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Retrato de Raúl Castro

Retrato de Raúl Castro

miércoles 27 de febrero de 2008, 01:55h
Fue un mal estudiante desde la primaria hasta la universidad, donde con la mayor desgana tomó algunos cursos. Cuando era un muchacho, sus padres, desesperados, se lo enviaron a Fidel a La Habana para que lo enderezara, y éste lo colocó férreamente bajo su autoridad y lo puso a asaltar cuarteles.

 

El general Raúl Modesto Castro Ruz (n. 1931), nuevo presidente de Cuba, a sus 76 es cinco años más joven que su hermano (lo que no le impide ser el mandatario más viejo de América), pero ésa tal vez es la menor de las diferencias. Fidel es alto, corpulento, locuaz, dado a las complejidades teóricas, terco, colérico, dogmático, solemne, frío, áspero en el ámbito familiar, desorganizado, carente de sentido del humor y narcisista, lo que quiere decir que su nivel de empatía es casi imperceptible. Fidel es un hombre que se ha pasado la vida tallando el busto que desea dejar instalado en la historia. Raúl, en cambio, es de corta estatura, lacónico, sentimental, hogareño, llorón, refractario tenaz a las lecturas y enemigo a muerte de las abstracciones teóricas, pragmático, organizado, bromista y -según sus amigos y familiares, incluidos los que están en el exilio- capaz de tener gestos caseros de afecto y solidaridad. Más que la historia, a Raúl le interesan las peleas de gallos, el whisky y las fiestecillas entre amiguetes. Fidel es un caudillo permanentemente encaramado en un podio. Raúl se sienta en un taburete, delega autoridad, gobierna en equipo y se comporta como una persona normal, lo que no le impide fusilar a cualquiera, como ha hecho en el pasado decenas de veces sin visitar el remordimiento, salvo cuando mató a su amigo el general Arnaldo Ochoa. Cuando era un adolescente, Fidel había decidido ser presidente de Cuba. Raúl soñaba con ser locutor de radio.

La ficha biográfica es conocida. Raúl es el sexto hijo de Ángel Castro Argiz, un gallego laborioso y preñador -diez hijos conocidos de tres señoras diferentes- que se hizo rico sembrando caña en una zona remota de Cuba. Fue un mal estudiante desde la primaria hasta la universidad, donde con la mayor desgana tomó algunos cursos. Cuando era un muchacho, sus padres, desesperados, se lo enviaron a Fidel a La Habana para que lo enderezara, y éste lo colocó férreamente bajo su autoridad y lo puso a asaltar cuarteles. Raúl lo ha dicho: Fidel es como su padre. Lo admira. Lo teme. Es un padre terrible, pero la subordinación emocional a los padres terribles suele ser muy intensa. Cuando era muy joven -esto lo contó un jesuita que los educó a ambos en el Colegio Belén- lo maltrataba de obra. Cuando crecieron, lo maltrataba de palabra. A veces era más cruel y lo maltrataba de silencio. Raúl, ya siendo Ministro de Defensa, sufría mucho, reveló su ex secretario Alcibíades Hidalgo, cuando Fidel no le hablaba, y entonces salía a recorrer los cuarteles del país, triste como la Zarzamora, a la espera de la voz añorada. Las dos familias -por cierto- apenas se visitan. Es Fidel el que ha decidido poner distancia, con el aplauso de su mujer, que nunca tragó del todo a Vilma Espín, la esposa de Raúl, muerta hace unos meses.

En 1953 Raúl se hizo comunista tras participar en un Congreso de las Juventudes Socialistas organizado por el KGB en Viena. En ese viaje conoció al joven agente Nicolai Leonov -luego sería el segundo de a bordo de la siniestra organización y hoy está en el Parlamento, cerca de Putin- y quedó convencido de la superioridad inderrotable de la URSS y del horror sin límites de Estados Unidos. Poco después, su hermano lo incorporaría al fallido ataque al Cuartel Moncada, y los dos, más una docena larga de supervivientes, acabarían en la cárcel, pero no por demasiado tiempo: apenas 21 meses, cuando el dictador Batista los amnistió.

Luego vino el exilio en México (donde volvió a coincidir con Leonov), el adiestramiento, y el desembarco de 82 expedicionarios cerca de la Sierra Maestra en diciembre de 1956. En la montaña, Raúl demostró ser un organizador eficaz -es su mejor virtud- y Fidel le encomendó que pusiera en marcha otro frente. Lo hizo con bastante eficacia, pese a su juventud, y comenzó a crearse un círculo que desde entonces ha existido, los raulistas, oficiales que han seguido girando en torno al segundo comandante en jefe. Fue allí, también, donde conoció y se enamoró de una mujer educada y burguesa, Vilma Espín, ingeniera pasada por Estados Unidos, pero comunista como él. Vilma, sin embargo, construyó junto a Raúl una familia razonablemente articulada -cuatro hijos, yernos, nueras y ocho nietos que funcionan como clan de poder- que parece llevarse bastante bien, y en la que destaca Mariela Castro, una sexóloga convencida de que los problemas más graves de Cuba pasan por la entrepierna, causa oscura y sudorosa a la que se dedica con una rara tenacidad.

En 1959 Raúl se convirtió en Jefe de las Fuerzas Armadas y desde 1989, además, absorbió al Ministerio del Interior. ¿Con quién va a gobernar? Seguramente, con sus hombres de confianza, casi todos militares -los generales Abelardo Colomé Ibarra, Julio Casas Regueiro, Ulises Rosales del Toro- y con su familia inmediata, su yerno Luis Alberto Ramírez, teniente coronel del Ejército, y su hijo Alejandro Castro Espín, coronel del Ministerio del Interior, en quien está pensando como sucesor de la dinastía. ¿Cómo va a gobernar? Por ahora, muy cautelosamente, porque su hermano Fidel, aunque ha renunciado, no le dejará hacer cambios sustanciales. Así son los padres terribles. Cuando lo entierre del todo, Raúl va a sentir un extraño alivio emocional.

Carlos Alberto Montaner

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