www.diariocritico.com
Glorias dominicales

Glorias dominicales

lunes 23 de junio de 2008, 19:15h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.
Realmente, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y casillorajoyeados niños y niñas que me leéis, a mamá, este mañana, no le quedó más remedio que convocarnos a todos en el oratorio de nuestro palacete familiar para que el capellán de la casa oficiara un solemne Tedéum de Acción de Gracias, rematado con el rezo de un padrenuestro, tres avemarías, un gloriapatri y una salve por las intenciones del Papa. El devoto acto de mi progenitora tenía un clarísimo motivo. Agradecer a Dios Nuestro Señor los favores que ayer, en sesiones de mañana, tarde y noche nos dispensó.

    Hagamos un balance cronológico. Domingo, 22 de junio de 2008, a la hora del aperitivo: Mariano Rajoy, tras una semanita de pasión (en realidad, varias) asciende gloriosamente, gracias al 84% de los votos de los compromisarios, a la presidencia del Partido Popular de las Españas. Y, claro, se coloca en el centro (Le centre c’est moi!, que diría un francés). Lugar que, en política, equivale poco más o menos al Limbo de los Inocentes. El PePé y Rajoy el primero ha virado al centro. Consumatum est! Todo se ha cumplido. Todo se ha desarrollado según las Escrituras de los Rajoyistas del Séptimo Día, que buscan un hueco para situarse a la derecha o a la izquierda (son lugares geométricos, que no políticos) del Ungido. Ya tenemos, pues, pequeñines/as míos/as, al primer partido de la oposición bien centrado, centrista y centrante. Son el centro. Cosa que no debe extrañarnos nada, porque si el buenazo de ZetaPé le llama a la crisis desaceleración acelerada, ¿por qué la derecha de toda la vida no puede llamarse centro reformista, eh? Pues eso. Agradezcamos piadosamente a Dios misericordioso que hayan vuelto la paz y la armonía a habitar en medio del peperío patrio.

    El otro gran favor divino se produjo a las orillas del Danubio otrora azul y hogaño color caquita de pato diarreico. En el Prater de Viena, bajo la noria inmortalizada por Orson Welles en “El tercer hombre”, (tranquilos, pesados/as, que ya sé que la película la dirigió el británico Carol Reed), la selección española de fútbol vencía el maleficio, mengue, meigallo, mal fario que le impedía pasar de los cuartos de final en una Eurocopa. En la tanda de penalties, tras 120 minutos de fútbol agónico, los chicos de Luis Aragonés eliminaban a la selección de Italia. Eran las 23:25 (hora peninsular). Cuatro partidos jugados y cuatro partidos ganados. Las clases bajas, naturalmente, entusiasmadas, que el fútbol es la alegría de los menos favorecidos por la casquivana Fortuna. El resultado puede traducirse así: ZetaPé, 5 – Berlusconi, 3. Un puntazo futbolero. Una excelsa gloria dominical. Algo para recordar. Algo para celebrar. Lo nunca visto desde aquel lejano 1964, en el que en el estadio Bernabéu, un gol de Marcelino doblegó a la selección de la URSS y se trajo para Madrid la Copa de Europa de Selecciones Nacionales.
 
    Héroe indiscutible de la noche: el portero Iker Casillas. Vicehéroe, Cesc Fábregas. Un chico con nombre de pila vascongado (¿cómo le habrá sentado la cosa a Juan José Ibarretxe, el lehendakari de los vascos y de las vascas?) y un chavalote catalán por los cuatro costados (¡habrá que ver la rabieta de los de Esquerra Republicana, y la petición de que le retiren la nacionalidad catalana!), sufriendo, luchando, sudando la camiseta roja, todo ello bajo los invictos pliegues de la bandera rojigualda. Como para dar saltitos similares a los de Su Majestad el Rey en el palco vienés.

    Aprovechando que, esta noche, la de San Juan (que mañana es festivo en Cataluña), se permite en Barcelona el lanzamiento de petardos y fuegos artificiales, papá y mamá han encargado un monumental castillo, una especie de piromusical como el de los compostelanos fuegos del Apóstol (la noche del 24 de julio), en el que predominaran los colores rojo y amarillo, mientras una orquesta de cámara interpretará la Marcha Real, en tiempo andante maestoso. Como quiera que el Himno Nacional de España carece de letra, hemos contratado, además, a un coro de voces mixtas, para que tarareen en euskera, gallego, catalán y castellano la melodía en plan polifónico. ¿Qué menos para celebrarlo, verdad, amadísimos/as de mi paterno corazón?
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios