La construcción del Canal de Panamá a principios del siglo XX produjo una enorme ola migratoria, que trajo al istmo gentes de todas las latitudes, en busca de mejores condiciones laborales y oportunidades de establecimiento en tierras prósperas. La noticia de que una gran obra daría trabajo a decenas de miles de obreros recorrió el planeta, creando expectativas que produjeron agonías y éxtasis. Aquella obra llegó a contratar más de 70 mil obreros en los 14 años que duró su realización.
La ampliación de ese mismo Canal, a través de la construcción del tercer juego de esclusas, empieza a crear similares expectativas, aunque en esta ocasión la demanda de mano de obra será mucho menor, en vista de la tecnología de los equipos que se utilizarán en la obra. No obstante, en sus momentos pico, la obra requeriría unos 10 mil obreros.
Costa Rica también se encuentra en pleno desarrollo, y asimilará hasta un total de 30 mil obreros en los próximos años, según los sindicatos de la construcción de los países interesados. El movimiento anual de obreros entre las fronteras centroamericanas es de unos 15 mil.
Las condiciones actuales son diferentes a las de hace algunas décadas, y la conciencia y organización sindical prevé y protege los derechos de los empleados extranjeros, en acuerdo con las empresas contratantes. Los convenios contractuales especifican hospedajes dignos, buenos salarios, pasajes de ida y vuelta y alimentación adecuada. Las autoridades gubernamentales toman parte activa en las contrataciones, garantizando las condiciones laborales de los inmigrantes temporales.
En el caso de Panamá no solamente se espera una ola migratoria por la ampliación del Canal. De hecho ya el país ha aceptado miles de obreros de la construcción, principalmente colombianos y dominicanos, por el despunte de ese sector, además de la actividad hotelera a raíz del crecimiento del turismo. Panamá es el tercer país de Latinoamérica en recepción de turistas.
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