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En defensa del escepticismo político

En defensa del escepticismo político

martes 12 de agosto de 2008, 05:33h

Hoy día existe una ola de sentimientos apocalípticos pues gran parte de la gente se siente amenazada, ya sea por un súbito ataque terrorista o por explosiones sociales donde la seguridad personal y los derechos humanos distan mucho de estar garantizados por completo. Nace así un fatalismo sutil o abiertamente declarado frente a las actitudes intransigentes y la complejidad actual que envuelve en un remolino de incertidumbre a todas las viejas certezas que se caen como escamas inservibles a nuestro alrededor; sin embargo, esto no quiere decir que debamos escondernos en las angustias del pasado, rezando para el renacimiento de las fuerzas de un Estado protector y el regreso de las ideologías dogmáticas siempre disponibles para ofrecer soluciones ficticias al calor del autoritarismo, el liderazgo mesiánico y el populismo irresponsable que ofrece cualquier cosa sabiendo que no puede cumplir nada.

Todo desconsuelo moral e indignación con las actuales formas de hacer política deberían convertirse en “escepticismo político”, es decir, en una forma de resistencia para transformarse en un fenómeno supra-individual. El escepticismo significa no creer en todo lo que brilla pareciéndose al oro, es dudar de una felicidad absoluta, desconfiando de supuestas fuerzas que nos permitirían alcanzar un edén sin contradicciones y especialmente sin esfuerzo. El escepticismo es un clima de opinión cuyo proyecto y sugerencias tienden a construir una “actitud política” sustentada en la prudencia, vigilancia, reconocimiento de nuestros límites y posibilidades escasas, sabiendo que somos seres finitos y moriremos en cualquier momento. El escepticismo es todo lo contrario de la estúpida inmortalidad en que creen habitar los líderes orgullosos de sus vanidades.

En consecuencia, la crítica impenitente es el sello del escepticismo que jamás pensará en instaurar paraísos sociales, sabiendo que la naturaleza humana es hipócrita y cambiante según el oportunismo del momento. El escepticismo político no trata de resolver los problemas por medio de soluciones inmediatas, ni tampoco busca adormecer las voluntades bajo el manto del conformismo cobarde o el aburrimiento que clausura la existencia dentro de una vida abúlica y llena de superficialidades.

El escepticismo también es una búsqueda espiritual que permite consolidar la conciencia; esto quiere decir que la mente abierta hacia las novedades, el conocimiento y la honestidad, se aleja de toda creencia cerrada. El escepticismo que irrumpe con el final de las ideologías del antiguo sistema de valores fundados en fines absolutos: meta-historia, comunismo, revolución, desarrollismo y crecimiento económico a toda costa, debería convertirse en un estímulo para reflexionar sin ataduras, absteniéndose de participar en las aclamaciones que rinden pleitesía al statu quo y al avance neoconservador que pregona la inutilidad de cualquier reforma o cambio. Si queremos cambiar, cualquier cambio debe comenzar en las ideas, la convicción y la mente donde el escepticismo da inicio a un aprendizaje maduro sabiendo que todo es pasajero e indeterminado.

Desde una perspectiva manifiesta, el escepticismo político se expresa en las críticas que la sociedad civil plantea a las instituciones democráticas y hacia el sistema de partidos políticos. El escepticismo estimula el cambio por medio del cuestionamiento al desempeño mediocre de las instituciones y los líderes, pues tiene los pies sobre la tierra para no hacerse embaucar con inútiles promesas.

El escepticismo demanda recambios ideológicos y nuevas mentalidades, es decir, pide una nueva moral y una política diferente que reconcilie el conocimiento de la realidad con soluciones parciales pero concretas y para casos específicos. Si hay un verdadero enemigo del escepticismo es aquella forma de hacer política que cree en transformaciones revolucionarias y profundas para marcar la historia, cuando a lo que se llega es a una equivocación violenta por forzar supuestas revoluciones

*Sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program

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