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Mitos destructivos

Mitos destructivos

martes 19 de febrero de 2008, 02:31h
El mito revolucionario que proclama, según Chávez, la acentuación de los derechos individuales y de la decisión personal de los ciudadanos está quedando al desnudo.

 

No existen la decisión personal ni los derechos individuales en un régimen cuyo arbitraje lo decide una sola persona que semanalmente se dirige al país desde un púlpito a través de una costosa red de radio y televisión. Como lo han escrito Lomax y Berkowitz, así como muchos otros, "los comienzos de la cultura implantaron sus raíces en la cooperación y la comunicación". El Presidente ni coopera así como tampoco acepta cooperación; y cuando cree comunicarse lo hace con expresiones destructivas: guerras, batallones, fusiles, submarinos, reservas, expropiación, imperialismo, hojas de coca; términos que vienen acompañados por intervenciones, controles, agresiones, ofensas y represión (caso Globovisión).

El prototipo de las "invasiones consentidas", por ejemplo, coordinadas por grupos afectos al régimen, copiaron literalmente el mensaje de la rebatiña de bienes ajenos tantas veces pregonada por su líder. Él lo hace través de disposiciones de dudosa legitimidad mientras sus súbditos lo ejecutan por vías de fuerza. Es decir, por el que más puede. La justificación de que ese mito justiciero y revolucionario "equilibra la posesión" también quedó al desnudo. Ahora hay más escasez de productos básicos, menos industrias productivas, menos viviendas, más miseria y fincas en ruinas.

Nadie le ha comunicado al Presidente, será porque no acepta la comunicación, que durante siglos la propiedad individual aliada al progreso tecnológico aumentaron el rendimiento; y esto determinó que se le adjudicara mucha importancia a la independencia personal dentro de los procesos industriales y políticos. La hipótesis de que la libertad es un asunto personal, sin descuidar el interés colectivo, ganó verosimilitud cuando se acrecentaron las recompensas materiales y por ende el tiempo de ocio. La inacción forzada por la disminución de la jornada laboral propuesta por el Gobierno, por el contrario, conduce a la ruina y el atraso.

El éxito de la mayoría de la clase empresarial creada desde 1958 confirma la viabilidad y deseabilidad de los cambios por mecanismos institucionales y no por la vía del despojo. Siempre, con las limitaciones del caso, se respetó la actividad funcional constructiva lo cual produjo mayores rendimientos y eficiencia productiva en la unidad empresarial. Mal que bien se contaba antes de 1998  con un sistema de producción que, con sus deficiencias, se desarrollaba en consonancia a las exigencias básicas de cada localidad.

No se trata de un ensayo novedoso, el caso de Europa es un ejemplo que revalida los beneficios de la libertad económica. El continente ha logrado un desarrollo económico fenomenal, en relativo corto plazo, y un rendimiento creciente que refuerza el argumento de la utilidad de la elección personal. El terreno era propicio tal como sería hoy en Venezuela si el Presidente desistiera de sus continuas agresiones. La impertinente intervención estatal ha arruinado la poca o mucha actividad privada histórica para suplirla por dádivas insanas. La ruina de Pdvsa y la catástrofe del sistema cambiario así lo evidencia.

Miguel Bahachille
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