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Salvador Allende

Salvador Allende

miércoles 02 de julio de 2008, 05:21h

El centenario del nacimiento del presidente Salvador Allende es una oportunidad no solo para rendir homenaje a un demócrata ejemplar y a un político de izquierda, de convicciones, no de encuestas, de principios y no de oportunismos en la búsqueda de poder personal. Es también para reflexionar sobre nuestro presente acuciante y generalmente mezquino desde un pasado todavía no liberado del conflicto de las interpretaciones de su significado histórico donde predominan todavía el negro y blanco del rechazo o del aplauso total. Allende es sobre todo una propuesta a una pregunta que sigue sin responder en América Latina: ¿cómo ser demócrata y luchar por el cambio social? En otras palabras, ¿Cómo reconciliar el liberalismo, indispensable a la democracia, con la búsqueda de la igualdad? La figura de Salvador Allende se ha fortalecido en estas últimas décadas. Siempre lo fue pero más ahora en que tratamos de pensar en serio la democracia. Porque Allende fue ejemplarmente un demócrata y pagó con su vida, más allá de las leyendas negras y de los martirologios, lo que significó ser fiel a ella. Pues la democracia, como escribía hace poco Ricardo Lagos a propósito de los cien años del presidente de la Unidad Popular, "… es, en última instancia, ese conjunto de árboles sólidos, diversos, entrelazados por donde el ser humano quiere ir buscando la oportunidad de sus sueños".

Allende fue un hombre que respetó hasta el fin sus compromisos, entre otros, ser presidente constitucional de Chile. En contra del maquiavelismo, mantuvo hasta el final "pacta sunt servanda". Los pactos hay que respetarlos. "Trabajadores de mi Patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que solo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la Ley." "Intérprete de grandes anhelos de justicia". Como analizaba Alfredo Jocelyn-Holt en El Chile perplejo, Allende fue el heredero de una tradición chilena que va hasta el siglo XIX y que recoge a figuras significativas como Luis Emilio Recabarren, Marmaduke Grove, Bernardo Ibáñez, acontecimientos y grupos como la Guerra Civil de 1891, al Partido Radical, a las redes anarquistas, a la masonería. De ahí ese "fuertísimo sentido" de la Unidad Popular y muy en especial de Salvador Allende, "de que están en su derecho…y que la historia de Chile pasa inexorablemente también por ellos".

Solo quien entendió hasta el final la pluralidad de la vida y de los posiciones políticas, la necesidad de la democracia, la presencia permanente del azar que tiene que ser asumido, los placeres de la vida que unen más que separan, pudo decir, sin histrionismos ni retórica, sabiendo que decía sus últimas palabras, lejos del consuelo de las masas y de los aplausos y solo con el trasfondo del ruido ensordecedor de los Hawker Hunter volando sobre Santiago, listos para el bombardeo sobre La Moneda: "Más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".

 

 

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