La crisis del PP ya es un clásico en los corrillos sociales de la Comunidad de Madrid, y en esta ocasión no fue menos, bien pro o en contra de los intereses del todavía líder del Partido Popular,
Mariano Rajoy.
Lo que no estaba en el guión fue que las vergüenzas del 'Tamayazo' saliesen a la palestra, y por partida doble. Poco se esperaba el homenajeado
Joaquín Leguina que
Antonio Beteta le recordase en su solemne discurso la moción de censura que AP y CDS promovieron en su contra y que echó por tierra el tránsfuga Nicolás Piñeiro.
El regreso de
Rafael Simancas (PSM) al hemiciclo que dejó hace sólo semanas tampoco fue placentero, ya que la segunda vuelta de Beteta -mientras
Esperanza Aguirre se esforzaba por mantener la sonrisa- le tocó removerse en el asiento con
Eduardo Tamayo y
María Teresa Sáez.
Inés Sabanés (IU) no pudo por menos que negar con la cabeza cuando el popular dio el caso por cerrado, mientras la bancada socialista mantenía un rictus de seriedad.
Pero como no todo iban a ser males, a pesar del solemne discurso al que
Alberto Ruiz Gallardón sometió a los presentes, Beteta también contribuyó a distender el ambiente. El diputado sacó a relucir a su hijo, al que explicaba las magnificencias del trabajo de la Asamblea.
El grupo del PSOE -vigilado por su 'jefe,
Tomás Gómez, desde la tribuna de invitados- apenas pudo contener la risa. A
Modesto Nolla (PSM) le corrían las lágrimas por las mejillas.
Antero Ruiz (IU) se felicitó porque la niña de Rajoy "haya encontrado un amiguito con el que jugar".
La sesión se fue alargando y los sólo los veteranos ponentes del Estatuto de Autonomía mantenían el tipo. En el lado del Partido Popular,
Santiago Fisas hacía esfuerzos por permanecer en el sillón. Alfredo Prada, manos unidas con los dedos sobre los labios, concentraba la atención en las intervenciones, mientras
Ignacio González y
Francisco Granados comentaban las jugadas. Gallardón saltó como un resorte al llegar su turno para recibir la medalla y rió en primera fila las ocurrencias de Joaquín Leguina.
Del pleno extraordinario se pasó a un completo y celebradísimo cóctel. El jefe de catering tenía claras las prioridades: "Niño, saca esa bandeja, y ya sabes: primero por el lado de la presidenta y después al fondo".
La consejera de Vivienda,
Ana Isabel Mariño, se llevó la peor parte al caerse un vaso de cristal y partírsele en el tobillo. La cosa no pasó a mayores y, a pesar del susto, se resolvió con un pequeño corte y una tirita del médico para detener la sangre.
Amigos y enemigos íntimos compartieron pincho con jamón y gambas incluidas, mientras
Alejandro Fernández Martín (PSM) peleaba por no perderse el último plato de paella. La pequeña maldad periodística que se permitieron los informadores fue pedir para la próxima cena de Navidad de la Comunidad de Madrid el mismo catering que para la Asamblea.