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Petróleo y codicia

Petróleo y codicia

sábado 31 de mayo de 2008, 03:37h

Con el galón de gasolina a $4.00 todo el mundo está buscando a quién echarle la culpa. Nuestros socialdemócratas (''liberales'') dicen que la culpa es la codicia de las grandes empresas petroleras. Por favor. La mayor parte de la producción petrolera mundial no depende de empresas capitalistas, sino de grandes monopolios estatales. En la actualidad, Exxon Mobil y el resto de la grandes empresas petroleras del mundo occidental --incluyendo BP, Shell, ConocoPhillips, Chevron y Total-- sólo controlan alrededor del 7 por ciento de las reservas mundiales de petróleo. El resto pertenece a los grandes colosos estatales como la Aramco de Arabia Saudita, propietaria de más del 20 por ciento del petróleo del mundo. O a las compañías petroleras de Irán e Irak, cada una de las cuales controla alrededor del 10 por ciento de las reservas del mundo. O de Pemex, la empresa mexicana, con el 1.3 por ciento de las reservas mundiales.

Mientras la demanda mundial aumenta, propulsada fundamentalmente por el crecimiento de China y la India, ninguno de esos monopolios estatales está interesado en aumentar su producción de petróleo. Sus inversiones en el desarrollo de la producción son mínimas. En Arabia Saudita, Rusia, Venezuela, Irán, México y otros grandes productores, los ingresos petroleros se utilizan fundamentalmente en la defensa y los programas sociales. La capacidad productiva sobrante del mundo se encuentra en el nivel más bajo de los últimos 30 años --igual a sólo un 1% de la demanda mundial--, lo que hace que el mercado sea exageradamente sensible a cualquier fluctuación productiva.

Mientras tanto, la demanda norteamericana de petróleo y gas sigue aumentando. Cada día los norteamericanos consumen unos 20 millones de barriles de petróleo. Aproximadamente un 60% de ese consumo se importa. Al mismo tiempo, el aumento de la demanda ha hecho que el precio del gas natural en los Estados Unidos sea el más alto del mundo.

¿Qué podemos hacer? La conservación y, sobre todo, el desarrollo de fuentes de energía alternativa son tareas críticas, pero de largo aliento. Parecería obvio que lo fundamental es aumentar la explotación de nuestras reservas nacionales. Esto no solamente compensaría los aumentos de precios que la creciente demanda global genera, sino que también reduciría la dependencia del gas y el petróleo importados que pone en peligro nuestra seguridad nacional. ¿Tenemos reservas para eso? ¿Pudiéramos hacerlo?

Por supuesto que sí. La Dirección de Minerales de los Estados Unidos (una rama del Departamento del Interior) estima que bajo las tierras y aguas costeras de nuestro país yacen 102,000 millones de barriles de petróleo y 635 billones de pies cúbicos de gas. Para que se tenga una idea de la magnitud de estas reservas, las del Mar del Norte, una de las principales fuentes del petróleo que consume Europa, se supone contienen un total de 18,000 millones de barriles de petróleo.

Los geólogos estiman que otros 300 billones de pies cúbicos de gas y 50,000 millones de barriles de petróleo esperan ser descubiertos fuera de los 48 estados contiguos. El Instituto Norteamericano del Petróleo (API) señala que este petróleo bastaría para reemplazar las importaciones actuales desde el Golfo Pérsico durante 59 años. En términos generales, los expertos estiman que los recursos no descubiertos en la plataforma continental externa (PCE) que pueden recuperarse con la tecnología actual ascienden a unos 420 billones de metros cúbicos de gas y 77,000 millones de barriles de petróleo, esto es, una cantidad de petróleo que equivale al de México y Canadá juntos, y casi tres veces sus recursos de gas. (Por lo general la PCE comienza a partir de tres a nueve millas náuticas de la costa, en dependencia del estado en cuestión, y se extiende 200 millas hacia afuera.)

Pero entonces, si podemos buscar y conseguir una gran medida de independencia energética, ¿por qué no lo hemos hecho? No es ningún misterio. El Partido Demócrata se ha convertido prácticamente en el brazo político de los ecologistas, uno de los grupos cabilderos más poderosos del mundo y radicalmente opuestos a la explotación del petróleo, el gas, el carbón e inclusive la energía nuclear. Y no pocos republicanos han cedido a sus presiones. El resultado es que casi el 90% de nuestra enorme plataforma continental externa no se puede explotar debido a consideraciones ecológicas fundamentalmente espurias. Esto es absurdo. La producción del Mar del Norte, que en 1999 llegó a alcanzar los 6 millones de barriles diarios, no ha causado ninguna degradación ecológica. No hay razones para creer que la producción de la PCE pueda ocasionar daños ambientales significativamente mayores.

Estados Unidos es el único país del mundo que ha limitado el acceso a sus propias fuentes de energía. En 1980, EEUU producía 3,100 millones de barriles de petróleo e importaba 1,900 millones, en el 2007 estábamos produciendo 1,900 millones e importando 3,700 millones. Esto es suicida. A mediados de mayo de este año, según un parte de la AP, ''el Senado rechazó un plan republicano de energía que llamaba a abrir el Refugio Nacional de la Vida Salvaje en Alaska y algunas aguas costeras al desarrollo petrolero''. Esto no es oponerse a los intereses de las empresas petroleras, es oponerse a los intereses del pueblo americano.

Todos queremos un medio ambiente limpio. Pero, con el precio del petróleo amenazando con desequilibrar la economía mundial, es irresponsable seguir oponiéndose a incrementar nuestra producción nacional. Tenemos la tecnología para hacerlo de una forma ecológicamente responsable. La codicia que tenemos que enfrentar no es la de las empresas petroleras, sino la de nuestros políticos.


Adolfo Rivero Caro
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