Las principales avenidas de Lima, como la Panamericana Norte y la Carretera Central (al este), lucieron atiborradas de personas que pugnaban por encontrar un espacio para colarse en las "combis" (unidades pequeñas de transporte público) y poder llegar a sus centros de trabajo.
Las unidades particulares que ayudaron a aligerar la carga de pasajeros aprovecharon la situación para aumentar en 50 y hasta 100 por ciento sus tarifas. A diferencia de otros paros anteriores, éste tuvo convocatoria incluso hasta altas horas de la noche, en que se podían apreciar pocos vehículos en las pistas y decenas de personas apostadas en los principales paraderos.
Miles de transportistas paralizaron sus labores en rechazo a la política del Ministerio de Transportes y el Municipio de Lima, de castigar las infracciones de tránsito no sólo con papeletas, sino también con la retención de licencias de conducir.
La Policía informó que 136 personas fueron detenidas por bloquear carreteras, quemar llantas y lanzar piedras a los vehículos que no acataron el paro.