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Unasur: Homenaje a Bolívar

Unasur: Homenaje a Bolívar

lunes 26 de mayo de 2008, 01:14h
La cumbre presidencial extraordinaria, realizada el viernes en Brasilia, y que le puso óleo y sal a la flamante Unión de Naciones Sudamericanas, debe haber sido saludada efusivamente desde la historia por Simón Bolívar, José Martí y Francisco Bilbao. Sintomáticamente, los diarios chilenos precedieron el histórico evento con un gran mutismo. Para algunos, incluso fue más trascendente la silicona que se inyectó en sus redondeles cierta estrella de la farándula.

En México, donde el debate por la desnacionalización o la defensa de la empresa estatal petrolera, PEMEX, y el sangriento saldo de las acciones del narcotráfico (15 homicidios diarios en promedio durante la semana anterior y un total de 4 mil en lo que va de la actual administración, según reporta La Jornada del jueves 22), siguen ocupando los primeros titulares. Sin embargo, sus medios de comunicación no han dejado de dar una mayor o justa relevancia a este acontecimiento que culminó en Brasilia. Sin excepción, se han referido a la Unasur como un acontecimiento relevante para América Latina.

Ella se yergue como el cuarto bloque económico y cultural del mundo, tras la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte, ASPAN (Canadá, EE.UU. y México), la Unión Europea y China. Como baluarte social y geoeconómico Unasur debuta con un PIB de 2 mil 880 mil millones de dólares, integra a doce naciones con una población de 361 millones de habitantes, se asienta en 17 millones de km cuadrados. Su territorio contiene el 27% de las aguas dulces de todo el planeta, 8 millones de km cuadrados de bosques, reservas de hidrocarburos probadas para al menos cien años y cuyo monto total de exportaciones se eleva a 181 mil 856 millones de dólares anuales.

La mayoría de los analistas aztecas han aprovechado este acontecimiento para criticar al gobierno local que, al menos en estos dos últimos decenios, dejó de mirar hacia América Latina para discurrir bajo una sostenida hegemonía de Estados Unidos. Muestra de ello, señalan, es el Plan México, señalado como una virtual versión del que se aplica en Colombia.

Han transcurrido 182 años desde que el Libertador Bolívar lograra reunir en Panamá (1826) a las nacientes repúblicas del continente para poner la primera piedra del sueño de la Gran Patria Latinoamericana. En este secular sueño incumplido es innecesario referirse a la ofensiva hegemonista iniciada tres años antes por Washington con la Doctrina Monroe, a los sostenidos chovinismos criollos y oligárquicos, al nacimiento de la OEA en 1948 y convertida por aquellos mismos intereses en su virtual ministerio de colonias.

Los esfuerzos de más de cuatro años de Luis Ignacio Lula da Silva llegaron a un hito. Pero no han culminado. Si los anhelos de integración no son sólo un bla bla diplomático, quedan por adecuar los intereses de nuestros países en los diversos bloques económicos como la Comunidad Andina y el Mercosur, además de los de Chile, Venezuela, Guyana y Surinam. Junto a ello se aspira a que la integración también incluya temas –con un sustento democrático sólido y que generen desarrollos- políticos, sociales, culturales, ambientales y de infraestructura. Y  como ocurre en los contratos, muy en la letra chica, este Unasur tiene una proposición sobre la Creación de un Consejo Sudamericano de Defensa. Nada se ha dicho sobre su desarrollo. Sin embargo, esta proposición brasileña de carácter defensivo se viene planteando públicamente desde hace tres años en todos los eventos continentales: Cumbres del Cuzco del 2005 y de Río en 2006, entre otras. Su vocero ha sido el ministro de Defensa carioca, Nelson Jobim quien en estos años ha recorrido incansablemente todos los países de América del Sur.

La urgencia de este tema surgió con más fuerza en la Cumbre de Presidentes efectuada en Santo Domingo en marzo último, a raíz de la agresión militar colombiana contra un campamento de las FARC en territorio ecuatoriano. La resolución de paños tibios con que la OEA solapó a Colombia –rechazo al ataque pero sin condena al gobierno agresor de Uribe-, hizo exclamar a varios mandatarios acerca de la necesidad de una OEA sin Estados Unidos. La gira que luego realizó por diversos países de América Latina la secretaria de Estado norteamericana, señorita Condoleezza Rice, tuvo por objetivo apoyar las políticas estadounidenses del Plan Colombia y a su ejecutor, el presidente paramilitar Álvaro Uribe. Trató de vender una desprestigiada pomada diplomática: frente a la amenaza terrorista, ahora “las fronteras son flexibles”. Los conceptos de soberanía, derecho internacional, invulnerabilidad de las fronteras ya nada valen frente a la guerrilla o el narco. La señorita Rice, su modelito colombiano y su aspiración para ampliar la guerra de baja intensidad que financia EE.UU. hacia Ecuador y Venezuela cosecharon un rechazo unánime.

En el ocaso de la era Bush, Washington y sus políticas hegemónicas y de guerra –como en Irak y Afganistán- siguen cuesta abajo en la rodada. El Pentágono deberá abandonar la base de espionaje en Manta, Ecuador. Sus presiones para impedir la materialización de la Unasur fracasaron. Para contrarrestar la posible creación del Consejo Sudamericano de Defensa,  creó la Cuarta Flota de la Armada estadounidense, cuyo bautizo oficial está anunciado para el próximo 1 de julio en Florida. Será el brazo armado y flotante de las Operaciones Unitas, que los chilenos bien conocemos. Como adelantada de esta Cuarta Flota acaba de recalar en Valparaíso el portaviones George Washington, junto a su grupo de combate, un destructor y una fragata.

La Cuarta Flota fortalecerá al Comando Sur del Pentágono, cuya misión esencial es mantener o acrecentar lo que queda de la hegemonía norteamericana en nuestro continente. El desarrollo que siga  el nuevo Consejo Sudamericano de Defensa es una posibilidad abierta a nuestras fuerzas armadas para que abandonen su subordinación a  la doctrina de seguridad impuesta por EE.UU. No hay para qué describirla. Los chilenos conocemos sus efectos más cruentos desde 1973 con Pinochet y sus seguidores, castrenses y civiles.   

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Guillermo Ravest
Periodista
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