¡No ha pasado el tiempo!

En la última escena de La señorita de Trevélez el personaje de Marcelino dice:
“¿Qué alegría va a tener esta juventud que se forma en el ambiente de la envidia, de ocio, de miseria moral, en esas charcas de los cafés y de los casinos barajeros? ¿Qué ideales van a tener estos jóvenes que en vez de estudiar e ilustrarse se quiebran el magín y consumen el ingenio buscando una absurda similitud entre las cosas más heterogéneas y desemejantes?”

La comedia de Carlos Arniches fue escrita y estrenada en 1916 ¡hace 92 años! Ha pasado un siglo y esa reflexión del autor puede aplicarse a un determinado sector de nuestra juventud, más preocupado por el hedonismo y la diversión que por la formación y la cultura.

La señorita de Trevélez se ha repuesto en el Teatro Amaya con una compañía privada que encabezan Ana Marzoa, Tomás Gayo y Luis Fernando Alvés, dirigidos por Mariano de Paco.

Es una buena oportunidad de recuperar el viejo éxito, que inspiró la película Calle Mayor, de Bardem, y comprobar cómo, desgraciadamente, para algunas cosas no ha pasado el tiempo.

Más allá del humor corrosivo y tierno que destila el texto, está el retrato de una España preocupada por lo que hacen sus vecinos, dispuesta a la burla cruel hacia los más débiles. Podríamos establecer muchas comparaciones con esos programas y medios que airean a los cuatro vientos las desgracias o infortunios de los incautos que caen en sus garras. No importa que se queden con las vergüenzas al aire si, a cambio, el resto de los mortales gozan con la desgracia ajena.

Les recomiendo este espectáculo por sus valores teatrales, por la interpretación del conjunto de actores y porque es un ejemplo de cómo los buenos textos siguen vigentes aunque pasen muchos años por encima de ellos.