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Ruido de fondo

viernes 04 de julio de 2008, 13:03h
Dentro del llamado posmodernismo de las letras norteamericanas, con nombres como Thomas Pynchon, Robert Coover y Susan Sontag no ocupa un lugar menor la figura de Don DeLillo (1936), cuya revelación más notoria se produjo con "Los nombres" (1982), que era, de todos modos, un título más, en definitiva, de una producción abundante en las que se cuentan novelas como Americana, "End Zone", "Great Jones Street" hasta este "Ruido de fondo", que ganó el National Book Award en 1985, y que hemos visto traducida como "Ruido blanco" ("White Noise"). La crítica americana la considera una obra cuasi de ciencia ficción, dentro de una serie cuya máxima expresión sería "Viaje fácil a otros planetas", de Ted Mooney. (1981).
Si por ciencia ficción consideramos el advenimiento novelesco, y su tratamiento congruente, de un hecho excepcional, la obra de DeLillo cumple los requisitos. Se trata en la novela de una pacífica ciudad americana, donde vive y trabaja como profesor universitario especializado en estudios sobre Hitler el profesor Jack Gladney con su cuarta esposa y convive con los hijos que la pareja ha tenido en sus anteriores matrimonios.

Sobre este entorno casi bucólico irrumpe un tremendo accidente industrial, una emanación de gases tóxicos, que desconcierta y empavorece a aquellas vidas plácidas y un sí no es vulgares. Vulgares, sí, como lo revela la reacción del protagonista ante las primeras noticias de la nube tóxica: "La sociedad está organizada de tal modo que son los pobres y los analfabetos quienes sufren el impacto principal de las catástrofes naturales y artificiales (...) Yo soy catedrático de universidad -dice a su esposa-. ¿Has visto alguna vez a un catedrático remando en un bote a lo largo de su propia calle cuando han salido inundaciones en televisión?".

Este especialista en Hitler no deja de incurrir en trivialidades notorias, como cuando hace paralelos el destino de Hitler y Elvis Presley a causa de su apasionada relación con sus madres. En realidad, exceptuadas las memorables páginas consagradas a narrar la fuga de la muchedumbre aterradas por el escape tóxico, toda la novela es una poetización de la trivialidad, que deja mal a Gladney como científico y a los norteamericanos como ciudadanos de pie dominados (controlados) por la televisión. Como dice un personaje, "La gente padece marchitamiento cerebral debido a que ha olvidado escuchar y mirar como los niños". "Para la mayoría de las personas -dice otro- sólo existen dos lugares en el mundo. El sitio en el que viven y el televisor".

Hay otros fragmentos igualmente punzantes sobre los efectos de los concursos televisivos y la trascendencia que adquiere en aquella sociedad el supermercado, convertido en una institución por la mirada irónica de Delillo: "El supermercado está lleno de personas mayores que se mueven con aire perdido entre las deslumbrantes estanterías. Algunos son demasiado cortos de estatura para alcanzar los estantes superiores; otros, bloquean las galerías con sus carritos; los hay torpes y tardos en reaccionar; los hay que se muestran despistados o confusos; algunos vagan murmurando para sí con el aspecto receloso de las personas que recorren las dependencias institucionales".

La novela discurre normal y excepcionalmente, pero el ritmo y estructura narrativos son absolutamente anglosajones, con el predominio de los diálogos, abundantes y buenos y la contenida secuenciación de los hechos. Hay que destacar la calidad de página del autor; p, ej. "Tras una noche de nieves iluminadas por el sueño, el aire se tornó diáfano e inerte. La luz de enero poseía una calidad tensa y azulada de solidez y confianza..." Una novela buena, aunque no genial, entre la tragedia y la comedia, que acaba ganando la partida. Como si América fuera hoy incapaz de la tragedia.

Autor: Don DeLillo
Título: Ruido de fondo
Ficha editorial: Traducción de Gian Castelli. Seix Barral. Barcelona, 2006. 431 páginas.
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