismo del gobierno. Un optimismo, por cierto, no compartido ni por empresarios ni por centros de estudios económicos de gran solvencia (BBVA, Colegio de Economistas, etc.).

Maniatada ya también la CNMC, el próximo bastión a batir por el gobierno será, sin duda, el Banco de España, uno de los pocos organismos todavía independientes, por su férrea y tozuda defensa del sentido común en materia económica y monetaria cuando, informe tras informe, aboga por pedir un pacto de rentas para pensionistas y funcionarios desaconsejando que sus prestaciones y sueldos vayan a ser revalorizados con la inflación, que actualmente ronda el 9%.

Y es que al gobierno Sánchez no le gustan nada los mensajeros que portan noticias negras o malos augurios. Ya desde tiempos del todopoderoso Iván Redondo, la Moncloa adoptó el camino de la propaganda, siempre trufada de mentiras o medias verdades –no sé qué es peor-, y la única realidad que admiten es la oficial, siempre llena de luz y de esperanza. Si alguien osa contradecir esas “verdades” públicas, ya sabe cuál será su inmediato destino: la defenestración, el ostracismo y el desprestigio.

Porque aquí parece que no hacen falta medidas de ajuste, de apretarse el cinturón, de contención del gasto, empezando por el sector público, por supuesto, y todo se arregla con dádivas que, teóricamente, están encaminadas a contener la inflación, y en la subida de impuestos, sobre todo a las empresas energéticas, que el gobierno presenta como las causantes principales del incremento de los precios.

No creo que se hayan parado a pensar por un momento que lo mismo es su propia imprevisión, incompetencia e ineficacia. Seguro que, un día de estos, vuelven a sacar a Franco de la tumba para justificar el mal agüero de su alargada sombra. Historias todas que ya no se creen los españoles de a pie.

El resistente inquilino de la Moncloa podrá volver a comprobarlo dentro de año y medio, en la próxima convocatoria de elecciones generales, tiempo suficiente para dejar la economía patria como un erial, aunque seguro que todavía sus departamentos de propaganda seguirán presentando como el más brillante espejo en donde se mira toda Europa. Lo que no dicen es que es para hacer exactamente lo contrario…

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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