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Trastada revolucionaria

Trastada revolucionaria

martes 25 de marzo de 2008, 02:23h

La faceta más hipócrita de los grupos que se autocalifican como revolucionarias está orientada a  exponer ante el mundo el empeño primordial de liquidar el padecimiento de los explotados por parte de los explotadores. Así ha sido desde el principio. Al mostrar el panorama interno, esos mismos grupos, encargados de controlar conciencias, se empeñan en negar la existencia de conflictos sociales. Ante lo que realmente sucede, esa dinámica perversa ya fue condenada al fracaso. Las encuestas que sancionan a Chávez por el desabastecimiento, la inseguridad y la ignominia, así lo evidencia. La gente prefiere soluciones y no revoluciones. Un estadista no puede resguardarse en fantasías sino en hechos. ¿Cómo pretenden los "revolucionarios" conciliar esta feria de conflictos con una propaganda que presenta una falsa imagen de armonía social?. El conflicto, tal como lo muestra el aparato de fabricación de mensajes controlado por el oficialismo es, según ellos, casi siempre un problema individual tanto en sus manifestaciones como en su origen. Según el Presidente, desde que él está, las raíces del conflicto social han sido execradas. Ahora sólo existen creaciones de los enemigos de la revolución; por ejemplo "el Imperio".

Desde el punto estrictamente político, el Gobierno se resiente cuando afloran los verdaderos problemas. Para "evitar riesgos" y con la pretensión de retener su clientela en la medida de lo posible, el Presidente y sus acólitos no ocultan sus ansias de eliminar los programas potencialmente polémicos tan necesarios en cualquier democracia: caso Globovisión. No se dan cuenta que no es sólo un asunto comunicacional sino una realidad sensible que toca a los más pobres. El Gobierno se nutre de una ilusión orientada a confundir abundancia de medios con diversidad de contenidos. De allí que el enorme circuito de comunicación oficial no les baste; quieren más. Podrán crear infinidad de redes; pero en absoluto podrá contenerse el sentimiento mayoritario que ha descubierto la trastada de una revolución que nada revoluciona; sino que involuciona. El caso de la Ley de Educación lo confirma. Los mismos educadores autocalificados como chavistas repudian ese guisote nocivo y carente de esencia.

No es necesario que nos explayemos sobre los efectos limitativos del monopolio impuesto por el régimen en todos los ámbitos: desde la educación hasta el dispendio presupuestario. En lo que respecta a las comunicaciones pretende restringir cualquier opción distinta a la oficial. El canal ocho ofrece una sola versión de la realidad: la suya. La condición plural ha sido sustraída de la diversidad no sólo en lo comunicacional. La inhabilitación de Leopoldo López y Enrique Mendoza para optar a cargos de elección popular son casos fehacientes de apartheid. Esa línea divisoria que el Gobierno trata de vigorizar para preservar su status quo ha sido develada y la trastada quedó al desnudo. La mayoría, con excepción de Chávez,  así lo percibe.

Miguel Bahachille
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