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La muerte de la moderación

jueves 17 de enero de 2008, 06:02h

Mariano Rajoy no ha dado, en mi opinión, un buen paso cediendo a las presiones que lo han forzado a dejar en el dique seco a Alberto Ruiz Gallardón. Puede que se haya despejado una incógnita en la sucesión posible del líder del PP, puede que se haya dado un paso hacia la creación de un partido verdaderamente de centro en el futuro -ni el PSOE actual ni este PP pueden afirmar que incluyen posiciones centristas en sus respectivas formaciones-. Y puede que Rajoy haya avanzado un trecho hacia su derrota, que cada vez parecía menos improbable, en las elecciones.

Es incierto que a Gallardón se le pudiese considerar como un peón más a la izquierda que lo que pueda representar su rival interna Esperanza Aguirre; pero es indudable que representa un talante diferente, una apertura hacia otros campos, acaso no tan ajenos a un partido conservador como pudiera inicialmente pensarse. Gallardón lo que no es -era- es la ortodoxia, el ‘sí señor’ perpetuo. Pero gentes como él hacen falta en los anquilosados partidos españoles, carentes de imaginación, como son precisas personas como José Bono en el Partido Socialista.

Lo peor de este ‘affaire’, al margen de las consecuencias que pueda tener para los resultados electorales del PP o para la marcha del Ayuntamiento de Madrid, es que certifica la muerte de la moderación, de los que van por libre, en nuestra política. Primero fue Bono, luego Francisco Vázquez, luego Piqué, o Matas, ahora Ruiz Gallardón. La ortodoxia, la dureza, la inflexibilidad, el seguidismo de las tesis implacables, se apoderan de la política española. Menos mal que Sarkozy nació francés: aquí lo lincharíamos.

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