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Abandonados

Abandonados

viernes 15 de febrero de 2008, 01:15h

 
Los escolares han sido abandonados. Ya no tienen mamá o papá, sino panadería y cantina. Los liceístas y universitarios no tienen familia sino nevera. Los niños ya no tienen abuelos. Cuando cumplen años, los payasos del sitio de hamburguesas les organizan la fiesta y les ayudan a apagar las velitas.

La publicidad en la televisión ha sustituido la nutrición, el sentido común y aquél principio sabio conocido por los maestros y los estados, seg ún el cua l, la inteligencia es cosa que se alimenta.

Bienvenidos al siglo XXI... Pero no se sienten a la mesa.

Porque eso es antiguo y aburrido. Ni pidan cubiertos ni copas, que para eso están las manos y el pitillo.

Que no cunda el desaliento, que no todo está perdido. La gente que ama a sus abandonados algún día los rescatará de la comida chatarra y de la infame bala fría.

I Cada vez con mayor frecuencia, se abren en las ciudades más restaurantes por gente que no sabe, para clientes que no saben y, por tanto, no exigen ni critican. Dado que siempre hay un corazón generoso cercano al nuevo comensal, alguien le servirá algún día un plato de comida como es. Cada cliente que gana la comida sabrosa y que alimenta, huye más temprano que tarde de la cocina banal. Por esa razón, todos los restaurantes montados por gente que no sabe festejan mucho los primeros años, porque al quinto cumpleaños no llegan.

Los comensales rescatados de la publicidad y los fuegos artificiales por el sentido del gusto y una sed por lo bueno -no lo caro, no lo novedoso, sino lo bueno- constituyen un nuevo movimiento. En él se pasan con facilidad los datos usando todos los recursos informáticos hoy en boga, como la Internet.

Cuando viajan, prueban, comparan, copian, aprenden. Como individuos, son los responsables de las ganas de cocinar o de estudiar cocina que sacude la modernidad.

Una sociedad que en poco más de 30 años pasó de cero ganas y capacidad de preparar un desayuno o una cena, a miles de personas deseando vestirse y sentirse cocineros, obviamente algo va a transformar. No importa que se cansen y abandonen.

No importa si sólo algunos llegarán a ser profesionales de la cocina, que es oficio duro, sacrificado, distinto a ser estrella de rock o artista en Holly wood. Algo bueno quedará.

Serán comensales más críticos, compradores exigentes de productos. Será una generación que de no saber diferenciar hortalizas y hierbas aromáticas, ha recuperado para la sociedad el olfato, el gusto y las ganas.

II En los países claves en la construcción histórica de la dieta del Mediterráneo acaban de descubrir que tienen millones de abandonados.

Se encontraron con la novedad, no como uno imagina, contando siluetas anoréxicas y obesos menores de 40 años de edad, sino haciendo preguntas simples en las escuelas.

¿Has comido alguna vez espinaca? ¿Cuánto hace que no has olfateado y mordido un tomate? ¿Cuántas veces comes fruta fresca en una semana? Asustados por las conclusiones, en aquellos países ha n decretado clases sobre alimentación en las escuelas.

Como si fueran los niños y los estudiantes -reflexiona uno- los que cocinan o van de compras.

Alberto Soria
Gastrónomo
[email protected]  

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