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Zapatero sabe, pero ni cuenta ni contesta

Zapatero sabe, pero ni cuenta ni contesta

lunes 29 de enero de 2007, 07:59h

Algunos de los más cercanos asesores del presidente Zapatero se quedaron de piedra al enterarse, casualmente, de que el candidato a la alcaldía madrileña, Miguel Sebastián, había quedado ‘apeado’ de los desayuos que organiza el Foro Nueva Economía, presidido por el periodista leonés José Luis Rodríguez. Iba a ser la puesta de largo del aún escasamente conocido Sebastián en este foro de políticos, empresarios y periodistas. Pero, en lugar del candidato, quien ocupó la tribuna fue otro José Luis Rodríguez, igualmente leonés: Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno, claro.

A ZP le venía bien, parece, esa comparecencia, dos días después de su rifirrafe parlamentario con Rajoy a cuenta del último atentado de ETA y el fin del proceso. Pero fue una decisión personal del presidente, sensible a una petición enviada por su paisano a través de la secretaria presidencial en Moncloa, la influyente Gertrudis. Lo que ocurre es que, hasta pocos días antes, ni el portavoz Moraleda, ni el jefe del Gabinete Serrano, ni la mismísima vicepresidenta De la Vega, sabían que Zapatero iba a aterrizar en el foro. Como tampoco sabían que se había comprometido para ser entrevistado en TVE. O que había accedido a una petición de su amigo Miguel Barroso, uno de los del ‘clan del baloncesto’, a quien ha ‘enchufado’ en la dirección de la Casa de América, para someterse a una especie de entrevista con el 'superjuez' Baltasar Garzón, un paso considerado por los asesores monclovitas (y no sólo) desafortunadísimo desde el punto de vista de la imagen.

Y es que Zapatero, que sigue algo distanciado de María Teresa Fernández de la Vega, aunque hayan recompuesto algo las relaciones tras la negativa de ésta a hacerse cargo de la candidatura madrileña a la alcaldia, sigue actuando por libre. Como cuando designó, contra viento y marea, portavoz y luego director de la Casa de América a Barroso, odiado por casi todos. O como cuando designó a Moraleda, especialista en temas agrícolas, nuevo secretario de Estado de Comunicación. O como cuando solamente escuchó a Montilla para hacer a Clos nuevo ministro de Industria.

O como cuando decidió, tras el atentado de la T-4, regresar precipitadamente a Doñana, donde ya estaban “Sonsoles y las niñas”, porque su mujer le pidió que pasaran allí todos la Nochevieja. El presidente no escuchó entonces el parecer de algunos de sus más cercanos, y decidió seguir el criterio de su esposa, que ejerce una indudable influencia en La Moncloa, Aseguran que él cree que su intuición es más valiosa que muchos consejos, y algunas veces los hechos le dan la razón. Otras veces, en cambio…

Ocurre, en fin, que La Moncloa es foco de tensiones sin cuento, especialmente en estos tiempos de crispación, en los que las cosas no le salen demasiado bien al Gobierno. Ahí están, sin ir más lejos, las desavenencias ocasionales entre la vicepresidenta, auténtico arquitrabe del Ejecutivo, y un personaje tan influyente como el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que cada vez acapara mayores cotas de influencia en el entorno del presidente, pese a los problemas que acumula este Ministerio, desde la ‘rebelión’ de la Guardia Civil y la Policía hasta la ‘kale borroka’ y el resurgir del terrorismo, por no hablar de la inseguridad ciudadana, las tensiones raciales o, claro, la caótica marcha del extinto ‘proceso de paz’ con ETA.

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