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La Plaza del Dos de Mayo: La fortaleza de Madrid

viernes 18 de abril de 2008, 12:53h
La Plaza del Dos de Mayo fue el lugar donde se vivió el escenario más cruento de todo el levantamiento del pueblo de Madrid contra el ejército francés. Allí los vecinos  dirigidos por Daoíz y Velarde se enfrentaron en un combate desigual con los soldados profesionales del ejército galo.
La plaza del Dos de Mayo no fue, quizás, el lugar más importante de la sublevación de Madrid contra los franceses, honor que le pertenece a la puerta del Sol, la montaña del Príncipe Pío, Móstoles o Aranjuez. Sin embargo, fue el emplazamiento donde se vivió con más crudeza el levantamiento de un pueblo, el español, contra el ejército francés, que contaba con el permiso (la connivencia, la ignorancia o el miedo) de la administración para ocupar determinadas plazas fuertes a raíz del tratado de Fontainebleau. Fue por este hecho que se la bautizó con el nombre que conmemoraría tal fecha.

El 2 de mayo comenzó la sublevación en Sol y la calle Mayor y corrió como un reguero de pólvora por la ciudad. Los vecinos habían sido abandonados por la familia Real y el Ejército estaba acuartelado y pasivo bajo las órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete. Tenían que sacarse solos las castañas del fuego.

Así que los madrileños se echaron a la calle a luchar con lo primero que pillaron: cuchillos, palos, macetas, piedras... Hasta que pronto decidieron plantar cara a los invasores con armas de verdad. Por eso, se dirigieron al Parque de Artillería de Monteleón. El capitán Pedro Velarde convenció al capitán Luis Daoíz de que era necesario dar armas al pueblo y entre ambos, desobedeciendo a sus superiores, prepararon la defensa del cuartel. Finalmente, permitieron entrar al pueblo en masa y detuvieron a los soldados franceses del complejo.

Se encerraron y lucharon durante tres horas. Vecinos sin preparación militar, hombres y mujeres, junto a un puñado de militares, repelieron una primera ofensiva del general Lefranc integrada por soldados profesionales como eran los coraceros y los mamelucos en la puerta de San Pedro Nueva. Sin embargo, superados en número por muchas veces y con limitadas municiones, no pudieron soportar el ataque de los refuerzos enviados por el general Murat.

Velarde murió en el combate por un disparo a quemarropa en el corazón de un oficial de la Guardia Noble polaca. Daoíz murió desangrado después de luchar durante bastante tiempo con una herida profunda en el muslo. El siguiente en la cadena de mando, el teniente Jacinto Ruiz, murió meses después en Extremadura por las heridas recibidas.

También cayeron allí algunos vecinos que se convirtieron en ilustres por su heróica actuación. Fue el caso de Manuela Malasaña, una joven bordadora de tan solo 17 años que vivía en la calle de san Andrés. La apresaron y ejecutaron bajo la acusación de haberle encontrado un arma en su poder. Se trataba de unas tijeras. Otra fue Clara del Rey, que estuvo animando y ayudando a los defensores junto a su marido y tres hijos. Murió por la metralla de una bala de cañón que le alcanzó en la frente. En el Archivo Municipal de Madrid consta que dejó "dos hijos solteros", por lo que es de suponer que también murieron su marido y uno de sus hijos. Ambas fueron enterradas en el Hospital de la Buena Dicha en la calle de Silva.

Como la mayoría del Madrid que ahora existe, en donde se sitúa la plaza del Dos de Mayo entonces no había en el emplazamiento nada parecido a una plaza. En el lugar se situaba, casi ocupando todo el territorio el enorme palacio de los Marqueses del Valle y de Terranova, nietos de Hernán Cortés. Según Mesonero Romanos el terreno comprendía una superficie de 617.248 pies hasta más allá del portillo de Fuencarral o de Santo Domingo. Contaba con una enorme huerta. Sufrió un gran incendio en 1723.

Se sabe que fue un lugar de gran ostentación. Destacaba una gran escalera pintada al fresco por Bartolomé Pérez en 1695 (que murió al caerse de un andamio mientras decoraba el inmueble). También había inmensos salones decorados. La reina Isabel Farnesio y sus hijos los infantes don Luis y doña María Antonia se retiraron al lugar a la muerte de Felipe V. Años después se convirtió en parque de Artillería y se convertiría en el espacio más cruento de los sucesos del 2 de mayo.

Frente al parque, cruzando la calle de la Palma Alta estaba la iglesia y el convento del antiguo Monasterio de San Antón. Este convento de religiosas carmelitas recoletas, era más conocido por el nombre de las Maravillas debido a una imagen de la Virgen que se veneraba en su interior.

El origen de este inmueble fue un recogimiento de doncellas fundado en 1612 por Juana de Barahona en la calle Hortaleza que se trasladó en 1616 a esta ubicación. Ocho años más tarde se convirtió en beatario al adoptar la regla del Carmen. En 1644 se transformó en monasterio con la llegada a Madrid de tres religiosas del Monasterio de la Concepción de Alcalá. Dos años más tarde, la institución fue reinaugurada por Felipe IV y pasó a formar parte del patronato de la Corona.

Después del enfrentamiento, toda la zona quedó bastante destrozada. En la revolución de 1868 el propietario de los terrenos del parque de Monteleón presentó un anteproyecto para parcelar la finca, lo que suponía crear dos nuevas calles y prolongar otras dos. El Ayuntamiento pidió que se le cediese un terreno para ubicar una nueva plaza semicircular que fue inaugurada el 2 de mayo de ese mismo año.

En la desamortización derivada de la revolución se derruyó el monasterio. De esta manera, el Consistorio decidió abrir aún más el espacio abierto dejando en medio de la plaza el arco de medio punto que había servido de entrada al parque de artillería. La iglesia de Maravillas continuó su trabajo y en 1891 se trasladó a este edificio la Parroquia de San Justo y Pastor. A esta iglesia se la conoce como la Pontificia de San Miguel, cedida al Opus Dei tras la guerra Civil.

El nombre original que le habían dado los madrileños, Maravillas, desapareció hasta que, posteriormente un teatro lo adoptó y, más adelante, se extendió a todo el barrio. El resto del Palacio de los Marqueses de Terranova fue derruida y en el inmenso erial que quedó se iría edificando la barriada que en estos días se conoce como Malasaña, en honor a esa costurera que luchó en el parque de Artillería.

La estatua de Daoíz y Velarde fue realizada en 1822 por Antonio Solá. Se colocó inicialmente en el parterre del parque del Buen Retiro. Fue trasladada temporalmente al Museo de Escultura, enclavándose definitivamente en 1869 en la plaza del Dos de Mayo, junto al arco del viejo Parque de Artillería de Monteleón. La realizó en Roma y su particularidad es que son figuras vivas y no retratos como se estilaba en la época. Un vándalo arrancó parte del brazo de una de las estatuas y no se volvió a reponer.

En los últimos años, la plaza se había convertido en un lugar muy degradado a causa del botellón, la delincuencia y el tráfico de drogas. Por ello, el Ayuntamiento de Madrid llevó a cabo un plan de seguridad y de rehabilitación en la zona en la que se ha llevado a cabo una cuidadosa limpieza y cuidado de los monumentos históricos que aquí se exhiben.
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