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Virus mortal

Virus mortal

miércoles 27 de febrero de 2008, 01:51h

El “virus” entra sin tocar la puerta, como algo imperceptible cuya respiración se siente cuando ya está a la altura del hombro. Al comienzo de la aventura, Fidel Castro sostenía el carácter no comunista del Gobierno; pero luego se supo que en los textos de adoctrinamiento revolucionario se enfocaban diversos problemas históricos y filosóficos con un criterio meramente marxista.

 

El Papa León XIII consideraba al comunismo un “virus mortal, que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y la conduce al peligro extremo de la ruina”. Nada ha sido más grave para los países que entrar en él y nada ha sido más difícil que salir de él.

En el año 1960, el Arzobispado de Santiago de Cuba, para la fiesta de “Cristo Rey”, hizo circular un documento donde denunciaba la falaz habilidad y la poderosa tentación que presentaba el comunismo como recurso aparentemente poderoso para muchos amargados y descentrados, de escaso lastre espiritual; también para muchos incautos, cargados de ilusiones, que caben de sobra en cerebros vacíos de valores sustanciales. “El comunismo entra con preferencia —alertaban— en las mentes de los que son pobres de todo: en particular en las de aquellos que, en medio de tanta pobreza, están extenuados por el rudo y continuo bregar de la vida”.

Los católicos de Cuba no estuvieron al rompe contra la revolución. De hecho, la ayudaron enormemente. Teniendo en cuenta que la dictadura de Batista representó el estertor de un modelo político que ya no daba para más, Fidel Castro y su revolución se presentaban como una alternativa para dar respuesta a las grandes transformaciones sociales que la Cuba de entonces necesitaba; pero les resultaba imposible querer ni apoyar al comunismo materialista y totalitario en que pronto derivó ese proyecto, porque era la negación más rotunda de los ideales por los que lucharon y murieron tantos cubanos.

El “virus” entra sin tocar la puerta, como algo imperceptible cuya respiración se siente cuando ya está a la altura del hombro. Al comienzo de la aventura, Fidel Castro sostenía el carácter no comunista del Gobierno; pero luego se supo que en los textos de adoctrinamiento revolucionario se enfocaban diversos problemas históricos y filosóficos con un criterio meramente marxista.

Una campaña antirreligiosa reptaba por los intersticios del andamiaje fidelista. Se injuriaba y calumniaba a Obispos y prestigiosa instituciones católicas; agentes provocadores interrumpían frecuentemente los actos religiosos; destacados voceros del gobierno declaraban públicamente que ser contrario al comunismo equivalía a ser contrarrevolucionario; se llegó a detener sacerdotes por leer en sus púlpitos los documentos del Episcopado y el lenguaje se tornó virulento contra los “colegios de privilegiados”; la Universidad católica, en La Habana de nombre “Villanueva”, se rebautizó despectivamente como “una Universidad de Yanquilandia” y se acusó a la Iglesia cubana, públicamente, de estar a las órdenes de fuerzas internacionales o potencias extranjeras.

Los Obispos cubanos, en carta abierta al primer ministro Fidel Castro (diciembre-1960), valientemente escribieron: “Cuando se nos atacó personalmente a nosotros pudimos callar porque, si como hombres teníamos el derecho a exigir una reparación, como obispos teníamos el deber de perdonar. Pero cuando se lastima y hiere a nuestros hijos espirituales, no actuaríamos como legítimos pastores de la grey que nos ha sido confiada si no saliéramos en defensa de sus derechos y de su honra”.

Las lecciones están allí y son para aprenderlas: es sencillo desatar el caos y muy rentable generar pobreza. El resultado es que merma la capacidad de respuesta ante los abusos de un régimen. Las carencias cansan, desgastan, frustran. Es extenuante vivir en escasez. Una cosa es aspirar a cambios y otra es confiárselos al encantador de serpientes. Y sobre todo, no pensemos que todo este desbarajuste se debe tan sólo a la incompetencia. Cincuenta años después puede morir el agente del virus, pero no la cepa. 

Macky Arenas
Periodista y socióloga
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