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¿Quién nos puede salvar del desastre si no son las grandes potencias?

¿Quién nos puede salvar del desastre si no son las grandes potencias?

lunes 14 de julio de 2008, 01:42h
Si las potencias más poderosas, ricas e industrializadas del mundo no pueden resolver la crisis mundial… ¿quién entonces?

Esta es la pregunta que quedó dando vueltas después de la clausura de la nueva versión del G-8 (Grupo de los Ocho) en Japón. El resultado fue nada de nada. Circularon muchas fotografías mostrando a los máximos líderes mundiales con rostros preocupados, pero siempre sonriendo, con gestos de optimismo y hasta contando algunos chistes. Al final pocos se preocuparon del resultado efectivo de  la cumbre que fue  un cero redondo.

Los camarógrafos captaron el momento en que los líderes encabezados por George W. Bush, vestidos con trajes de cumbre,  plantaron un  árbol en un intento por simbolizar que los temas ecológicos tenían para ellos la prioridad número uno. Sin embargo, las conclusiones, precisamente  en el campo climático, fueron similares a las de la  cumbre de Alemania del año pasado, es decir no hubo avances: sigue vigente el deseo de reducir a la mitad las emisiones de gases contaminantes que causan el efecto invernadero (CO2) ¡en el año 2050!, pero los líderes mundiales se olvidaron otra vez de plantear el ¿cómo? del asunto, lo que quizá con suerte se resuelva en una conferencia climática ampliada, fijada recién para el 2009 en Copenhague, a la cual han sido invitados también los cinco países emergentes: Brasil, México, China, India y Sudáfrica.

Los ecologistas presentes en la sede de la cumbre, en Toyako, en el norte de Japón, calificaron la declaración del G-8 de no tomar con la seriedad necesaria un problema que está destruyendo el planeta. Lamentablemente, en este tema siguen primando los intereses mezquinos de los negocios y las presiones de las multinacionales o de estados emergentes como China e India, que no están dispuestos a comprometerse con la reducción de los gases contaminantes hasta el 2050, salvo que los países más ricos y que más contaminan aporten los fondos necesarios y la tecnología.

Los glaciares comienzan a reducir su tamaño o a desaparecer como es el caso también de algunos lagos;  la contaminación en ciudades mata a ancianos y niños;  los rayos ultravioletas incrementan  el cáncer de piel; la pesca mundial se reduce y afecta a un sector en el que trabajan 42 millones de personas en el mundo; la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos aumenta, como es la Corriente del Niño en el Pacífico sur; la subalimentación por escasez de alimentos afecta ya a 850 millones de personas en el mundo; y los elevados precios de los productos causarán estragos entre los que ya sufren hambre y a los que están al borde de la pobreza.

Todo esto y mucho más es lo que está causando el cambio climático global. Pero este drama, que se interrelaciona también con la crisis económica originada por la caída del crédito subprime en Estados Unidos (crisis inmobiliaria qua ya ha causado un billón de dólares en pérdidas a las entidades financieras de todo el mundo);  la miseria en Africa;  y los altos precios del petróleo, parecen no tener la misma  urgencia para los países ricos como para el resto del mundo.

Sobre el problema energético los componentes del grupo, EE UU, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Japón, Canadá, Italia y Rusia, simplemente se limitaron a expresar lo mismo de siempre: Hay que adoptar medidas en contra del encarecimiento del crudo, asunto que se abordará en una conferencia entre productores y consumidores, pero, aunque parezca extraño, la fecha de este “vital encuentro” no fue acordada.

El tema del alto precio del petróleo ha originado un amplio debate en todos los centros financieros mundiales en estos días. En primer lugar, está ya claro que su precio no volverá a bajar a los niveles que tuvo hasta antes de la guerra de EE UU contra Irak en el 2003, aunque se desconoce dónde puede estar el techo del aumento, que esta semana ya llegó a 147 dólares el barril (159 litros).

Los analistas coinciden en que las causas de este problema son diversas y que van desde la devaluación del dólar o las tensiones mundiales en Irak, Nigeria o Irán, hasta la especulación de inversionistas y por supuesto, en el mayor consumo mundial por parte de los países emergentes. Para el secretario general de la OPEP, Abadía Salem, la especulación en los mercados petroleros es responsable del 75 por ciento del aumento del precio, lo que la Agencia Internacional de Energía (AIE) no comparte, ubicando el motivo en el fuerte aumento de la demanda, la que seguirá creciendo para llegar a 94,14 millones de barriles diarios en el 2013 frente a los actuales 86,87 millones,  y  a 113 millones de barriles el año 2030.

Pero en la cumbre de Toyaco se puso también sobre la mesa de diálogo un posible peligro a corto plazo, el de Iran, país islámico que realizó esta semana pruebas con misiles que contemplaron la nueva versión del cohete Shahab 3 con un alcance de 2.000 kilómetros, suficiente para atacar cualquier punto del  territorio israelí. Esto ha sido suficiente para poner en alerta máxima al aparato militar de Jerusalén que no descarta una incursión aérea sobre el territorio iraní y precisamente en el lugar donde están ubicadas  las instalaciones del Programa Nuclear que conduce el gobierno de Teherán, fuertemente rechazado por Estados Unidos y la Unión Europea.

Si hay ataque, habrá menos petróleo en el mundo y de ser así los precios seguirán escalando con mayor fuerza aún. No hay que olvidar que Irán es el segundo mayor productor de crudo de la OPEP, organización de países productores de petróleo que ya  hizo una advertencia: en el caso de un ataque militar contra Irán no sería posible igualar las extracciones que los yacimientos iraníes dejarán de producir.

Junto con los precios del petróleo, que tienen en jaque al mundo entero, la cumbre se preocupó también de los precios de los alimentos, que es otra parte de la gran crisis, acordándose una “cooperación global” y la creación de una reserva mundial de alimentos, pero sin indicar tampoco aquí el ¿cómo? ni el ¿cuándo?

Aunque resulte paradójico, ciertamente no se puede esperar mucho más de las cumbres del G-8 porque estos encuentros están concebidos sólo como foros informales que les permite a los líderes de los países más poderosos dar a conocer sus puntos de vista sobre los problemas mundiales. Sus orígenes se remontan a 1973, en el marco de otra crisis del petróleo, cuando el entonces Secretario del Tesoro de EEUU, George Shultz, pidió una reunión de los países más importantes e influyentes de Occidente. En ese tiempo era el Grupo de los Siete porque Rusia, como estado de la órbita soviética, aún no era país miembro.

Sin embargo, en Toyako, en un momento en que el mundo está en medio de una gran y compleja crisis, con pronósticos muy oscuros, podría haberse esperado mucho más de los líderes que manejan el mundo y fijan las conductas al resto de las naciones. Queda finalmente sin respuesta la pregunta de si el G-8, en su actual composición, es un foro adecuado o no  para dialogar sobre los más cruciales problemas mundiales. ¿Cómo se puede tratar el tema del precio del petróleo sin la presencia de los principales productores?

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Walter Krohne
Periodista
Agencia ORLATINA –  [email protected]
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