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El legado de Fidel Castro

El legado de Fidel Castro

domingo 06 de abril de 2008, 03:16h

La historia de Cuba lamentablemente no podrá ser escrita sin hacer referencia al mandato de Fidel Castro. Ha sido el personaje mas destacado de nuestra historia  en los últimos 60 años. Su figura trascendió las fronteras de la isla y su gestión política situó al mundo al borde de un holocausto nuclear.

Se ignora cuantos restos de  cubanos yacen en las praderas africanas y cuántos más están esparcidos en los bosques y montañas de América Latina.

Tal vez  Castro deje a sus deudos riquezas y bienes. No lo sé, pero tengo la creencia de  que si no los legó, ellos fueron capaces de apropiárselos.

La naturaleza mesiánica de Fidel Castro le impedía pensar en el final y  es posible que se creyese  el cuento del curandero adulador, que afirmaba  que iba a durar por lo menos 120 años.

Pero sin dudas la  herencia de Fidel Castro tiene mas de prontuario policial que de acta de dejación de bienes.

Castro irrumpió en la política cubana a través del pandillerismo universitario. No tuvo éxito en su propósito de convertirse en líder de la FEU, pero sí tuvo la capacidad de asociarse con los dos grupos más violentos que operaban en la década del 40 en la Universidad de La Habana.

Su capacidad para sobrevivir se desarrolló  entre aquellas  familias mafiosas. Allí aprendió  a mezclar la violencia con la adulación.  Su agudo sentido de la oportunidad  le sirvió de mucho.  Audaz, inteligente y manipulador,  fue capaz de rodearse de un grupo de incondicionales que le han sido fieles por décadas.

El cuartelazo militar fue el caldo de cultivo perfecto para el mejor desarrollo de sus “talentos”.  La crisis que generó en la sociedad cubana el golpe del 10 de marzo, le vino como anillo al dedo. El pandillero se transformó en revolucionario, una especie de deidad de la sociedad cubana de la época que sintetizaba todas las virtudes del Príncipe Azul de las novelas románticas del siglo XIX.

La dictadura militar  generó mucho descontento. Se gestaron numerosas conspiraciones pero sin duda la más notable fue la que ocasionó el fracasado  ataque al Cuartel Moncada que causó  decenas de muertos y numerosos heridos.  No obstante, Fidel Castro y su hermano,  salieron ilesos.  Perseverante, voluntarioso, confiado en su destino y con mucha suerte, sólo estuvo en prisión unos pocos meses.

El culto a la violencia indiscriminada de muchos de sus  contemporáneos que afirmaban que todos los problemas se resolvían con insurrecciones,   le convirtieron en una especie de adalid. En el exilio, su liderazgo fue notable. Su capacidad de convocatoria  y tenacidad  le permitieron organizar  una expedición militar, que no por fracasada, le negó la victoria.

Mas tarde, su  competitividad  y un enemigo  sin convicciones y lastrado por la corrupción,  le permitieron convertir unas escaramuzas rurales en una epopeya digna de Homero. La clase dirigente cubana y  la prensa nacional, salvo honrosas excepciones,  hicieron dejación de su soberanía. El populacho  fue consumido por un nuevo César que desde el principio les dio circo y poco a poco les quitó el pan.

El sentir revolucionario se transformó en una especie de religión particularmente cruel. Hijos se enfrentaban a los padres. Las familias se dividieron. Los amigos desaparecieron. La desconfianza y la duda se propagaron  por  toda la sociedad. En cada cuadra había una jauría de perros rabiosos listos a morder por cualquier hueso. Delatar era un deber, el callar,  traición a un estado celoso de sus prerrogativas.

