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El final de esta historia

lunes 25 de agosto de 2008, 09:01h
“Las masas populares posen un poder creador ilimitado. Pueden organizarse y dirigir sus esfuerzos hacia los lugares y sectores de trabajo donde puedan poner en juego su energía; pueden dirigir sus esfuerzos, tanto en extensión como en profundidad, hacia la producción y crear para sí un creciente número de instituciones de bienestar”. (Mao Tse Tung, 1955)
Ánimo que los Juegos Olímpicos de Beijing ya son historia… Quedan para el recuerdo un puñado de medallas (cinco de oro, diez de plata y tres de bronce) y un montón de diplomas olímpicos que colocan a España entre los ocho mejores países en diversas modalidades deportivas. Los JJOO son siempre una prueba de reválida a una única vuelta, a una sola convocatoria, de lo que sucede en los cuatro años precedentes. Y esta reválida no siempre se aprueba como hemos podido experimentar a lo largo de estos días. ¿Pinchazo de algunos de nuestros/as campeones/as del mundo? Posiblemente sí. Y sería una estúpida temeridad el negarlo. El factor suerte, de todas formas, puede ser determinante.

Hoy cae el telón de lo que, durante dos semanas, ha sido el mayor espectáculo televisado del mundo. En Beijing se han pulverizado récords. El Gobierno chino, con la complicidad no sólo del Comité Internacional Olímpico sino de la gran mayoría de países se ha marcado un lavado de imagen a escala planetaria. Ninguna democracia le ha hecho ascos a la dictadura que dirige las vidas de 1.300 millones de seres humanos. Cuando se apague el pebetero y se extinga la llama olímpica China, su gobierno, continuará pisoteando los derechos humanos. Todo seguirá como antes. Se habrá destruido patrimonio histórico en la capital. Un puñado de edificios colosales será la imagen que, al modo imperial, formará parte de la nueva imagen urbana de Beijing. El millón y medio de ciudadanos pekineses desarraigados intentará acomodarse a la nueva situación impuesta por el Gobierno y poca cosa más. Para los chinos la vida sigue igual. La República Popular China se ha colocado entre las grandes potencias mundiales. Su régimen, el del maoísmo sin Mao, marcha viento en popa y a toda vela.

Este no-enviado especial, sin embargo, quiere detenerse hoy en la otra cara de los Juegos, en la menos vista, en la letra pequeña de estas dos semanas. Y desde aquí tiene un recuerdo apara todos los hombres y mujeres que han competido en las piscinas, canchas, campos de regatas y estadios sin más premio, sin más gloria que la de haber estado allí. Es el recuerdo a los y las sin medallas ni diplomas, los representantes del deporte de base de sus países. Ellos han hecho posible los Juegos. Quizá –sólo quizá—sea verdad la frase del barón Pierre de Coubertin: “Lo importante es participar”. Para estos miles de hombres y de mujeres, sin duda, los JJOO de Beiging habrán sido la gran experiencia de sus vidas.

Esta historia, la de Beijing se acaba… Comienza, a cuatro años vista, la de Londres 2012… See you in London!... No vemos en Londres, dentro de cuatro años. Los músculos de muchos deportistas no duermen. La ambición de los capitostes del negociazo olímpico no descansa. Habrá que seguir intentando ir más lejos, más alto y más fuerte. Citius, altius, fortius. El olimpismo es como el montar en bicicleta. Si te paras, ¡Zeus y Samaranch no lo permitan!, te das un leñazo. Fin de esta historia. Comienza ya la de Londres 2012… Y puede que la de Madrid 2016. El espectáculo y el negocio deben continuar.

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