Guardia Civil... militar

   Llamarle "Guardia Civil" a un instituto armado que, en el año de su creación, dependía del entonces denominado Ministerio de la Guerra es una de esas paradojas en las que suele caer el lenguaje administrativo, pero el carácter militar de la Guardia Civil se ha mantenido durante el siglo y medio de su existencia.

   No hace falta ser un experto en sociología para colegir que precisamente su carácter militar, es decir, un funcionamiento basado en la disciplina, la jerarquía y la obediencia, han sido los orígenes de su eficacia. Pacificó las zonas rurales y limpió los caminos de bandoleros en el siglo XIX; sus miembros se jugaron la vida, y muchos la perdieron, en las revueltas del primer tercio del pasado siglo XX, y sirvieron a la Democracia con rigor y validez desde su implantación. Más aún, los socialistas, cuando llegaron al poder, en 1982, mantenían ciertas reluctancias sobre la institución, pero pronto fueron seducidos por sus irrefragables muestra de eficiencia. Cuando se tiene la responsabilidad de gobernar, retocar algo que funciona es un riesgo que se evita correr.

   Es probable que algunas de las disposiciones de su reglamento interno hayan quedado exageradas, y seguro, segurísimo, que las remuneraciones de sus miembros padecen un doloroso agravio comparativo con otras labores de policía menos sacrificadas y más cómodas. Pero cuidado con los retoques que "así es la rosa". Si la Guardia Civil se va a convertir en un Cuerpo de Policía con otro uniforme, pues que se tenga la valentía de disolverla. Mejor eso que no que se disuelva en su funcionamiento interno y pierda su personalidad y su validez. Tienen razón en pedir aumento de haberes y actualización reglamentaria, pero a todos nos sorprendería una manifestación de soldados y oficiales del Ejército reclamando asambleas internas y formaciones sindicales, porque a nadie que entrara en la Guardia Civil se le dijo que aquello funcionaba como una empresa de hostelería o como una fábrica de automóviles.