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Un esbirro cubano en el Reino del Rey Hugo

La “dolce vita” del Embajador de Cuba en Venezuela

La “dolce vita” del Embajador de Cuba en Venezuela

sábado 17 de mayo de 2008, 04:50h

He aquí el texto…
¿Qué importa que los cubanos de a pie no se hayan comido un bistec en toda su vida, reciban un huevo a la semana y ganen 7 u 8 dólares mensuales, si la nomenklatura que ostenta el Poder total y totalitario de la isla del Doctor Castro puede disfrutar de las mieles y delicias de la fortuna? Ministros, comandantes y embajadores no viven de un huevo frito al mes. Ni se conforman con medio vaso de leche a la semana. No se diga de Fidel Castro, gourmet notable que se hace servir a la mesa las langostas y las tortugas, las centollas y los carabineros más exquisitos del planeta. Sobran a su mesa los mejores quesos y vinos de Francia. Y del caviar de Beluga, el Dom Perignon, las ostras del Caribe: su mesa es pantagruélica. De ellas han disfrutado príncipes y presidentes, premios nóbeles y grandes novelistas, altos dirigentes de las guerrillas latinoamericanas, modelos y actrices de fácil convencimiento revolucionario.

Tanto habrá disfrutado de su paladar y abusado de su gastro intestinal, que hoy se mantiene con líquidos alimenticios pasados por la censura farmacéutica y carga una ominosa mochilita con las escuálidas heces de que es capaz. ¿Justo precio a sus iniquidades? Bien dicen que el infierno está sobre esta tierra y que la hora del juicio final tiene un anticipo en nuestras horas de agonías.

Toda esa película de terror me ha pasado por la memoria al ver las fotos del jerarca cubano Sánchez Otero, embajador y sátrapa plenipotenciario en Caracas, disfrutando del Caribe venezolano por los predios oceánicos de Tarek William Saab.

Es cierto: no anda montado en uno de esos yates con helipuerto, un Hummer y un Roll Royce convertible sobre cubierta, de los que disfrutan los jeques y magnates del mundo imperial y capitalista. De esos que un Diosdado Cabello, un Wilmer Ruperti, un César Gil, un Víctor Vargas o un Gustavo Cisneros se pueden permitir sin que se les encoja el bolsillo. Ni siquiera en uno de esos yatezotes al alcance de un Jorge Rodríguez, un Antonini Wilson, un Maionica o un Franklin Durán.

Pero de que lleva casi una docena de años hartándose de la dolce vita rojo-rojita, no cabe la menor duda. Es el premio a la obsecuencia, al lambeculismo, al lacayismo ante los déspotas y tiranos como Castro. O como Chávez, si a ver vamos. ¿O cree usted que Diosdado Cabello hubiera pasado de un apartamento en el Parque Central y un Malibú del 76 si no hubiera mediado el golpe de estado del 4-F y la estupidez ciudadana del 98?

Posiblemente no veremos la foto de Sánchez Otero en pijama de presidiario. Pero que Diosdado & Cia. se cuiden las espaldas. Su destino podría llegar a tener insólitos paralelos con el de un Vladimiro Montesinos, que de ser el peruano más poderoso después de Fujimori, hoy vegeta en una limeña prisión de alta seguridad. INTERPOL mediante. Como diría Rubén Blades: “la vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida”.


Pedro Lastra

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