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(Des)encuentro monclovita

(Des)encuentro monclovita

miércoles 23 de julio de 2008, 13:55h
 TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes.

Como que tal que así, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y (des)encontrados niños y niñas que me leéis, ha resultado el encuentro entre ZetaPé y Marianito Rajoy al que un tal Aguilar le llama Mariano II, como si en la presidencia del Partido Popular de las Españas se hubiera (o hubiese) instalado una dinastía… Y eso a pesar de las expectativas y de los esfuerzos ímprobos de los comunales de Diariocrítico.com, que esperaban poco menos que la reedición de aquellos Pactos de la Moncloa (dos glaciaciones después del Parque Jurásico) en el que todos acabaron, en el buen sentido de la palabra, haciendo una round bed, una cama redonda transversal en lo político e interclasista en lo económico. Coincidieron los susodichos pactos en la época del destape de desaforado, de ahí lo del sicalíptico y lujurioso recuerdo. No sería el escenario de húmedas batallas, pero acabó siendo, también en el mejor de los casos, como un rancho común, un marmitako, un potaje colectivo, una caldereta de cordero a la soriana consumida en santa hermandad. Naturalmente, eran otros tiempos y, además, de aquellas, los políticos eran de otra pasta…

Lo de hoy en Moncloa’s Palace ha sido todo como menos espectacular, como más comedido, como más light. Rajoy entró en el recinto monclovita –o monclovero, que hay que fomentar el léxico de la Lengua Común—digamos que crecido y con un cartapacio lleno de ideas y de soluciones para todo. Y allí le esperaba el buenazo de ZetaPé, con sus cejas circunflejas, su buen talante de los domingos y una sonrisita entre inocente monaguillo de la catedral leonesa y Mefistófeles. ¿Para qué os vamos a engañar, pequeñines/as míos/as? Nadie convenció a nadie. Y ni repajolera falta que hacía. Tanto el presidente del Gobierno como el presidente del principal partido de la oposición sabían que tenían que hacerse la foto de entrada y la foto de salida. Luego, José Luis y  Mariano, cada uno por su lado, a vender sus películas respectivas a los de la canallesca. Los archisabidos temas musicales del Dúo Pimpinela tienen –todavía, qué cosas—más emoción dramática que el tête-à-tête moncloviano de hoy. “Sic transit gloria mundi et nos cum ipsa”, (me apunta el latinajo Damián, mi valet de chambre).  Así es la fugacidad de las cosas de este mundo. Nada entre dos platos… O a lo máximo, un sorbete de guisantitos esferificados con coulis de carrillera ibérica y emulsión de bellotas tostadas que tan poco le gusta a Santi Santamaría, aunque provoquen que muchos snobs que se las dan de gastrónomos pongan los ojos en blanco y hasta leviten cual el dizque budista Richard Gere ante el Dalai Lama.

¿Cuál es la situación después del (des)encuentro? La misma que antes. Lo que yo os diga, pequeñines/as míos/as. Lo que, cuando menos, debería resultaros tranquilizador, ¿verdad? Ni Mariano ha complicado la situación; ni ZetaPé ha tenido tiempo de estropearla más de lo que –dicen—está. Eso sí, los dos se cuelgan la medalla del gran sentido de Estado y de la responsabilidad que han demostrado al reunirse a charlar un rato. Pues qué bien, ¿no?

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