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Sobre una iniciativa política del Cardenal

Sobre una iniciativa política del Cardenal

domingo 03 de agosto de 2008, 04:31h
En el marco de la contienda electoral municipal en marcha en Chile, y en la ceremonia de firma de un compromiso de “amistad cívica”, entre los partidos políticos, que propicie el reencuentro de los chilenos y una conducta democrática y respetuosa, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz ha invocado, de manera muy explícita, a “dar vuelta la página” respecto del gran conflicto político , social y moral  de la década de los 70 y los 80, que aun separa a importantes sectores de la sociedad chilena.

Textualmente el Cardenal, que es sin duda el líder de la Iglesia Católica de Chile, y por lo tanto no se puede entender que hable a título personal, planteó lo siguiente al hablar de la tarea “de tender y proyectar puentes de confianza”:

“Desterrar de la contienda política las descalificaciones personales. Entre ellas, desterrar las recriminaciones a las personas y a las agrupaciones políticas  por lo que pensaron, hicieron o dejaron de hacer hace treinta y ocho, treinta o veinticinco años. No hacerlo es una actitud mezquina, destructiva y anacrónica. Son poquísimas las personas que no aprenden de la historia y representan hoy lo que fueron hace un cuarto o un tercio de siglo”,

Esas son las palabras, claramente políticas del Cardenal, dicha a los partidos políticos y con objetivo netamente político.

Y es singular que estos conceptos – expresados  el 15 de julio de este año 2008 en los salones del Arzobispado, ante los presidentes de los partidos Demócrata Cristiano, Humanista, Unión Demócrata Independiente, Radical, Partido por la Democracia, Socialista, Comunista y de Renovación Nacional, hayan pasado inadvertidos, y como se sabe, quién calla, otorga.

Es obvio que la gente cambia con los años, las experiencias, los golpes de la vida, la prueba o el criterio de la práctica y que una sociedad no puede permanecer eternamente sumida en una “guerra civil” ideológica, política,

Las guerras, y con mayor razón, las civiles, como lo dice la historia deben llegar a una tregua, un armisticio, la paz, el reencuentro.

Las guerras de exterminio son simplemente expresión de la barbarie, el mesianismo, la insanía mental, y de ello es un ejemplo la pretensión confesa de la dictadura de Pinochet de “exterminar el cáncer marxista”, o la delirante teoría de los “humanoides”. Que no era un delirio alcohólico del almirante José Toribio Merino, sino que fruto de su formación ideológica y política ultraconservadora.

Tampoco parece aceptable, cuando hablamos de  contribuir a “más amistad y confianza cívica”,  esa especie de anatema bíblico del documento eclesial: “No hacerlo es una actitud mezquina, destructiva, anacrónica”.

¿Cómo podemos  entender esas palabras del jefe de la Iglesia Católica chilena a los partidos, a los chilenos, una parte significativa de los cuales sufrió “hace 38, 30 o 25 años” ( o sea en 1070, 1978 o 1983) la muerte, la tortura, la persecución, el terror, el exilio, el despido, la falta de oportunidades?

¿Debemos entender que el Cardenal busca evitar que los responsables políticos del Golpe de Estado y de la dictadura, los colaboradores (ministros, Intendentes, Gobernadores, altos funcionarios) los que deban dar explicaciones al país- los que -enceguecidos por la soberbia y el odio- se han negado a ofrecer explicaciones, no digamos pedir perdón por sus evidentes delitos, por su complicidad, por dejar hacer. Por –cínicamente- dar vuelta la vista para no ver lo que promovieron y, peor aún, justificaron?.

¿Quiere decir esto que el Cardenal identifica como responsables de los crímenes de la dictadura, también a las víctimas, y hace recaer en unos y otros la responsabilidad histórica, política, social de la masacre vivida por los chilenos, el genocidio y la barbarie de los torturadores, asesinos y de los que tendieron la cortinas de humo morales, mediáticas, políticas, financieras, o hasta religiosas?

Sin duda, todo conflicto social de la magnitud del vivido en los años 70, 80 y 90, por Chile exige de muchos de los protagonistas y de quienes asumen responsabilidades sociales (sea las Fuerzas Armadas como los Partidos, los sindicatos o la Iglesia) una  revisión objetiva, seria, pero también severa, de sus responsabilidades, de sus acciones y omisiones, en fin de sus conductas.

Pero no es lo mismo, no tienen la misma cuota de responsabilidad política y ética,  los que conspiraron, los que mataron, los que fueron cómplices deliberados, que los que fueron víctimas inocentes de la sedición y la barbarie, o de los que quedaron paralogizados por el temor, o la de los que por sus actos insensatos condujeron el país al callejón sin salida.

Y una cosa muy distinta también, es la legítima reacción de quienes se opusieron a la dictadura, o se rebelaron contra la tiranía, algunos inspirados en  la doctrina de la Iglesia y otros por el leninismo.

La verdadera reconstrucción de las confianzas, el reencuentro de los chilenos, la amistad cívica, el marco democrático, el avance con seguridad hacia el futuro, sólo puede darse en una sociedad sana, que haya limpiado sus heridas -que aún las hay y las seguirá habiendo si no se completa el ciclo de la justicia y la reparación, y si algunos -más de los que se piensa y están procesados- no hacen su examen de conciencia y  reconocen, por lo menos, que se equivocaron, y que cometieron horrores.

Y en esto, con toda seguridad, por su ascendiente puede y debería jugar un destacado papel la Iglesia Católica.

Parece de buen sentido exigir primero, que de manera real haya arrepentimiento, de los que fueron protagonistas de la barbarie. La petición de perdón a Chile y a las victimas puede ser institucional, pero  también debe ser personal.

Sin duda, los chilenos tenemos grandes desafíos hacia el futuro y uno no menor es la reconstrucción de la convivencia nacional, de las confianzas, más allá de legítimas ideas y proyectos políticos para un Chile mejor, la recuperación de las Fuerzas Armadas para un compromiso real, profundo con la democracia, y una profundización de ésta para que dé respuesta a las
demandas de justicia, de prosperidad, de oportunidades para todos los hijos
de esta tierra.

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Marcel Garcés
Periodista
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