El Totalitarismo se dio nuevas leyes. Las  parodias de procesos legales permitían asesinatos públicos .Se fusilaba en parques, cementerios y detrás de las escuelas. Se militarizó la sociedad. Se implantó el terror. Se impuso un paradigma  que promovía el odio y el tableteo de las ametralladoras para resolver las diferencias. Las bases culturales y morales de la nación, como parte de un Plan Nacional que pretendía recrear la conciencia ciudadana, fueron quebradas para introducir nuevos valores y dogmas

El régimen hizo pública su intención de crear un Hombre Nuevo, para ello transformó la educación, no sólo vedándole a los padres el derecho de participar en la formación de sus hijos, también alejó a los niños de la familia, del hogar, con todas las influencias que de éste se derivan. La escuela también fue cuartel y centro de adoctrinamiento, las  generaciones emergentes crecieron  en un ambiente de triunfalismo en el que la frontera la definía  la frase “con la Revolución todo, contra la Revolución nada”. 

Decenas de miles de personas fueron a prisión. Miles más partieron al exilio. La censura se impuso en todo el país. La libertad intelectual desapareció. Se estableció un estricto control de los medios informativos. Las   religiones fueron enclaustradas en sus templos y sus practicantes reprimidos. Una especie de nueva devoción impuso sus propias tradiciones, cultos, lutos y fiestas

Paradójicamente el chauvinismo que impulsó el oficialismo de que Cuba y lo cubano era  mejor y  superior, fue  transformándose en un profundo sentimiento de frustración,  según el individuo fue  viviendo los fracasos y padeciendo las contradicciones del régimen. El hombre de la calle se quedó de pronto sin los sostenes teóricos que por décadas le habían sido  insuflados. Se percató  de que había crecido y se había formado en un ambiente en el que las consignas sustituían los pensamientos y la mentira se convertía  en verdad y en poco tiempo volvía a ser  mentira, que el fraude procedía desde las más altas esferas y que la igualdad sólo era otra promesa dentro de la gran estafa.

El miedo y la conveniencia sustituyeron al concepto del derecho personal. Un amplio sector del país se conduce con feroz individualismo, practica el cinismo más ramplón y conforma una masa coloidal que se adapta a la situación  que menos esfuerzo demande.

En la isla se ha establecido  una nomenclatura que ha disfrutado sin interrupción del poder absoluto  y de las prerrogativas que de él se derivan.  Se instituyó una aristocracia artística, deportiva e intelectual, en la que cualidades notables estaban siempre supeditadas al compromiso político. Las Fuerzas Armadas rindieron tributo a un ejército y nación extranjera. El movimiento obrero se transformó en otra empresa del estado. 

La estafa, la venta fraudulenta, la vulgarización del lenguaje y las costumbres, la masificación del ciudadano hicieron desaparecer al individuo y por consiguiente la privacidad. El pudor se escabulló en la promiscuidad  y la prostitución, presentes en toda sociedad pero siempre cuestionadas, se reconciliaron con la comunidad  para ser aceptadas como  prácticas comunes,  porque lo importante era “sobrevivir” sin interesar lo que hubiera que dar ó hacer a cambio,

La corrupción, un mal también presente en la Cuba republicana, el abuso de poder y el cisma provocado por la sectarización moral e ideológica  de la nación, han alcanzado niveles nunca imaginados. Décadas de castrismo han esparcido una dolorosa sombra en el presente, y prometen un angustioso  alumbramiento de futuro. 

El castrismo es el principal responsable de la corrosión moral que amenaza extenderse a toda la nación. Acabó con la fortuna de los ricos para distribuir mejor la miseria. En la isla, el extranjero se transformó en primer ciudadano. En los inicios, el privilegio se sustentaba en la política, hoy en dólares o en ambos atributos.

Los promovidos progresos cubanos, deporte, educación y salud no se apoyaban  en la capacidad del sistema para generar crecimiento económico de manera sostenible sino en los cuantiosos subsidios que recibía el país. Se acabaron las contribuciones y el milagro social se desplomó. En la actualidad la economía es  parásita, mendiga, dependiente de la generosidad de otros países como Venezuela y China.  Se habla de reformas económicas, pero no se puede obviar que el régimen ha reprimido por décadas el desarrollo de una economía en la que el ciudadano sea el protagonista.

Fidel Castro deja una herencia lamentable. Los números son rojos, no sólo porque las cuentas están en negativo, sino porque rojos son los sufrimientos de millones de personas y rojos por la sangre derramada.

Pedro Corzo
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