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Espadas, falsos patriotas y reyes cabales

viernes 12 de agosto de 2022, 12:00h

No pensaba reincidir en la polémica sobre la espada de Bolívar y la sentada del rey Felipe VI en la toma de posesión del presidente colombiano Gustavo Petro, ya suficientemente glosada, justificada y defendida por analistas políticos, historiadores y jefes de protocolo que, al menos, saben de lo que están hablando. No es ese el caso de los dirigentes morados -Iglesias, Echenique o Asens, pongamos por caso-, cuyo único objetivo sigue siendo alimentar una nueva y artificial forma de volver donde suelen: calentar a las bases para que no cunda el desánimo tras los últimos y reiterados batacazos electorales en Galicia, Madrid, Castilla-León y Andalucía. Cualquier excusa es buena, y esta es de las clásicas para restañar las heridas y volver a ilusionar a las abatidas bases: la malvada España sigue deshonrando al indígena, como ya hizo hace más de 500 años.

Efectivamente, cinco siglos después, la leyenda negra persiste. Generada por intereses bastardos de otras potencias extranjeras contra España, la trola histórica ha seguido engordando sin que el esfuerzo de nuestros historiadores haya obtenido aún el fruto de desarmarla porque es un conjunto de patrañas interesadas cuyo objetivo no era más que el de que los países colonialistas que la generaron pudieran salvar su cara: nosotros quizás fuimos malos, pero los españoles fueron aún peores que nosotros. No vendría mal a los dirigentes morados echar un detenido vistazo al libro de María Elvira roca Barea, Imperiofobia y la leyenda negra (Ed. Siruela, 2017), para ayudarles a poner las cosas en su sitio.

La consecuencia no es ya la evidente pérdida de influencia de España en casi toda Sudamérica, sino la animadversión generada entre sus élites políticas, que aún se han visto más pronunciadas desde que la izquierda radical y populista ha ido alcanzando la presidencia de la república en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, México, Chile, Argentina o, ahora, Colombia, país en el que curiosamente y en mi modesto entender, se habla el mejor español del mundo.

El complejo de nuestras autoridades, cuando no su falta de cultura y la interesada agitación de la izquierda populista patria, patológica y permanentemente obsesionada con todo lo que contribuya a denostar a la Corona. Aunque eso suponga volver a cabalgar con sus propias contradicciones. Como acertadamente ha señalado Javier Lambán, el presidente socialista aragonés, más valdría que los morados comenzaran por no denostar ellos sus propios símbolos constitucionales, la bandera y el himno nacionales, y no secundar falsas polémicas con una espada (posiblemente falsa), de Simón Bolívar, un asunto que ni siquiera figuraba en el protocolo inicial del acto y que, además, ni ha ocupado espacios relevantes en los medios de comunicación colombianos.

Perdimos la guerra del relato y la del nombre al dejarnos arrebatar el término Iberoamérica e Hispanoamérica por el de Latinoamérica que, aun siendo correcto, no es el más exacto como lo son cualquiera de los dos primeros. Y, a fuer de dejar hacer y dejarlo pasar hemos consentido que hoy hasta China y Rusia tengan mayor capacidad de interlocución con los países hermanos que nosotros mismos. Algún gobierno alguna vez debiera ya intentar dar la batalla histórica, cultural, diplomática y económica para situar las cosas en su lugar, a saber, que la contribución de España en tierras americanas ha sido ejemplar desde todos los puntos de vista.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, la parte socialista del gobierno de España ha estado más cerca de la verdad y el sentido común y, a través de distintos ministros, ha quitado hierro al asunto y, si no ha defendido al rey, al menos tampoco ha echado leña al fuego y ha quitado importancia a las reacciones de los líderes podemitas. Si este fuera el comienzo de un cambio de rumbo en la coalición de gobierno, sería para ir echando ya las campanas al vuelo. Pero, no sueñen, no va a ser así. No son más que juegos florales en el aburrido estío de una España que, a fuer de no tener problemas serios –dos cifras de inflación, crisis energética, secesionismo catalán, deuda externa, sectores económicos ya casi al borde de la quiebra…-, se inventa nuevas y apasionantes polémicas como esta de la espadita de Bolívar.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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