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Páginas vergonzantes de la prensa cómplice

Páginas vergonzantes de la prensa cómplice

jueves 29 de mayo de 2008, 03:26h
El procesamiento de 98 agentes represores de la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte, pertenecientes a su policía secreta, la Dirección Nacional de Inteligencia DINA, es una acción judicial que apunta de una vez a la mayor cantidad de sindicados y constituye un estremecedor examen a la conciencia moral del país.

Es cierto que los procesados aparecen como victimarios en uno de los crímenes masivos más horrorosos y miserables de la dictadura de Pinochet, pero también es cierto que si la sociedad chilena se pone la mano en el pecho, serian muchos más los autores intelectuales y los comprometidos por acción u omisión.

Es encomiable que la Justicia esté haciendo su papel, cumpliendo con aclarar los crímenes, establecer las culpabilidades, y dictar condenas, en éste y otros casos.

Pero a los actores políticos, ahora también a los medios de información, y a los hombres y mujeres de estos sectores les hace falta encarar la historia de esa época y a veces su propia historia, para asumir sus responsabilidades.

El montaje informativo que fue parte componente de la llamada Operación Colombo, el asesinato de 119 chilenos, para hacerlos presentar como eliminados en luchas internas de la resistencia a la dictadura, fue una acción de guerra sicológica, más sofisticada que una tortura cruel, un asesinato alevoso, o el lanzamiento de una persona al mar, con el vientre abierto.

En el montaje informativo de la Operación Colombo, participaron profesionales de la guerra sicológica y de la información, expertos en sicología social, en manipulación de la conciencia, se analizaron los impactos del uso  y difusión de la violencia en el imperante amedrentamiento masivo de los chilenos, y claro, se aprovechó del monopolio informativo de los que entonces conformaban los medios de comunicación en Chile.

Es claro que hubo entusiasmo, y maligno deleite,  en el delirante titular, por ejemplo el diario La Segunda del día 24 de julio de 1975: “Exterminados como ratas”, difundiendo  a todo trapo el bulo generado en  la Dirección Nacional de Comunicaciones (DINACOS), y en los servicios de guerra sicológica de la Dictadura y del Ejército y la Dina.

Una página vergonzosa y vergonzante de la historia del periodismo chileno, sin duda, además de testimonio de hasta dónde puede llegar la abyección en el odio y el encono.

Pero sin duda una muestra clara de la complicidad de que hicieron gala algunos medios, y de lo cual son responsables en rigor quienes tenían la propiedad y la conducción,  se prosternaron, algunos con más entusiasmo del debido, con los censores castrenses, con los que hacían sonar sus bototos en las salas de redacción.

Tiempos que no se pueden olvidar. Y que constituyen una clara lección de la historia.

¿Será mucho pedir lo que plantearon en los tribunales los familiares de las victimas, de que también sean contemplados en el proceso los encubridores periodísticos del crimen, los autores de la acción de propaganda negra que acompañó esa acción de guerra sucia que fue el asesinato masivo de opositores, crimen destinado tanto a eliminar físicamente a cuadros del “enemigo” como a “amedrentar” a los que pudieran pensar en resistir a la dictadura.

Eran los tiempos del poder total, del país dividido entre “ellos o nosotros”, del enemigo interno, de la guerra a muerte contra los demócratas opositores a la dictadura.

También entre la obsecuencia, la complicidad y la rebeldía.

No se trata por cierto de una actitud vengativa, de una persecución, fundada en “una gran mentira”- la figura del “secuestro permanente”- como pretenden algunos abogados de los encausados por el Juez Víctor Montiglio.

En realidad, se trata de un gran proceso por uno de los casos más relevantes y evidentes de crímenes contra la humanidad cometidos por la dictadura de Pinochet y que aún no es aclarado ante la ley, a causa del ocultamiento de la verdad por parte de los acusados y la eliminación de los archivos donde se podían constatar los crímenes como todos sus autores, cómplices y encubridores.

Lo que también es claro que más allá de los autores materiales de los crímenes procesados por el juez Montiglio, hay muchos que no tienen la conciencia tranquila y que deberían aliviarla, entregando los detalles de su participación en los hechos.

Así podrían ayudar a completar el cuadro de la verdad, de la historia, además de la justicia y a lo mejor, si tuvieran valentía,  pedir perdón a quienes hasta hoy no saben el destino de los suyos.

De todas formas, queda claro también que faltan elementos para completar la verdad. Y por lo mismo, de la justicia.

Lo que hoy se está viviendo en Chile, a propósito del procesamiento a los participantes en la “Operación Colombo”, es un verdadero juicio público a instituciones, a medios de comunicación, a  todos los que en aquellos días aciagos, o participaron en los crímenes, callaron, fueron cómplices o participaron entusiastamente en difundir la mentira y la calumnia pergeñada por la Dictadura.

Es un gran juicio moral.
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Marcel Garcés
Periodista
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