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¿Malthus en Venezuela?

¿Malthus en Venezuela?

martes 13 de mayo de 2008, 03:42h

De manera cíclica, a nivel mundial, se platea el problema de la escasez de alimentos. A lo largo de la historia el tema ha suscitado intensas discusiones por parte de los expertos. Ahora la cuestión tiene otro matiz inducido por la escasez de energía.  Al parecer la fiebre de los biocombustibles como el llamado combustible del futuro: el etanol, ha estimulado el abandono de algunos cultivos de productos de consumo masivo para sustituirlos por la siembra granos y la caña de azúcar. 

Los maltusianos habían fracasado contundentemente en sus estimaciones pesimistas. Los escritos del economista Thomas Robert Malthus  (1766-1834) sistematizaron los primeros estudios demográficos. Sus contenidos influyeron determinantemente en otros economistas de la época; particularmente en el también británico David Ricardo (1772-1823) quien publicó la Ley de Hierro de los Salarios. Ricardo sostenía que el crecimiento de la población no era sustentable porque provocaría la insuficiencia de suelos fructíferos. Su teoría sobre la renta se basaba casi con  exclusividad en la productividad de la tierra. Hoy, la tecnología ha pulverizado ambas estimaciones y el problema se circunscribe a concebir un justo y eficaz dispositivo de distribución; no a la exaltación de dádivas o reparto de limosnas.

Malthus y Ricardo, luego de dos siglos, llegan a Venezuela pero no por el avance de sus teorías ni por agotamientos de los suelos sino por una política agrícola punitiva para liquidar cualquier vestigio de éxito de los sistemas agrarios productivos. Para el Presidente la limosna es la guía de su acción de gobierno. Los dólares petroleros se lo han permitido y con ello hace alarde de su política de destrucción. Los campos fértiles se han transformado en desiertos arrasados por el sabotaje. Chávez juega con la miseria como lo hacen los apostadores en los casinos cuando dilapidan el dinero obtenido por el azar. Mientras nuestras fincas fértiles dejan de producir, la mayoría de los países latinoamericanos aprovecha al máximo el uso de sus tierras productivas para competir en el mercado mundial. Colombia, Brasil, Perú, Costa Rica, Honduras, Ecuador, son algunos de ellos.

Hasta hace dos décadas el 70% de la población mundial, con expectativas de vida limitadas, era de elevado crecimiento poblacional. Por contraste, el 30% restante, de bajo crecimiento poblacional, tenía expectativas de vida elevadas y de fecundidad y mortalidad reducidas. Hoy, esa proporción se ha modificado y el consumo llega a un mayor número de personas.

No podrá lograrse una ecuanimidad del desarrollo efectivo en nuestro país mientras los más pobres no sientan el estímulo del cambio para contrastar su condición con la de los demás. Chávez trata de evitar el contraste a cualquier costo para que no se afecte su proyecto político; por ello resalta constantemente la figura de Fidel. Hasta hace poco se hablaba de insuficiencia de técnicos medios y profesionales para atender los requerimientos del desarrollo. Hoy la tesis carece de solidez. Los parámetros que al respecto maneja la revolución carecen de utilidad para valorar el progreso individual y colectivo porque no están enclavados en un contexto de progresión integral.

Miles de profesionales superiores y medios, formados a un alto costo para el Estado, están compitiendo en actividades hasta ahora reservadas a la mano de obra no calificada. Mientras nos arrellanamos prisioneros de los valores atrasados que "el líder" pretende imponer, sin voltear la mirada hacia el progreso, y negar la posibilidad de investigar previamente la factibilidad de trasplantar al país modelos de crecimiento comprobados, la agricultura del país se hunde en la corrupción y la impostura.

Sólo podrá hablarse de desarrollo efectivo si los componentes del grupo, región o país, se convencen de la necesidad de aceptar los cambios indispensables y contrastarlos con la condición de los demás. Es aberrante crear leyes de industrialización con un sólo significado político y pretender exportarlas a sus aliados, de paso, más atrasados como Cuba, Bolivia y Nicaragua. Cargar todas las culpas sobre el imperialismo equivale a ocultar el fracaso y engañar nuestra propia conciencia.

Miguel Bahachille
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